jueves, agosto 13, 2009

La basura como problema político.
Raúl N.Alvarez
[1].
9° CONGRESO NACIONAL DE CIENCIA POLÍTICA
"Centros y periferias: equilibrios
y asimetrías en las relaciones de poder"
Ciudad de Santa Fe, 19 al 22 de agosto de 2009.
Sociedad Argentina de Análisis Político.
Universidad Nacional del Litoral
Universidad Católica de Santa Fe

Resumen: ¿Qué relaciones de poder se juegan en el terreno de la basura? Para una adecuada comprensión de la llamada Política de “Gestión de Residuos Sólidos Urbanos” es necesario considerar previamente cómo la basura devino en cuestión socialmente problematizada. La desapropiación de restos materiales de valor negativo puede ser analizada críticamente, como un problema micropolítico, por un lado y como una política pública, por el otro. En el primer nivel, considero la basura en las relaciones de producción y de consumo. En el segundo, considero el papel del Estado, que gestiona la basura como modo de apropiar colectivamente pérdidas, en beneficio inverso, de la acumulación privada de ganancias.
Cuando en los territorios de descarga de basura aparece patente el perjuicio ambiental para toda la sociedad, el Estado comienza a reformar su accionar, intentando favorecer la recuperación de materiales. Pero choca con los límites existentes a nivel micro, impuestos por las relaciones de producción y por la constitución de subjetividades en las prácticas consumistas.
Queda así configurado el terreno de la basura como un entramado de micro y macro luchas, en el que, lo que aparece como un conflicto ambiental, reconoce su imbricación con las relaciones sociales de producción y los proceso de subjetivación conexos.
Introducción:
En trabajos anteriores propuse conceptualizar la basura como una relación social por la que el propietario de un objeto se desapropia del mismo en beneficio suyo y en perjuicio del colectivo social (Alvarez, 2008). Presenté también, el caso del relleno Norte III del CEAMSE y sus barrios aledaños como un territorio especialmente signado por esta relación. Allí reside una población marginal que vive de (y a veces “en”) la basura, de distintas formas: algunos se dedican al cirujeo callejero, hay quienes trabajan en plantas de separación de basura emplazadas en el CEAMSE aledaño, y otros concurren diariamente a “la quema” a conseguir mercaderías y materiales para recuperar. Esta área que nos ocupa, ya bautizada “Territorio Basura” (Shammah, 2007) es una zona de basurización.
Me propongo en este trabajo explicar por qué el problema de la basura es un ámbito de injerencia de la ciencia política. Para ello voy primero a definir qué entiendo por basura y explicar qué problemas plantea al nivel de las luchas sociales actuales. Luego voy a retomar el concepto de política, en sentido amplio, como micropolítica; y el concepto de política en sentido estricto, como política pública. Finalmente voy a explicar cómo se insertan las relaciones y luchas de la basura en el campo de la ciencia política. De modo que el razonamiento que intento seguir se ordena en cuatro preguntas:
Ø ¿Qué es la basura?
Ø ¿Qué conflictos se plantean en el terreno de la basura?
Ø ¿Qué es la política?
Ø ¿Por qué la basura es un problema político?
Finalmente, voy a presentar las implicancias de considerar a la basura como un campo de incumbencia de la ciencia política, que desde ya adelanto: abre una disputa de sentido con el paradigma tecnicista de la basura, procedente de las ciencias duras, que considera las cuestiones políticas como ajenas a su área de incumbencia.

¿Qué es la Basura?
En la vida cotidiana actual está naturalizada la noción de basura. Se tiene por tal un conjunto mezclado de objetos y sustancias que han sido desechadas. Sostengo que esta manera de concebir la basura como un conjunto de objetos, es una visión fetichizadas, falsa e insuficiente. El conjunto de sustancias que componen la basura se caracterizan por una falta de uniformidad que hace imposible su degradación. No hay sino una variedad de “basuras” mezcladas que se depositan en espacios de exclusión.
Propongo en cambio pensar a la basura, no como un objeto, sino como una relación social. Como un vínculo entre personas concretas, ubicadas en distintos lugares y jerarquías de la estructura social. En esta relación, unos se desapropian de objetos, que para ellos significan un valor de cambio negativo, y descargan este pasivo, esta carga, este valor negativo, en el conjunto indeterminado de personas que conforman el resto de la sociedad. El Estado, a través de las políticas de manejo de basura, asume la gestión de estos restos materiales, haciendo públicas las pérdidas que la basura genera.
Como expliqué en otra oportunidad, existe una implicación inversa entre basura y propiedad. En ambos tipos de relación existe un propietario privado con la facultad de extraer beneficios exclusivos de un objeto, excluyendo de los mismos al resto de los miembros de la sociedad. La diferencia es que la propiedad se desenvuelve en el terreno positivo del valor de cambio, en tanto que la basura se desenvuelve en la zona de valor de cambio negativo. Si la propiedad es una relación social por la que un propietario privado puede excluir erga omnes, a todos los demás miembros de la sociedad, del uso, goce y desnaturalización de una cosa; la basura es la misma relación social, en la que el mismo propietario puede desapropiarse de la misma cosa, derivando en los demás miembros de la sociedad el disvalor que para él implica ese objeto, luego de haberle extraídos todos los beneficios que haya podido.
Así presentada la basura, como relación social de desapropiación, su carácter desigual queda a la vista. En tanto vivimos en una sociedad capitalista que asigna desigualmente los medios materiales, existe una distribución desigual de la propiedad de éstos. Y también son desiguales los efectos de la desapropiación de los mismos medios materiales. Si en torno a la relación de apropiación privada se configura una contradicción o antagonismo de clases y grupos sociales, el mismo antagonismo se expande lógicamente al terreno de la desapropiación de estos bienes materiales, que es la basura. La basura es una relación social antagónica, tanto como lo es la relación de propiedad.
Si la propiedad cosifica a las personas, que se ven obligadas a vender su fuerza de trabajo en el mercado, la basura “basuriza”[2] a aquellas personas que ya ni siquiera se ven llamadas a vender su fuerza de trabajo en el mercado.
Así como la propiedad no lleva escrito en la frente el signo que permite decodificarla, del mismo modo, la basura mantiene velado el sentido de las relaciones de desigualdad que instaura. La razón económica de la basura desenvuelve a la par una racionalidad política, que permanece escondida. Si la higiene tiene un sentido político de controlar las corporalidades de los sujetos, su polo de exclusión es la basura. El mal, la suciedad, aquello que desordena, es unificado bajo un significante uniforme. La basura es lo otro que necesita el orden para construir su lógica. En este sentido, la basura funciona como un poder normalizador (Castro, 2004: 250), que los individuos incorporan de manera inconsciente y se inscribe en su subjetividad como si fuera de sentido común. La incorporación del sentido normalizador de la basura inculca el asco como reacción a aquella mezcla imposible del residuo urbano.
Una vez construido el estatus de exclusión de los objetos mezclados bajo el signo de la basura, una particular economía del placer tiene lugar en torno a estos restos materiales. La decisión individual de convertir un objeto en basura, es justificada bajo el cálculo económico subjetivo de su valor de cambio. Pero contiene un proceso inconsciente de realización/ frustración de deseos que tiene lugar en torno a los objetos de que se valen las personas en su vida cotidiana. El rechazo que implica tirar un objeto, no es solo una decisión económica, sino que además condensa materialmente una racionalidad inconsciente más profunda: el placer alienado del consumo, deseos reprimidos satisfechos o no, etc. No voy a avanzar sobre el campo psicológico de la basura, sino tan solo intento advertir acerca de su existencia, para justificar por qué, siendo la basura una relación social de desapropiación, tiene a su vez una dimensión política normalizadora por la que transita una peculiar economía del deseo.

¿Qué conflictos se plantean en el terreno de la basura?
Concretamente ¿Cuál es la agenda de problemas en el terreno de la basura? La basura emerge como problema urbano a partir de la revolución industrial, que junto con la producción de bienes materiales multiplica extraordinariamente la cantidad de restos materiales no aprovechables en términos de valor de mercado. Esto se transforma en un problema acuciante de contaminación a partir de la década de 1970, en que las sociedades de consumo no atinan a encontrar respuesta al problema de qué hacer con los residuos. Su transporte fuera de las ciudades es caro. Su enterramiento contamina las napas se agua subterránea e inutiliza los suelos. Su incineración genera polución y contamina la atmósfera. El poder político intenta tomar a su cargo el problema, pero no lo resuelve. El ejemplo en nuestro territorio de análisis, es el CEAMSE, creado en 1977, por el gobierno dictatorial, con el objeto de enterrar “sanitariamente” la basura. Esta política del “relleno sanitario”, ha evidenciado en la década de los 90 importantes problemas ambientales, poniendo en crisis el paradigma del enterramiento. Diversos conflictos ambientales territoriales jaquean y llevan al cierre el relleno sanitario de Villa Domínico. En tanto que obligaron a formular promesas –por ahora incumplidas- de cierre de los rellenos de Punta Lara y González Catán. El único relleno del CEAMSE que no ha sido seriamente cuestionado por motivos ambientales es el de Zona Norte. Simplificando: primer problema de la basura: el impacto ambiental, en virtud del cual, la ganancia privada de un sector social, provoca perjuicios a un bien colectivo, que es el ambiente.
El segundo problema se produce a nivel de la masa marginal de población. Las consecuencias socioeconómicas de los planes de ajuste neoliberal aplicados en Argentina, dejan fuera del mercado a una considerable porción de la población urbana. Si bien se le destinan políticas focalizadas para evitar su explosión social, éstas no cobren adecuadamente sus necesidades. Esta población recurre entonces a estrategias de subsistencia al margen tanto del mercado como del Estado –al menos inicialmente-. Tratan de inventar una forma de subsistir a partir de lazos primarios, de reciprocidad y de vecindad. La acción política territorial solidaria ha sido una de esas creaciones, que dio como resultado la revuelta de Diciembre del año 2001. Una estrategia alternativa es la delincuencia más o menos profesionalizada. Otros, han recurrido a la vieja estrategia del cirujeo. Miles de personas se han incorporado así al trabajo cartonero, que consiste en recuperar valor allí donde las relaciones de mercado solo encuentran desvalor (Schamber y Suárez, 2007:44). El cartonero busca en la basura y encuentra, o bien comida, o bien objetos para su reuso, o bien materiales para revender. Aquí aparece el segundo problema en torno a la basura: el hecho de que la población marginal encontró en ella una fuente de recursos con la que armó una estrategia de subsistencia alternativa al mercado. El Estado y el capital, reivindican entonces su carácter de “dueños” de la basura y ponen obstáculos de todo tipo a la actividad recuperadora de los cirujas. Represión policial y parapolicial, defensas físicas y límites jurídicos son esgrimidos para impedir el acceso de éstos a su material de trabajo. El vocero más explícito de esta postura fue el dirigente de centro-derecha Francisco Macri, cuando acusó a los cartoneros de “robar” la basura de las calles[3]. Se abre así un proceso de lucha y deliberación. El prejuicio higienista, que ve a la basura como una necesidad normalizadora, descarga su condena: el cirujeo es “insalubre”, argumento éste que sintoniza bien con el sentido común normalizador, al que la basura le despierta “asco”, y aquellos marginales que trabajan con la basura le parecen “asquerosos”
Los cartoneros argumentan su situación de necesidad. Esgrimen el costado ético de su quehacer: cirujean para no robar. Sus aliados reivindican el efecto ambiental favorable de esta actividad, que reduce lo niveles de enterramiento. En medio de la crisis social y política del año 2002/2003, los cartoneros llevan adelante con éxito un proceso que se ha dado en llamar de “empoderamiento” (Koehs, 2007: 186), que consiguen a su favor mayores márgenes de tolerancia y la legalización de su actividad, mediante la derogación de las prohibiciones de cirujeo en la Ciudad y en la Provincia de Buenos Aires.
En el territorio de José León Suárez, en el que desarrollo mi investigación de campo, aún en curso, la experiencia del cirujeo tiene una particularidad especial, dado que es la puerta de acceso al mayor yacimiento de basura de todo el país. Desde siempre han existido los llamados “quemeros” que son personas que van a recuperar mercadería y materiales a “la quema” (Prignano, 1998: 200). El empobrecimiento e incremento de esta población marginal aledaña al CEAMSE, en José León Suárez, en los 90, llevó a la generalización de esta actividad. Esto fue caracterizado como delito de intrusión por parte del CEAMSE, que montó un dispositivo represivo armado en torno al basural. Se abre un período de lucha social abierta, motorizada por las organizaciones territoriales aledañas, que adoptan como principal instrumento de lucha el corte de la autopista del Buen Ayre. En Marzo del año 2004 la opinión pública nacional llega a conocimiento de la desaparición en el basural, de un chico de 15 años[4], a manos del aparato represivo allí montado. Para no seguir pagando costos políticos, el CEAMSE llega a un modus vivendi tácito con los quemeros: los deja entrar diariamente, pero solo durante una hora. Mientras tanto el CEAMSE adopta medidas para descomprimir el conflicto: aleja el relleno de las poblaciones, adentrándole en tierras de Campo de Mayo, más allá del Río Reconquista; y fomenta la apertura de plantas sociales de separación de residuos, destinadas a absorber mano de obra quemera y así mitigar su ingreso al relleno. Actualmente este proceso está en curso, y son ocho las plantas sociales que funcionan en el lugar.
El conflicto territorial por la basura, en J.L. Suárez va mutando, pero sigue vivo. Al viejo frente de conflicto, encarnado por los quemeros, se suma ahora uno nuevo, que es la lucha de los trabajadores de las plantas sociales por el salario y las condiciones de labor. Sus ingreso mensuales no alcanzan la mitad del salario mínimo vital y móvil. Las condiciones de seguridad e higiene son altamente peligrosas. La crisis económica mundial del 2008/2009 hizo descender el valor de las materias primas y con ello también cayó el precio de los materiales que recuperan las plantas. En los últimos meses estas plantas adoptaron medidas de fuerza, que no son la típica huelga fabril, sino que repite el repertorio territorial: van al corte de ruta. Así consiguieron, al menos ser incluidos en los subsidios por desempleo del plan “barrios bonaerenses”. De todos modos, pese a los gestos de los distintos organismos públicos involucrados, la situación de los recuperadores (en la quema y en las plantas) en el Relleno Norte III del CEAMSE, configura una grave violación a los derechos humanos.
Concretamente, respondiendo a la pregunta del título, los conflictos en el terreno de la basura son dos: 1) La lucha ambiental, cuyos portavoces son los movimientos ambientales territoriales; y 2) La lucha por la recuperación, cuyos actores son los grupos territoriales de población marginal. [5]
¿Qué papel cumple el Estado? Adelantándome al punto siguiente, digamos que el Estado interviene como garante de las relaciones sociales vigentes, tendiendo a favorecer su reproducción en condiciones de desigualdad. El sistema público de manejo de basura, que por definición es deficitario, cumple la función de proveer a la formación de ganancias en manos del capital privado, absorbiendo a través de una empresa pública de Gestión de Residuos, las pérdidas que la basura implica. De ahí que, pese a que la contaminación producida por la basura es violatoria del derecho a un ambiente sano, previsto en el artículo 41 de la Constitución Nacional, el Estado (tanto nacional, provincial como municipal) no atine a revertir la técnica del relleno sanitario. Esa es la causa por la que, frente a la lucha social desplegada por los recuperadores, en vez de favorecer –es decir, subsidiar- la ampliación de la actividad económica recuperadora, se limite a dictar normas, crear registros, e implementar planes que solo parcialmente favorecen a los trabajadores de la recuperación de basura.

¿Qué es la Política?
No me interesa aquí adentrarme en el debate teórico acerca del concepto de política, dado que no es el objetivo de este trabajo. Voy a limitarme simplemente a presentar los conceptos de política con los que trabajo, como para fundamentar la afirmación de que la basura es un problema político.
En sentido amplio (Duverger, 1962: 32), política es todo aquello que tiene que ver con el poder. El aspecto de poder es un componente, un aspecto de toda relación social. La sociedad tiene así, aún en sus relaciones más capilares, un aspecto político. Como explica Foucault:
“… cuando pienso en la mecánica del poder, pienso en su forma capilar de existencia, en el punto en el que el poder encuentra el núcleo mismo de los individuos, alcanza su cuerpo, se inserta en sus gestos, sus actitudes, sus discursos, su aprendizaje, su vida cotidiana.” (Foucault, 1975: 89)

En tanto que política en sentido estricto refiere a aquellas relaciones de poder en que toma parte el Estado (Duverger, 1962,32). Supone así la separación entre una esfera pública estatal, y un área social de sujetos privados. Frente a distintas demandas o cuestiones socialmente problematizadas, el Estado adopta posicionamientos, disponiendo medidas, creando órganos, realizando actos, dictando normas, o simplemente omitiendo actual. Estos posicionamientos estatales se denominan “Políticas Públicas” (Oszlak y O´Donnell, 1982: 112), a través de las cuales puede leerse como el Estado se implica en la dinámica de lo social.
¿Qué vinculación hay entre la política en sentido estricto y política en sentido estricto? Ambas refieren al poder en términos de relación social. Porque el Estado mismo es una relación social (Thwaites Rey, 1999: 4). Si asumimos un concepto no cosificado de Estado, podemos verlo como el aspecto de dominación (de poder) de las relaciones sociales, que en determinados puntos del reticulado social, asume la forma de un tercero escindido frente a las clases y grupos sociales en conflicto. Aparece como un tercero, pero no es neutral, sino que al ser una relación social, no es más que una instancia de intervención desgajada que despliega su acción en el mismo sentido estratégico que los sectores sociales dominantes. Los conflictos sociales toman forma de órganos estatales y políticas públicas. De este modo la política en sentido amplio y en sentido estricto se implican mutuamente. La política pública, se incardina sobre la trama micropolítica de lo social: “los grandes aparatos de poder… funcionan siempre sobre la base de estos dispositivos de poder” (Foucault, 1976: 43). De modo que la ciencia política comprende el estudio de ambas, tanto la micro como la macro política.

¿Por qué la basura es un problema político?
Tanto en la micropolítica, como el las políticas públicas de basura, se juegan relaciones de poder y se despliegan luchas sociales entre actores situados en condiciones materiales y simbólicas desiguales. Esto permite que desapropiación de restos materiales de valor negativo pueda ser analizada críticamente, como un problema micropolítico, por un lado y como una política pública, por el otro.
En el nivel micro, la construcción política cumple un papel específico tanto en las relaciones de producción como en las relaciones de consumo. El proceso productivo tiene por objeto un conjunto de materiales, que una vez valorizados por el trabajo humano dejan un resto, un rechazo, que para el empresario es más disvalioso que valioso. Este resto es la basura de la producción (Residuos industriales) cuya función es permitir la acumulación de ganancias en manos del capital.
A las relaciones de consumo incumbe la función primaria de permitir la reproducción de la fuerza de trabajo que se aplica a las relaciones de producción. De modo que los restos materiales originados en el consumo (Residuos domiciliarios) son también una función de la ganancia del capital. Con el advenimiento del fordismo y de las políticas Keynesianas de estímulo a la demanda, el consumo pasó a tener además el papel de sostenedor del nivel de actividad económica, orientado también a maximizar la ganancia del capital. Desde el punto de vista de las representaciones y la constitución de subjetividades, lo que aparece es el “consumismo”, entendido como un modo de satisfacción sustituta que los sujetos logran, a través de la adquisición de bienes, en el contexto de relaciones sociales alienantes. El consumismo cumple el papel político de ser una “desublimacion represiva” (Marcuse, 1985: 102) La basura generada por este consumo, entonces, tanto por canalizar la reproducción de fuerza de trabajo, como por permitir la reproducción de relaciones de alienación, también cumple la función política de contribuir positivamente a la acumulación de ganancia en manos del capital. El desenvolvimiento simbólico de la basura en tanto poder que se incorpora como asco corporal en la constitución de los sujetos, va dirigido a la reproducción de relaciones sociales desiguales.
En un segundo nivel, me interesa considerar qué papel que juega el Estado en el entramado de relaciones de desapropiación. Existen diversos órganos estatales que en sus distintas demarcaciones espaciales y jerarquías institucionales han internalizado el conflicto de la basura dando lugar a una pluralidad de aparatos que muchas veces tienen orientaciones contradictorias entre si. Sin perjuicio de tal diversidad interna, puede intentarse un análisis de conjunto y preguntarse cuál es el papel estructural que juega el Estado como instancia pública aparentemente neutral en terreno de la basura. Dije antes que la basura plantea, en nuestro caso dos frentes de conflicto: el de la contaminación y el del cirujeo. La reacción del Estado, frente a ellos, consiste en encarar una reforma de la política de manejo de la basura, que intenta, por un lado, minimizar los efectos nocivos sobre el medio ambiente, y por otro, integrar los llamados “circuitos informales” (cartoneros) en lo que se da en llamar una “Gestión Integral” de basura.
El problema es que estas reformas, al no cuestionar la micropolítica de la basura, se ven limitadas por estas relaciones sociales. En el frente ambiental de esta lucha, cuando el Estado comienza a hacer una aplicación estricta de la técnica del relleno sanitario, de la aplicación de tecnologías sustentables de producción para minimizar la generación de basura, y para ello reglamenta la normamativa en las instancias de generación, transporte, tratamiento y disposición de basuras de todo tipo, choca con los intereses de los empresarios industriales. Las políticas de reducción de impacto ambiental de los residuos, incrementan los costos de producción y afectan directamente la tasa de ganancia del capital. Este es el verdadero motivo que explica la lentitud e ineficacia con que el Estado –Capitalista- encara el problema ambiental. Del lado de los empresarios, la respuesta es un cierto margen –no determinado aún- de transgresión a las normas de manejo de basura. Las prácticas ilegales en el terreno de la basura, tiene una larga data, son crónicas, generalizadas y se ven reflejadas en la proliferación de descargas y basurales clandestinos.
El basurero ilegal no es una anomalía sino una táctica habitual en los conflictos que se libran en el terreno de la basura, que tiene por función evadir la norma jurídica, bajo la complicidad tácita del Estado, que omite controlar.
El mecanismo micropolítico de la basura también aparece como límite a la acción estatal, bajo el nombre de la llamada cultura del consumo. Se reconoce en general que la práctica de la separación en origen requiere un cambio cultural en la población. Efectivamente, el consumidor es constitutivamente un generador de basura. Pero no se trata de un problema de “falta de educación”, sino de un dispositivo corporal de poder internalizado, que funciona de manera inconsciente, orientado a reproducir higiénica, disciplinada y ordenadamente las relaciones de subordinación social establecidas. El placer de tirar un objeto a la basura, contiene la anticipación de la satisfacción (alienada) de la compra del nuevo objeto que lo va a sustituir. Hay una vinculación política entre el sujeto alienado (dominado, explotado, sometido) y el irresponsable ambiental. Cuestionarlo e imponerle “deberes” de tipo ecológicos, implica hacerlo responsable y consciente. Es muy difícil transformar a los sujetos alienados en sujetos responsables, sin cuestionar el status quo.
Esta manera de pensar la política pública, enlazada a las relaciones sociales, integra la macro y la micro política de la basura, y nos obliga a considerar el posicionamiento estatal en toda su complejidad. La política de gestión de residuos, si se limita a enunciar objetivos, fijar criterios de acción, dictar actos y normas y establecer dotaciones burocráticas orientadas a su ejecución y control, es insuficiente. El posicionamiento del Estado frente a las luchas en el terreno de la basura reconoce sus raíces en el compromiso estructural de éste con las relaciones sociales capitalistas que contribuye a reproducir. Pensar la basura como un problema macro y micro político implica cuestionar las desiguales relaciones sociales vigentes.
Reconocer el carácter político de los conflictos en el terreno de la basura, significa que no es posible adoptar una postura técnicamente neutral frente a este problema. Encarar una política de basura no es un asunto de “gestión” que deja la decisión política en manos de un poder institucional superior y neutral. Cada decisión que se toma en el manejo de la basura, por pequeña, práctica y concreta que sea, está implicada política y simbólicamente.
La llamada “Gestión Integral de Residuos Sólidos” está basada en lo que propongo denominar el paradigma técnico de la basura. Esta visión, originada en las ciencias duras, supone que la cuestión de la basura puede resolverse adecuadamente sin cuestionar las relaciones sociales en las que la basura se genera. Piensa la tecnología ambiental como una cuestión separable de la cuestión social y económica. Esta visión oculta la complicidad estructural de la gestión estatal de residuos con la acumulación privada de capital, y niega la implicación micropolítica las relaciones de desapropiación.-
Demos como ejemplo, sin que esto implique la fijación de una agenda, algunas decisiones típicas de manejo de basura:
1. Permitir o no el acceso de los cartoneros a la basura dejada en al vía pública.
2. Decidir si determinados residuos industriales de bajo riesgo, cuyo contenido es reaprovechable, va a ser destinado al relleno sanitario o a alguna de las modalidades de recuperación.
3. Determinar las condiciones de trabajo y el nivel de ingresos de los trabajadores de la basura, tanto de quienes dependen del sistema de gestión oficial, de los circuitos informales, o de los emprendimientos sociales.
4. Incorporar o no los centros de recuperación de residuos a la política oficial de manejo de basura, entendiendo que la decisión afirmativa implica sostenerlos mediante una subvención estatal
5. Avanzar o no en una política de reducción de la generación de residuos, comenzando por sus causas primarias (las empresas) antes que por sus canales secundarios (los hogares).
6. Avanzar o no en un debate profundo en la opinión pública acerca de las causas y responsabilidades del problema ambiental, que implique a los ciudadanos tanto del punto de vista individual como colectivo.
Para la visión crítica del manejo de la basura, estas decisiones son de carácter político, mientras que para el paradigma técnico, son cuestiones políticas ajenas a su incumbencia profesional.

Conclusión.
Creo que lo propio de la mirada politológica, es lograr analizar en profundidad el problema de la basura, dejando a la vista el entramado de micro y macro luchas, en el que, lo que aparece como un conflicto ambiental, reconoce su imbricación con las relaciones sociales de producción y los proceso de subjetivación conexos.
Pensar la basura como un problema político requiere, en mi opinión, plantear una ruptura con las relaciones sociales capitalistas y con el paradigma técnico que las encubre. Se trata entonces de generar un discurso alternativo que procediendo desde los frentes de conflicto, provea al proceso de luchas sociales que se libra en torno a la basura.
Raúl N. Alvarez. Junio de 2009.

Bibliografía:
Ø Alvarez, Raúl Néstor. “Quemeros en el CEAMSE. De la micropolítica del cirujeo a la macropolítica de la basura.” Ponencia presentada en la 2da JORNADA NACIONAL DE CIENCIA POLÍTICA Los desafíos de la Ciencia Política de cara al Bicentenario Río Cuarto, Córdoba, República Argentina 30 y 31 de octubre de 2008. FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS. Dpto. De ciencias Jurídicas, Políticas y Sociales.-
Ø Duverger, Maurice. “Instituciones Políticas y Derecho Constitucional”. Editorial Ariel. Año 1962.
Ø Foucault, Michel. “Entrevista sobre la prisión: el libro y su método”. Junio de 1975; en “Microfísica del Poder”. Segunda Edición. Ediciones de La Piqueta. Madrid, 1980.
Ø Foucault, Michel. “La guerra en la filigrana de la paz. Tercera Lección. 21 de Enero de 1976”. En “Genealogía del Racismo”, Editorial Altamira, La Plata, Argentina, Año 1996. (Título original: Il Faut défendre la société.)
Ø Koehs, Jéssica. “El empowerment de los cartoneros de Buenos aires y su emergencia como actores sociales durante al crisis argentina de 2002”. En Pablo J. Schamber y Francisco M. Suárez (compiladores), “Recicloscopio. Miradas sobre recuperadores urbanos de residuos en América Latina” Universidad Nacional de General Sarmiento, Universidad Nacional de Lanús y Prometeo Libros, Buenos Aires. Año 2007.
Ø Marcuse, Herbert . “El hombre unidimensional”, Planeta Agostini, Barcelona. Año 1985.
Ø Oszlak, Oscar y O´Donnell. “Estado y Políticas Estatales en América Latina: hacia una estrategia de investigación”, en Revista Venezolana de Desarrollo Administrativo, Nro. 1, Caracas, Año 1982.
Ø Prignano, Ángel O. “Crónica de la Basura Porteña”. Junta de Estudios Históricos de San José de Flores. Buenos Aires. Año 1998.
Ø Rodríguez, Cesar. “Gestión de Residuos, Reciclado y Cartoneo en la Ciudad de Buenos Aires. Tesis de Maestría. Instituto de Altos Estudios Sociales – Universidad de General San Martín. Buenos Aires. Año 2004.
Ø Schamber, Pablo J. y Suárez, Francisco M. “Cartoneros de Buenos Aires. Una mirada general sobre su situación”. En Pablo J. Schamber y Francisco M. Suárez (compiladores), “Recicloscopio. Miradas sobre recuperadores urbanos de residuos en América Latina” Universidad Nacional de General Sarmiento, Universidad Nacional de Lanús y Prometeo Libros, Buenos Aires.
Ø Shammah, Cinthia. “Territorio Basura”. Ponencia presentada ante el 1er. Foro y Congreso Internacional de Políticas de Reciclado en Grandes Urbes. Buenos Aires. Año 2007.
Ø Thwaites Rey, Mabel. “El Estado: Notas sobre su(s) significado(s)”. Publicación de la FAUD, Universidad Nacional de Mar del Plata. 1999.
Ø Zeballos de Sisto, María Cristina y Libster, Mauricio. “Régimen Jurídico de los Residuos en Argentina. Editorial La Ley. Buenos Aires, Año 2004.
[1] Abogado (UBA), Licenciado en Ciencia Política (UBA), Profesor en Docencia Superior (UTN). Docente Ayudante de la materia “Teoría del Estado” en la Facultad de Derecho, UBA. Maestrando en Ciencia Política, IDAES – UNSAM. lacasilladeraul@yahoo.com.ar
[2] Por “Basurizar” entiendo el tratar a las personas como basura, es decir, como objetos destinados al descarte. El término fue tomado de Rocío Silva: “El factor asco. Basurización simbólica y discursos autoritarios” en http://www.idl.org.pe/idlrev/revistas/173/16-20.pdf
[3] “Todos apuntan contra Macri. El empresario prometió “meter presos” a los cartoneros porque “se roban la basura” de la calle. Desde diversos sectores criticaron su “desconocimiento de la emergencia social”. Página 12 28/8/2002.


[4] “Un chico desapareció en el Ceamse y ahora lo buscan entre la basura”, Página 12, del 18.3.04.

[5] La doctrina jurídico ambiental indica un tercer frente de conflicto consistente en 3) La lucha por frenar la derivación de basura e industrias contaminantes, desde los países centrales hacia los países periféricos. (Zeballos y Libster, 2004: 79)