lunes, octubre 16, 2006

La basura como construcción social normalizadora.
Por Raúl N. Alvarez
[1]

Presentado en la II JORNADAS DE
FILOSOFIA CONTEMPORANEA.
Michel Foucault y la política.
Escuela de Humanidades.
UNSAM. Año 2006

Sostenemos en este trabajo que la basura es una noción construida socialmente, que funciona como marca en las subjetividades. Partiendo de la existencia de un núcleo de residuos caracterizado por las ciencias duras como contaminante e infeccioso, se conforma históricamente, en torno suyo, un halo de significaciones, sentidos, hábitos y sensaciones que amplían la noción de basura mucho más allá. Lo denominamos “experiencia normal de la basura”. Esta tiene un sentido social de normalizar conductas y co-constituir subjetividades, corporalmente condicionadas a sostener una noción de orden y limpieza, que no se funda ya en los preceptos de las ciencias fisico-biológicas, sino en el sentido de la dominación de la relación social que la genera.

Introducción.
En un trabajo anterior[i] nos abocamos a estudiar la relación entre los quemeros y el estado, tal como se presenta en el Relleno Norte III, en José León Suárez en la Provincia de Buenos Aires. Los quemeros son personas que ingresan al relleno a recuperar objetos entre la basura. Sacan comida, mercadería, metales, plásticos, vidrios, cartones, artículos electrónicos y eléctricos y otros materiales de valor. Por ley está prohibida la actividad de recuperación informal, pero a fuerza de enfrentamientos violentos, el estado no tuvo más opción que tolerarla, para mantenerla controlada y reducirla a su mínima expresión. ¿Por qué defiende el estado la basura? ¿Por qué no permite que los quemeros se lleven lo que les pueda servir de entre las montañas de basura?
La imagen impresionante de personas comiendo de la basura, los relatos asombrosos que hemos escuchado de experiencias ocurridas entre la basura, nos llevaron a pensar qué papel juega el asco y su trasgresión con relación a la basura. Los quemeros como personas que han perdido el asco y desnaturalizan el sentido común que tenemos acerca de las nociones de orden y limpieza atribuible al hombre moderno. Si los quemeros atravesaron la barrera significativa de la noción de basura ¿en qué consiste la basura? Los recuperadores quemeros rompen con el prejuicio y hacen de la basura su material de trabajo. ¿Entonces, eso que hay en el relleno no era basura? ¿O es que la basura no es lo que pensamos que era?
Hay un espesor de prejuicios y significaciones sociales sobre la basura que las personas “normales” sostenemos y que los quemeros han atravesado. Esta “experiencia normal de la basura” es el objeto de este trabajo. Porque pensamos que está formada por una condensación de relaciones de poder corporizadas en los sujetos que funcionan como una limitación normal en su modo de vida.

Basura, Valor y Propiedad. El papel del estado.
Sostuvimos anteriormente que la basura es el resultado disvalioso de la utilización de la propiedad privada de bienes y servicios. Lo que no sirve, lo disvalioso, no es absorbido por el propietario, sino que es entregado al sistema público de basura, para que sea el estado el que absorba esta pérdida. La política del capital, en Argentina, es siempre la misma: apropiación privada de la ganancia y acumulación pública de las pérdidas. Pero el valor negativo de la basura, es relativo al propietario que la genera. Cuando se desciende en la estructura de clases de la sociedad, nos encontramos que lo que carece de valor para una clase superior, tiene un valor positivo para personas de una clase más baja. De ahí que los sectores sociales más pobres estén interesados en la basura generada por las clases más altas. Porque allí encuentran acceso a objetos valiosos (básicamente comida) a los que no pueden acceder por la vía del mercado. El trabajo de recuperación en el basural, funciona como una instancia de redistribución de valor.
El estado es la institucionalización objetiva del aspecto de dominación de las relaciones sociales capitalistas. Como tal, mantiene una “complicidad estructural” con la red de relaciones sociales de las que procede. Por este motivo, el estado interviene en el basural activamente, reprimiendo y disuadiendo a los quemeros, de modo de evitar o minimizar la redistribución de riqueza que esta labor implica.
Nos parece necesario estudiar, además, cómo son las raíces de esta intervención estatal, sobre qué suelo se insertan, qué subjetividades la favorecen y qué trasgresiones la incomodan.

Normalidad y Mecanismos creativos del poder, según Foucault.
En el primer trabajo de “La vida de los hombres infames” señala Foucault que la distinción entre lo normal y lo patológico sirve para delimitar lo irregular, lo desviado y lo ilícito. “todo lo que se considera extraño recibe, en virtud de esta conciencia, el estatuto de la exclusión.” Más aún “El conjunto de dicotomías fundamentales que, en nuestra cultura, distribuyen a ambos lados del límite, las conformidades y las desviaciones, encuentran así una justificación y la apariencia de un fundamento.”[ii]
Como resume Susana Murillo: “Los conceptos de normalidad y anormalidad… cumplen funciones de demarcación social”[iii]. Nace así la “sociedad de normalización” que “tendió a la homogeneización de toda la población a los efectos de tornarla previsible”. Una sociedad que se desenvuelve en torno a la norma: “un conjunto mixto de legalidad y de naturaleza, de prescripción y de constitución.”[iv]
En la visión foucaultiana, la sociedad demarca a las personas y ordena sus conductas mediante la norma, mezcla de ley y prejuicio, que sirve para administrar lo que queda más allá y más acá de los límites de lo aceptado. No aspira a normalizar a toda la sociedad. Sino que necesita de la exclusión de “los anormales” para hacer deseable la normalidad.
Sobre este sustrato de normalidad se monta, se apoya, se incardina [v]y se injerta la acción del estado. La normalización en general y la disciplina en particular, no son el fundamento del estado, pero sí “suelo movedizo” sobre el que éste puede desenvolverse. Estado y normalización se complementan y apoyan recíprocamente, contribuyendo, cada uno a su modo, a la estrategia global y abstracta del poder.
La normalidad se presenta entonces como una segunda naturaleza, artificialmente creada por el poder, para producir conductas, funcionando desde el interior de las personas.
La virtualidad demarcatoria de la normalidad y los mecanismos positivos de poder que pone en acto, nos parece un concepto aplicable por analogía a la basura, aunque con algunas especificaciones y particularidades.

Experiencia normal de la basura.
Los sujetos constituidos por las pautas y prácticas habituales respecto de los residuos, desarrollan lo que llamamos una experiencia normal de la basura. Para adentrarse en la misma, se intentó superar la información procedente de la propia experiencia. A tal fin, se realizaron entrevistas, a amas de casa de nivel socioeconómico medio del Partido de General San Martín, Provincia de Aires. De las mismas recogimos los siguientes elementos:
Inutilidad: se tira a la basura lo que no sirve. Rige el criterio utilidad/inutilidad como discriminador de lo que se transforma en residuo.
Preguntamos: Tiene que ir a parar a la basura todo lo… “lo innecesario” respondió Zulma[vi].
Limpieza: lo contrario a basura es limpieza. Basura es suciedad. Los instrumentos que combaten la suciedad que impregna la basura, son los artículos de limpieza: detergente, jabón, alcohol.
Humedad: lo molesto de la basura es su humedad, que gracias a la mezcla, se transmite a todos los objetos que se encuentran en la bolsa o tacho de residuos. Los mayores flujos de residuos líquidos son derivados por cañerías de desagües. Pero algunos residuos no se puede evitar tirarlos con humedad y líquidos. La sensación que se quiere evitar es el contacto de la piel con humedades procedentes de la basura. La basura seca produce menos rechazo.
“Entrevistador: ¿Cuándo pensás que se convierte en basura?
Delia: y bueno, todo es basura, pero me agarra la sensación que es cuando tirás restos de comida, o después tirás el mate y se queda todo mojado y todo así.”[vii]
Mezcla: Se identifica la mezcla de objetos con materia basura. Sobre todo si se ha transmitido humedad entre éstos. Una vez mezclado, el objeto pertenece a la sustancia basura y genera rechazo.
Interrogamos a Delia desde cuando un objeto se convierte en basura, y ella responde “cuando está todo mojado, mezclado con todo.”
Olor: La presencia de basura se detecta por el olor, y éste es una señal de que algo de esta sustancia está en expansión. Hace necesaria una acción para restablecer el estándar de limpieza, prolijidad, orden, etc.
Asco: la basura, una vez que está mezclada y humedecida, provoca asco. El asco se describe como una sensación física de repulsión. Los niveles más altos de asco están asociados al vómito.
“No me gusta. Me da asco” Dice Delia
Zulma se explaya más:
“Entrevistador: ¿Qué te produce?
Zulma: Asco…
Entrevistador: ¿Qué significa el asco para vos?
Zulma: Repulsión, no se…
Entrevistador: ¿Qué es lo que pensás que te da asco?
Zulma: Lo que puedo encontrar. Pañales. No se. Tengo la fantasía de que en la basura –de otros- encontrás vómitos…”
Insalubridad: la basura aparece como una sustancia enfermante, sobre todo si lleva cierto tiempo acumulada, si produce olor y chorreaduras. La mezcla se asocia a la idea de fermentación y expansión de algo peligroso que puede generar intoxicaciones, infecciones y en general, enfermedades. De ahí se generaliza: todo contacto con la basura es enfermante.
“… la basura… es un foco de contaminación. Se fermenta…” Piensa Delia.
“Ya pasó a ser basura y por ahí tiene gérmenes o cosas que intoxican la comida” observa Zulma.
Localización y concentración: como la basura es sucia, asquerosa y enfermante, se la localiza en un solo lugar, cerrado o al menos confinado, ubicado dentro de la cocina, que se supone es la parte del hogar que más residuos genera. La concentración de basura en un lugar de la casa no es vista como algo perjudicial, sino como una negatividad que hay que sostener para permitir que el resto de la casa luzca limpia o prolija.
Preparación y separación. Existe el hábito de preparar la basura antes de deshacerse de ella. Se la prepara para no ensuciarse, para que no de asco, para que no chorree, para que no de olor. Pero también se la prepara con vistas al posterior trabajo de cartoneros y/o recuperadores, ya sea para ayudarlos, o para evitar que rompan las bolsas.
Educación: Se valora como correcto el inculcar en los niños hábitos de higiene y limpieza. Estas costumbres son valiosas en sí, como mera práctica.
No tacto: existe un notable rechazo a tocar la basura. Los dispositivos montados en torno a ella tienden a evitar este contacto. Se colocan mecanismos para abrir los gabinetes y tachos –que rápidamente se deterioran y descomponen-. Se utilizan bolsas para que los tachos no tengan contacto con la basura. Se trata de no tocar basura al cerrar las bolsas. Se utilizan bolsitas a modo de guantes para juntar la basura que desborda los recipientes.
“Muchas veces que me he levantado y estaba todo tirado, yo agarro una bolsa nueva u junto los papeles con esa bolsita. No toco… Porque me da asco. Por más que me lave las manos…” Afirma Delia.
Asco ajeno: se siente asco y rechazo por aquellas personas que no comparten este sentido de la basura. “No entiendo a la gente que revuelve la basura”. “Me da asco a mi ver que ellos tengan necesidad de revolver la basura…” nos dice Zulma. “Siempre pienso `pobre estos pibes que trabajan con la basura´” nos confirma Delia.

Interpretación crítica de la experiencia normal de la basura.
La experiencia normal de la basura antes reseñada, puede ser interpretada críticamente. En este sentido, nos parece que sus notas salientes son las siguientes:
Higienismo. El principal argumento para sostener este modo de vivir la basura, es la “higiene”, pero en el sentido social del término. Así, limpieza aparece vinculada al orden y la utilidad. Si bien es cierto que existe un núcleo duro infectológico, proveniente del saber médico, éste es proporcionalmente reducido en relación al total de cuidados que se tienen en torno a la materia basura. No es cierto que la basura domiciliaria recién generada sea peligrosa, o que pueda causar enfermedades, tal como se sostiene en fantasía doméstica que ronda en torno de los residuos. Ese fermento higienista extra-infectológico es el sustrato normalizador de la basura.
Mezcla y concentración. La práctica normal respecto de a basura consiste en mezclar los distintos desechos, concentrarlos en determinados lugares y a partir de allí canalizarlos al sistema público de recolección y deposición. Este sistema se corresponde con las nociones individualistas de utilidad y propiedad privada de los objetos. El propietario extrae valor de los medios materiales, y desecha los restos, que contienen para él puro valor negativo, encausándolos en el sistema público de recolección. A partir de allí, la basura se transforma en un problema ecológico, dado que la contaminación se produce como consecuencia de la mezcla y la concentración. Una política ecológica, en cambio, debería fomentar la separación, reintroducción productiva (reciclado) y responsabilización sobre el residuo, que es lo contrario de la experiencia normal de la basura.
Hipocresía Intima. La basura domiciliaria es vivida como una experiencia privada. Efectivamente, en nuestra bolsa de basura puede ser leída la historia de nuestro día, qué comimos, qué compramos, con qué nos limpiamos qué partes de nuestro cuerpo. Esa intimidad, vivida con vergüenza en los desechos, es embolsada, encubierta y ocultada. La mezcla del cesto de residuos privado, y el anonimato del sistema público de recolección, contribuyen a mantener velado el secreto de la privacidad. Rige el ocultamiento cómplice y pudoroso. Y con él el doble estándar: valorización privada, basurización pública. Desresponsabilización privada del destino de lo público. No el importa al individuo si la pila que desecha tardará 4000 años en descomponerse. Este doble estándar es análogo y funcional al doble discurso general de las instituciones, propio de una sociedad enredada en la dominación y la explotación, cuya virtud aparente es opuesta a sus núcleos profundos. La vergüenza histórica que alberga esta intimidad, es la repetición masiva e idéntica del sentimiento de subjetividad del yo, la angustia del ser alienado, de la libertad consumista, etc.
Inscripción corporal asquerosa. La humedad de la basura, sensibiliza el tacto y despierta una sensación de rechazo físicamente aprendida. Es el asco, cultivado por la educación social relativa a la basura, que incorpora en las subjetividades una sentido demarcatorio. Atravesada esa línea, se ingresa imaginariamente en una zona de peligro, se pierde el entendimiento, se degrada la humanidad. Los monstruos imaginarios de la basura son pringosos, mojados, anormales y asechantes. El asco es vivido como una experiencia subjetiva y natural. Pero es de origen social y artificial. El sentido de su inscripción en el cuerpo, es justamente la reproducción de esta experiencia normal de la basura.
El placer de tirar: Los condicionamientos e inscripciones de la basura se condensan en el placer normal del acto de tirar (botar) algo a la basura. En esa acción se entrelaza el sentido del orden, con la hipocresía de la higiene social, la recurrencia funcional a criterios utilidad/ inutilidad, y la creación de una nueva necesidad de consumo. Tiro algo para dejar limpio, ordenado, porque ya no –me- sirve, porque está viejo, pasado de moda, para que no me estorbe, o simplemente porque me cansé de él. En el acto de tirar el Yo aliena sus sentidos con el que impregnó los objetos. Parte del yo va al tacho de basura. Esa separación que el yo se produce a si mismo, es sentida como un placer. Un placer alienado que crea una nueva necesidad –también alienada- de consumo. Y la rueda vuelve a comenzar

Cirujeo y posfordismo.
Desde mediados de al década del 90, en nuestro medio, emergieron nuevas prácticas en relación a la basura. El objeto particular que despertó nuestra curiosidad es el de los quemeros, una suerte de cirujas que se desempeñan en los “rellenos sanitarios” donde se deposita la basura el CEAMSE. Más ampliamente, pululando por la ciudad, se ha visto ingresar a decenas de miles de cartoneros, en busca del valor de la basura.
La alternativa económica del cirujeo es una consecuencia no querida de la aplicación, en Argentina, de los planes de ajuste neoliberal. Posfordismo. Posbienestarismo. Posmodernismo. Las era del post- post, es también una época postdisciplinaria, en la que comienzan a ensayarse experiencias que difieren de la retícula disciplinaria normal.
La experiencia del cirujeo contradice de varias maneras la experiencia normal de la basura. Encuentra valor donde otros solo ven disvalor. Desenvuelve un trabajo fuera de las relaciones capitalistas de producción y circulación. Trabaja a contra-horario. Separa en vez de concentrar. Altera los circuitos especiales concentradores de residuos. Pero sobre todo, lo más llamativo, es que cartoneros y quemeros son personas que han perdido el asco. Abren las bolsas de basura que las personas normales cierran. Se ensucian con la mugre ajena, sacan aún sucio y mojado, con tal de rescatar valor. La trasgresión los marca: con la apariencia de suciedad, y con el estigma del olor.
En el discurso del cirujeo, es notable, que no hay mención al asco y casi no cabe la pregunta sobre él. Cuando se les llega a formular esta cuestión, la respuesta es obvia: “Y que te va a dar asco, si estas consiguiendo tu moneda. No te queda otra” responde Sergio[viii].
Lo que se registra con nitidez, es la segregación social de la que su trasgresión los hace objeto. Como expresa Matías: “Es lo último de la sociedad, así es como hay gente que desaparece en el basural y no se hace nada. Es como que se entierra un pedazo más de basura. Es algo impresionante de ver. Yo todavía no me acostumbro”[ix].
Nos encontramos entonces con un nuevo tipo de sujeto, proveniente de los márgenes estructurales de las sociedades capitalistas posfordistas, que ha encontrado una inserción productiva alternativa al capital, que ha desarrollado una experiencia de la basura que trasgrede la normalidad y que por todo esto es combatida tanto por el estado como por la sociedad en general.

Normales contra Anormales. La mediación de la basura. El estado y el Capital.
El trabajo recuperador de las cirujas en general, y de los quemeros y cartoneros en particular, se desarrolla en contra de la política del estado respecto de la basura. Lo que agregamos en este trabajo, es que el entramado de relaciones sociales de dominación capitalista sobre la basura, también se expresa, se apoya y refuerza, con un entramado simbólico cultural, que dimos en llamar experiencia normal de la basura.
Las personas normales, o normalizadas, que son la mayoría de la población, están formadas en una cultura normal de la basura. Llevan corporalmente inscripto el asco y la hipocresía. Y para reforzar su vivencia de normalidad, ejercen la discriminación sobre aquellos anormales que han traspasado la línea de la basura.
Del otro lado, los marginales hacen su trabajo, contra el asco propio y ajeno, sintiéndose objetos de esa discriminación que la experiencia normal de la basura les traza. Cuando la policía reprime en el basural, o cuando corre a los cartoneros por cortar la vía reclamando su tren, no está sola. La acción del estado se apoya en la experiencia normal y masiva de la basura, y la ratifica.
Lo asombroso del caso, es que en un contexto económico adverso, en un entramado político desfavorable, en una reticularidad social discriminatoria, los quemeros y cartoneros logren ser lo que son. ¿Cómo consiguen estos sujetos encontrar dignidad en lo que hacen, pese a la estigmatización general? ¿Cómo consignen trastocar marginación en alternativa, y discriminación en identidad?
Levantar el velo de la asquerosidad, bajo el cual subyacen nuestras íntimas miserias. Denunciar la hipocresía productiva de la normalidad. Desmantelar la creación mentirosa del consumo. Denunciar el trasfondo económico, político e ideológico de su situación. Nuevos caminos delineados en el sendero de la basura.
Raúl Néstor Alvarez. Octubre de 2006.

[1] Abogado (UBA), Licenciado en Ciencia Política (UBA), Profesor de Nivel Superior (UTN) y Auxiliar Docente de la materia “Teoría del Estado” en la Facultad de Derecho, UBA. lacasilladeraul@yahoo.com.ar
[i] ALVAREZ, Raúl Néstor. “Los quemeros y el estado” Ponencia presentada en las III Jornadas de Teoría del Estado, Septiembre de 2006. Facultad de Derecho y Ciencias Sociales. Universidad de Buenos Aires.
[ii] M.Foucault, La vida de los hombres infames. Cap. 1. Editorial Altamira. La Plata, Argentina. 1996. pag. 13.
[iii] S.Murillo. El Discurso de Foucault. Cap. VI. Oficina de publicaciones del CBC. UBA- Buenos Aires. 1997. Pag. 201.
[iv] M.Foucault. Vigilar y Castigar. El nacimiento de la prisión. Siglo XXI editores. México. 2000. pag. 310.
[v] M.Foucault. La vida de los hombres infames. Op. Cit. Pag. 129 y 131.

[vi] Entrevista a Zulma.
[vii] Entrevista a Delia.
[viii] Entrevista a Néstor, Ariel y Sergio.
[ix] MUCCHIUT, María; MOSSINI, Ana y PAZ VILLAGRA, Lourdes. “El problema del cirujeo en el marco del Proyecto de la Planta de Resíduos Sólidos Urbanos de la Organización 8 de Mayo" Taller de Nivel III, de la Carrera de Trabajo Social, de la Faculta de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Pag. 54.