lunes, octubre 16, 2006

La basura como construcción social normalizadora.
Por Raúl N. Alvarez
[1]

Presentado en la II JORNADAS DE
FILOSOFIA CONTEMPORANEA.
Michel Foucault y la política.
Escuela de Humanidades.
UNSAM. Año 2006

Sostenemos en este trabajo que la basura es una noción construida socialmente, que funciona como marca en las subjetividades. Partiendo de la existencia de un núcleo de residuos caracterizado por las ciencias duras como contaminante e infeccioso, se conforma históricamente, en torno suyo, un halo de significaciones, sentidos, hábitos y sensaciones que amplían la noción de basura mucho más allá. Lo denominamos “experiencia normal de la basura”. Esta tiene un sentido social de normalizar conductas y co-constituir subjetividades, corporalmente condicionadas a sostener una noción de orden y limpieza, que no se funda ya en los preceptos de las ciencias fisico-biológicas, sino en el sentido de la dominación de la relación social que la genera.

Introducción.
En un trabajo anterior[i] nos abocamos a estudiar la relación entre los quemeros y el estado, tal como se presenta en el Relleno Norte III, en José León Suárez en la Provincia de Buenos Aires. Los quemeros son personas que ingresan al relleno a recuperar objetos entre la basura. Sacan comida, mercadería, metales, plásticos, vidrios, cartones, artículos electrónicos y eléctricos y otros materiales de valor. Por ley está prohibida la actividad de recuperación informal, pero a fuerza de enfrentamientos violentos, el estado no tuvo más opción que tolerarla, para mantenerla controlada y reducirla a su mínima expresión. ¿Por qué defiende el estado la basura? ¿Por qué no permite que los quemeros se lleven lo que les pueda servir de entre las montañas de basura?
La imagen impresionante de personas comiendo de la basura, los relatos asombrosos que hemos escuchado de experiencias ocurridas entre la basura, nos llevaron a pensar qué papel juega el asco y su trasgresión con relación a la basura. Los quemeros como personas que han perdido el asco y desnaturalizan el sentido común que tenemos acerca de las nociones de orden y limpieza atribuible al hombre moderno. Si los quemeros atravesaron la barrera significativa de la noción de basura ¿en qué consiste la basura? Los recuperadores quemeros rompen con el prejuicio y hacen de la basura su material de trabajo. ¿Entonces, eso que hay en el relleno no era basura? ¿O es que la basura no es lo que pensamos que era?
Hay un espesor de prejuicios y significaciones sociales sobre la basura que las personas “normales” sostenemos y que los quemeros han atravesado. Esta “experiencia normal de la basura” es el objeto de este trabajo. Porque pensamos que está formada por una condensación de relaciones de poder corporizadas en los sujetos que funcionan como una limitación normal en su modo de vida.

Basura, Valor y Propiedad. El papel del estado.
Sostuvimos anteriormente que la basura es el resultado disvalioso de la utilización de la propiedad privada de bienes y servicios. Lo que no sirve, lo disvalioso, no es absorbido por el propietario, sino que es entregado al sistema público de basura, para que sea el estado el que absorba esta pérdida. La política del capital, en Argentina, es siempre la misma: apropiación privada de la ganancia y acumulación pública de las pérdidas. Pero el valor negativo de la basura, es relativo al propietario que la genera. Cuando se desciende en la estructura de clases de la sociedad, nos encontramos que lo que carece de valor para una clase superior, tiene un valor positivo para personas de una clase más baja. De ahí que los sectores sociales más pobres estén interesados en la basura generada por las clases más altas. Porque allí encuentran acceso a objetos valiosos (básicamente comida) a los que no pueden acceder por la vía del mercado. El trabajo de recuperación en el basural, funciona como una instancia de redistribución de valor.
El estado es la institucionalización objetiva del aspecto de dominación de las relaciones sociales capitalistas. Como tal, mantiene una “complicidad estructural” con la red de relaciones sociales de las que procede. Por este motivo, el estado interviene en el basural activamente, reprimiendo y disuadiendo a los quemeros, de modo de evitar o minimizar la redistribución de riqueza que esta labor implica.
Nos parece necesario estudiar, además, cómo son las raíces de esta intervención estatal, sobre qué suelo se insertan, qué subjetividades la favorecen y qué trasgresiones la incomodan.

Normalidad y Mecanismos creativos del poder, según Foucault.
En el primer trabajo de “La vida de los hombres infames” señala Foucault que la distinción entre lo normal y lo patológico sirve para delimitar lo irregular, lo desviado y lo ilícito. “todo lo que se considera extraño recibe, en virtud de esta conciencia, el estatuto de la exclusión.” Más aún “El conjunto de dicotomías fundamentales que, en nuestra cultura, distribuyen a ambos lados del límite, las conformidades y las desviaciones, encuentran así una justificación y la apariencia de un fundamento.”[ii]
Como resume Susana Murillo: “Los conceptos de normalidad y anormalidad… cumplen funciones de demarcación social”[iii]. Nace así la “sociedad de normalización” que “tendió a la homogeneización de toda la población a los efectos de tornarla previsible”. Una sociedad que se desenvuelve en torno a la norma: “un conjunto mixto de legalidad y de naturaleza, de prescripción y de constitución.”[iv]
En la visión foucaultiana, la sociedad demarca a las personas y ordena sus conductas mediante la norma, mezcla de ley y prejuicio, que sirve para administrar lo que queda más allá y más acá de los límites de lo aceptado. No aspira a normalizar a toda la sociedad. Sino que necesita de la exclusión de “los anormales” para hacer deseable la normalidad.
Sobre este sustrato de normalidad se monta, se apoya, se incardina [v]y se injerta la acción del estado. La normalización en general y la disciplina en particular, no son el fundamento del estado, pero sí “suelo movedizo” sobre el que éste puede desenvolverse. Estado y normalización se complementan y apoyan recíprocamente, contribuyendo, cada uno a su modo, a la estrategia global y abstracta del poder.
La normalidad se presenta entonces como una segunda naturaleza, artificialmente creada por el poder, para producir conductas, funcionando desde el interior de las personas.
La virtualidad demarcatoria de la normalidad y los mecanismos positivos de poder que pone en acto, nos parece un concepto aplicable por analogía a la basura, aunque con algunas especificaciones y particularidades.

Experiencia normal de la basura.
Los sujetos constituidos por las pautas y prácticas habituales respecto de los residuos, desarrollan lo que llamamos una experiencia normal de la basura. Para adentrarse en la misma, se intentó superar la información procedente de la propia experiencia. A tal fin, se realizaron entrevistas, a amas de casa de nivel socioeconómico medio del Partido de General San Martín, Provincia de Aires. De las mismas recogimos los siguientes elementos:
Inutilidad: se tira a la basura lo que no sirve. Rige el criterio utilidad/inutilidad como discriminador de lo que se transforma en residuo.
Preguntamos: Tiene que ir a parar a la basura todo lo… “lo innecesario” respondió Zulma[vi].
Limpieza: lo contrario a basura es limpieza. Basura es suciedad. Los instrumentos que combaten la suciedad que impregna la basura, son los artículos de limpieza: detergente, jabón, alcohol.
Humedad: lo molesto de la basura es su humedad, que gracias a la mezcla, se transmite a todos los objetos que se encuentran en la bolsa o tacho de residuos. Los mayores flujos de residuos líquidos son derivados por cañerías de desagües. Pero algunos residuos no se puede evitar tirarlos con humedad y líquidos. La sensación que se quiere evitar es el contacto de la piel con humedades procedentes de la basura. La basura seca produce menos rechazo.
“Entrevistador: ¿Cuándo pensás que se convierte en basura?
Delia: y bueno, todo es basura, pero me agarra la sensación que es cuando tirás restos de comida, o después tirás el mate y se queda todo mojado y todo así.”[vii]
Mezcla: Se identifica la mezcla de objetos con materia basura. Sobre todo si se ha transmitido humedad entre éstos. Una vez mezclado, el objeto pertenece a la sustancia basura y genera rechazo.
Interrogamos a Delia desde cuando un objeto se convierte en basura, y ella responde “cuando está todo mojado, mezclado con todo.”
Olor: La presencia de basura se detecta por el olor, y éste es una señal de que algo de esta sustancia está en expansión. Hace necesaria una acción para restablecer el estándar de limpieza, prolijidad, orden, etc.
Asco: la basura, una vez que está mezclada y humedecida, provoca asco. El asco se describe como una sensación física de repulsión. Los niveles más altos de asco están asociados al vómito.
“No me gusta. Me da asco” Dice Delia
Zulma se explaya más:
“Entrevistador: ¿Qué te produce?
Zulma: Asco…
Entrevistador: ¿Qué significa el asco para vos?
Zulma: Repulsión, no se…
Entrevistador: ¿Qué es lo que pensás que te da asco?
Zulma: Lo que puedo encontrar. Pañales. No se. Tengo la fantasía de que en la basura –de otros- encontrás vómitos…”
Insalubridad: la basura aparece como una sustancia enfermante, sobre todo si lleva cierto tiempo acumulada, si produce olor y chorreaduras. La mezcla se asocia a la idea de fermentación y expansión de algo peligroso que puede generar intoxicaciones, infecciones y en general, enfermedades. De ahí se generaliza: todo contacto con la basura es enfermante.
“… la basura… es un foco de contaminación. Se fermenta…” Piensa Delia.
“Ya pasó a ser basura y por ahí tiene gérmenes o cosas que intoxican la comida” observa Zulma.
Localización y concentración: como la basura es sucia, asquerosa y enfermante, se la localiza en un solo lugar, cerrado o al menos confinado, ubicado dentro de la cocina, que se supone es la parte del hogar que más residuos genera. La concentración de basura en un lugar de la casa no es vista como algo perjudicial, sino como una negatividad que hay que sostener para permitir que el resto de la casa luzca limpia o prolija.
Preparación y separación. Existe el hábito de preparar la basura antes de deshacerse de ella. Se la prepara para no ensuciarse, para que no de asco, para que no chorree, para que no de olor. Pero también se la prepara con vistas al posterior trabajo de cartoneros y/o recuperadores, ya sea para ayudarlos, o para evitar que rompan las bolsas.
Educación: Se valora como correcto el inculcar en los niños hábitos de higiene y limpieza. Estas costumbres son valiosas en sí, como mera práctica.
No tacto: existe un notable rechazo a tocar la basura. Los dispositivos montados en torno a ella tienden a evitar este contacto. Se colocan mecanismos para abrir los gabinetes y tachos –que rápidamente se deterioran y descomponen-. Se utilizan bolsas para que los tachos no tengan contacto con la basura. Se trata de no tocar basura al cerrar las bolsas. Se utilizan bolsitas a modo de guantes para juntar la basura que desborda los recipientes.
“Muchas veces que me he levantado y estaba todo tirado, yo agarro una bolsa nueva u junto los papeles con esa bolsita. No toco… Porque me da asco. Por más que me lave las manos…” Afirma Delia.
Asco ajeno: se siente asco y rechazo por aquellas personas que no comparten este sentido de la basura. “No entiendo a la gente que revuelve la basura”. “Me da asco a mi ver que ellos tengan necesidad de revolver la basura…” nos dice Zulma. “Siempre pienso `pobre estos pibes que trabajan con la basura´” nos confirma Delia.

Interpretación crítica de la experiencia normal de la basura.
La experiencia normal de la basura antes reseñada, puede ser interpretada críticamente. En este sentido, nos parece que sus notas salientes son las siguientes:
Higienismo. El principal argumento para sostener este modo de vivir la basura, es la “higiene”, pero en el sentido social del término. Así, limpieza aparece vinculada al orden y la utilidad. Si bien es cierto que existe un núcleo duro infectológico, proveniente del saber médico, éste es proporcionalmente reducido en relación al total de cuidados que se tienen en torno a la materia basura. No es cierto que la basura domiciliaria recién generada sea peligrosa, o que pueda causar enfermedades, tal como se sostiene en fantasía doméstica que ronda en torno de los residuos. Ese fermento higienista extra-infectológico es el sustrato normalizador de la basura.
Mezcla y concentración. La práctica normal respecto de a basura consiste en mezclar los distintos desechos, concentrarlos en determinados lugares y a partir de allí canalizarlos al sistema público de recolección y deposición. Este sistema se corresponde con las nociones individualistas de utilidad y propiedad privada de los objetos. El propietario extrae valor de los medios materiales, y desecha los restos, que contienen para él puro valor negativo, encausándolos en el sistema público de recolección. A partir de allí, la basura se transforma en un problema ecológico, dado que la contaminación se produce como consecuencia de la mezcla y la concentración. Una política ecológica, en cambio, debería fomentar la separación, reintroducción productiva (reciclado) y responsabilización sobre el residuo, que es lo contrario de la experiencia normal de la basura.
Hipocresía Intima. La basura domiciliaria es vivida como una experiencia privada. Efectivamente, en nuestra bolsa de basura puede ser leída la historia de nuestro día, qué comimos, qué compramos, con qué nos limpiamos qué partes de nuestro cuerpo. Esa intimidad, vivida con vergüenza en los desechos, es embolsada, encubierta y ocultada. La mezcla del cesto de residuos privado, y el anonimato del sistema público de recolección, contribuyen a mantener velado el secreto de la privacidad. Rige el ocultamiento cómplice y pudoroso. Y con él el doble estándar: valorización privada, basurización pública. Desresponsabilización privada del destino de lo público. No el importa al individuo si la pila que desecha tardará 4000 años en descomponerse. Este doble estándar es análogo y funcional al doble discurso general de las instituciones, propio de una sociedad enredada en la dominación y la explotación, cuya virtud aparente es opuesta a sus núcleos profundos. La vergüenza histórica que alberga esta intimidad, es la repetición masiva e idéntica del sentimiento de subjetividad del yo, la angustia del ser alienado, de la libertad consumista, etc.
Inscripción corporal asquerosa. La humedad de la basura, sensibiliza el tacto y despierta una sensación de rechazo físicamente aprendida. Es el asco, cultivado por la educación social relativa a la basura, que incorpora en las subjetividades una sentido demarcatorio. Atravesada esa línea, se ingresa imaginariamente en una zona de peligro, se pierde el entendimiento, se degrada la humanidad. Los monstruos imaginarios de la basura son pringosos, mojados, anormales y asechantes. El asco es vivido como una experiencia subjetiva y natural. Pero es de origen social y artificial. El sentido de su inscripción en el cuerpo, es justamente la reproducción de esta experiencia normal de la basura.
El placer de tirar: Los condicionamientos e inscripciones de la basura se condensan en el placer normal del acto de tirar (botar) algo a la basura. En esa acción se entrelaza el sentido del orden, con la hipocresía de la higiene social, la recurrencia funcional a criterios utilidad/ inutilidad, y la creación de una nueva necesidad de consumo. Tiro algo para dejar limpio, ordenado, porque ya no –me- sirve, porque está viejo, pasado de moda, para que no me estorbe, o simplemente porque me cansé de él. En el acto de tirar el Yo aliena sus sentidos con el que impregnó los objetos. Parte del yo va al tacho de basura. Esa separación que el yo se produce a si mismo, es sentida como un placer. Un placer alienado que crea una nueva necesidad –también alienada- de consumo. Y la rueda vuelve a comenzar

Cirujeo y posfordismo.
Desde mediados de al década del 90, en nuestro medio, emergieron nuevas prácticas en relación a la basura. El objeto particular que despertó nuestra curiosidad es el de los quemeros, una suerte de cirujas que se desempeñan en los “rellenos sanitarios” donde se deposita la basura el CEAMSE. Más ampliamente, pululando por la ciudad, se ha visto ingresar a decenas de miles de cartoneros, en busca del valor de la basura.
La alternativa económica del cirujeo es una consecuencia no querida de la aplicación, en Argentina, de los planes de ajuste neoliberal. Posfordismo. Posbienestarismo. Posmodernismo. Las era del post- post, es también una época postdisciplinaria, en la que comienzan a ensayarse experiencias que difieren de la retícula disciplinaria normal.
La experiencia del cirujeo contradice de varias maneras la experiencia normal de la basura. Encuentra valor donde otros solo ven disvalor. Desenvuelve un trabajo fuera de las relaciones capitalistas de producción y circulación. Trabaja a contra-horario. Separa en vez de concentrar. Altera los circuitos especiales concentradores de residuos. Pero sobre todo, lo más llamativo, es que cartoneros y quemeros son personas que han perdido el asco. Abren las bolsas de basura que las personas normales cierran. Se ensucian con la mugre ajena, sacan aún sucio y mojado, con tal de rescatar valor. La trasgresión los marca: con la apariencia de suciedad, y con el estigma del olor.
En el discurso del cirujeo, es notable, que no hay mención al asco y casi no cabe la pregunta sobre él. Cuando se les llega a formular esta cuestión, la respuesta es obvia: “Y que te va a dar asco, si estas consiguiendo tu moneda. No te queda otra” responde Sergio[viii].
Lo que se registra con nitidez, es la segregación social de la que su trasgresión los hace objeto. Como expresa Matías: “Es lo último de la sociedad, así es como hay gente que desaparece en el basural y no se hace nada. Es como que se entierra un pedazo más de basura. Es algo impresionante de ver. Yo todavía no me acostumbro”[ix].
Nos encontramos entonces con un nuevo tipo de sujeto, proveniente de los márgenes estructurales de las sociedades capitalistas posfordistas, que ha encontrado una inserción productiva alternativa al capital, que ha desarrollado una experiencia de la basura que trasgrede la normalidad y que por todo esto es combatida tanto por el estado como por la sociedad en general.

Normales contra Anormales. La mediación de la basura. El estado y el Capital.
El trabajo recuperador de las cirujas en general, y de los quemeros y cartoneros en particular, se desarrolla en contra de la política del estado respecto de la basura. Lo que agregamos en este trabajo, es que el entramado de relaciones sociales de dominación capitalista sobre la basura, también se expresa, se apoya y refuerza, con un entramado simbólico cultural, que dimos en llamar experiencia normal de la basura.
Las personas normales, o normalizadas, que son la mayoría de la población, están formadas en una cultura normal de la basura. Llevan corporalmente inscripto el asco y la hipocresía. Y para reforzar su vivencia de normalidad, ejercen la discriminación sobre aquellos anormales que han traspasado la línea de la basura.
Del otro lado, los marginales hacen su trabajo, contra el asco propio y ajeno, sintiéndose objetos de esa discriminación que la experiencia normal de la basura les traza. Cuando la policía reprime en el basural, o cuando corre a los cartoneros por cortar la vía reclamando su tren, no está sola. La acción del estado se apoya en la experiencia normal y masiva de la basura, y la ratifica.
Lo asombroso del caso, es que en un contexto económico adverso, en un entramado político desfavorable, en una reticularidad social discriminatoria, los quemeros y cartoneros logren ser lo que son. ¿Cómo consiguen estos sujetos encontrar dignidad en lo que hacen, pese a la estigmatización general? ¿Cómo consignen trastocar marginación en alternativa, y discriminación en identidad?
Levantar el velo de la asquerosidad, bajo el cual subyacen nuestras íntimas miserias. Denunciar la hipocresía productiva de la normalidad. Desmantelar la creación mentirosa del consumo. Denunciar el trasfondo económico, político e ideológico de su situación. Nuevos caminos delineados en el sendero de la basura.
Raúl Néstor Alvarez. Octubre de 2006.

[1] Abogado (UBA), Licenciado en Ciencia Política (UBA), Profesor de Nivel Superior (UTN) y Auxiliar Docente de la materia “Teoría del Estado” en la Facultad de Derecho, UBA. lacasilladeraul@yahoo.com.ar
[i] ALVAREZ, Raúl Néstor. “Los quemeros y el estado” Ponencia presentada en las III Jornadas de Teoría del Estado, Septiembre de 2006. Facultad de Derecho y Ciencias Sociales. Universidad de Buenos Aires.
[ii] M.Foucault, La vida de los hombres infames. Cap. 1. Editorial Altamira. La Plata, Argentina. 1996. pag. 13.
[iii] S.Murillo. El Discurso de Foucault. Cap. VI. Oficina de publicaciones del CBC. UBA- Buenos Aires. 1997. Pag. 201.
[iv] M.Foucault. Vigilar y Castigar. El nacimiento de la prisión. Siglo XXI editores. México. 2000. pag. 310.
[v] M.Foucault. La vida de los hombres infames. Op. Cit. Pag. 129 y 131.

[vi] Entrevista a Zulma.
[vii] Entrevista a Delia.
[viii] Entrevista a Néstor, Ariel y Sergio.
[ix] MUCCHIUT, María; MOSSINI, Ana y PAZ VILLAGRA, Lourdes. “El problema del cirujeo en el marco del Proyecto de la Planta de Resíduos Sólidos Urbanos de la Organización 8 de Mayo" Taller de Nivel III, de la Carrera de Trabajo Social, de la Faculta de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Pag. 54.

lunes, octubre 02, 2006

Los quemeros y el Estado.

Introducción.
¿Por qué defiende, el estado, la basura? ¿Por qué no deja a los pobres, que se lleven lo que les sirve, de lo que otros desechan? ¿Por qué se monta un dispositivo de seguridad y disuasión en torno a montañas de desechos?

En este trabajo pretendemos acercarnos a la problemática de la lucha que libran los pobres, y el estado, en torno a la recuperación de basura, tal como se presenta en el Relleno Norte del CEAMSE, ubicado en el Noroeste del Gran Buenos Aires. La hipótesis que mueve este relato es que el estado[1] interviene en este conflicto, en defensa de los intereses de los sectores sociales dominantes de la estructura socioeconómica argentina actual.
La información sobre la que trabajamos procede de diferentes fuentes: Noticias recogidas de los diarios digitales accesibles por internet, entrevistas, Noticias televisivas, experiencias de la propia vida cotidiana, y datos recabados como consecuencia de la propia acción participante. Estos últimos bastante difíciles de formalizar. Este sustrato fue cruzado con elementos provenientes de las ciencias jurídicas y de las ciencias sociales. La labor desarrollada dio lugar a las conclusiones que se plantean al final, y abre las perspectiva de un conjunto de nuevos nudos problemáticos, que son planteados como parte integrante de este documento, en forma de interrogaciones a profundizar.

Los Quemeros.
Desde el nacimiento mismo de basurales a cielo abierto, aparecieron personas que se ocupaban de revolver los residuos en busca de objetos de valor. Recibieron el nombre quemeros. Y aunque el método de tratamiento por incineración haya quedado fuera de uso –hoy no está permitido quemar residuos- a los que buscan en la basura se los sigue llamando “quemeros”. Se diferencian de los “Cartoneros”, que se caracterizan por recorrer los centros urbanos, munidos de “carros”, en los que juntan cartones y otros objetos recuperables.
En tanto conjunto social, los quemeros que ingresan al relleno que investigamos son heterogéneos y desconectados entre si. En los últimos tiempos lograron un conocimiento mutuo de tanto verse en el mismo lugar. Pero tienen débiles lazos de solidaridad entre ellos. No cuentan con una organización social que los abarque, y dentro del lugar de trabajo tienen una actitud de competencia más que de colaboración. Según Ramón[2]: “No hay ninguna organización porque son distintos barrios, distintas gente. Hay mucho individualismo”. Su ambición de fondo es “que nos den un playón y cuando llegan los camiones poder sacar el papel, el cartón, el plástico y el metal que son materiales reciclables. No queremos pisar basura.”[3]

Se trata, en general, de personas que no han pasado por la experiencia de un trabajo asalariado regular, con requerimientos de cumplimiento de horarios, organización colectiva, acatamiento de directivas, división de tareas, etc. Menos aún han pasado por experiencias de sindicalización. Si bien no se ha desarrollado un estudio sistemático de su composición, aparecen en principio como marginales que se ubican en el estrato más bajo de los sectores populares, por debajo aún de la “clase obrera” tradicional. Comparten entre sí lo marginal de su situación: la insatisfacción de necesidades básicas, la ocupación ilegal de la tierra donde edificaron sus viviendas, la violencia del entorno, la escasa disponibilidad de medios económicos dinerarios. Esto último, pensado no solo en el sentido evidente de que son pobres, sino en cuanto a que sus estrategias de subsistencia están prácticamente desvinculadas del mercado capitalista.

Desechos valiosos.
¿Qué recogen los quemeros? No responden a un criterio único. Recogen lo que les puede servir, o que puedan vender. Algunos buscan comida para alimentarse ellos y sus familias. Puede ser comida envasada o no. De apariencia limpia o no. Otros buscan “mercadería” para su consumo, o incluso para hacer circular, sea por solidaridad, por canje o por venta. Otros buscan metales, plásticos o cartones. En general, aún los quemeros especializados en determinados desechos, si encuentran algún objeto de valor, aunque no lo estén buscando, lo recogen de todos modos. En algunos casos se encuentran aparatos electrodomésticos en buen estado de funcionamiento, teléfonos celulares, indumentaria, etc. Según Nora”… Cada cual tiene un objetivo. Sabe lo que se vende y se paga más.”. A modo de ejemplo, dice Rosa: “… yo traigo telas. Si hay buena mercadería, traigo…”El resultado de la búsqueda siempre es azaroso. El quemero no sabe si va a encontrar algo o no. Y no sabe qué va a encontrar.

El relleno.
La zona que nos ocupa, se llama actualmente “Relleno Norte III”, un centro de disposición final (así se llama a las zonas de relleno en operaciones) del CEAMSE en el norte del Gran Buenos Aires. Allí llevan adelante su tarea los quemeros que investigamos.
En ese lugar se da “disposición final” a los RSU[4] (residuos sólidos urbanos) provenientes de la Ciudad de Buenos Aires y el Conurbano Bonaerense. El relleno es operado por el/la CEAMSE (Coordinadora Ecolóciga Area Metropolitana Sociedad del Estado), una empresa del estado que pertenece por igual a la Ciudad Autónoma y a la Provincia de Buenos Aires.
El lugar elegido para este relleno, data de la década de los 70. Originalmente era una zona de bañados, completamente despoblada. Un área inundable y alejada de los centros urbanos. Pero con el correr del tiempo, el encarecimiento de la tierra urbana y el deterioro de las condiciones materiales de vida de los sectores populares, el relleno se rodeó de gran cantidad de barrios populares, bajo la forma de asentamientos y villas.
En el corredor asignado, el CEAMSE construyó y actualmente administra el “Camino del Buen Ayre”, una importante autopista, que une los Norte y Oeste del Gran Buenos Aires.

Basura y propiedad.
El residuo es tal, solo en relación a la propiedad. El dueño usa y disfruta su objeto, lo aprovecha, lo transforma, o le agrega valor, etc. Una consecuencia secundaria del proceso de agregación de valor (producción) es la generación de un rechazo, un residuo, una porción del objeto de trabajo que está caracterizado por su valor de cambio negativo. Es más barato desecharlo que reaprovecharlo. Entonces se transforma en basura.
El residuo siempre se genera en la producción, sea en forma directa, o indirecta. Cuando el residuo pueda aparece visible en la instancia del consumo, por ejemplo al descartar un envase plástico de una bebida, no se está generando un residuo. Dado que por el diseño del envase y comercialización del producto, este no puede ser consumido sino generando residuo.
La existencia de un sistema público de recolección y tratamiento de basura es un servicio complementario que el estado presta a los propietarios privados de bienes en general. Independientemente de su carácter oneroso o gratuito, o de lo rentable o deficitario de esta actividad, es claro que por el necesario ejercicio de vigilancia armada y recurso último al poder de coerción, solo puede ser prestada por el estado.
Cuando un bien, mueble o inmueble, es abandonado, el derecho de propiedad se extingue[5], el propietario se desliga de toda responsabilidad al respecto, y puede ser reapropiado por cualquiera. Pero este régimen general no se aplica a la basura[6].
Cuando el residuo es entregado al recolector, en cambio, el generador de residuos mantiene responsabilidad civil por los daños que este residuo pueda generar[7]. Y tiene derecho a que el mismo no sea reintroducido en el mercado. Una vez puesto en manos del sistema de recolección, tratamiento y disposición de residuos, el destino de la basura es su “disposición final”[8].

Diferencia social y valor de la basura.
El diseño de este sistema de circulación de bienes y residuos, da por supuesta una homogeneidad social que no se condice con la realidad de las sociedades capitalistas.
La basura generada por una empresa industrial, que en términos sociales se ubica dentro de los sectores dominantes, tiene un disvalor de uso y de cambio[9], que la hace desechable. Pero ese disvalor es relativo al propietario. Ese objeto no tiene valor para el empresario. Pero el mismo material, puesto en propiedad de miembros de clases subalternas o de un circuito social de reciclaje, sí puede ser valorizado.
Por ejemplo: una terminal automotriz recibe autopartes importadas en empaques de madera. Esta madera no puede ser usada en la fabricación de automóviles, y no es rentable su reventa. De modo que pasa a ser residuo.
Pero la misma madera, en manos de una familia sin techo, tiene un inmenso valor, dado que puede ser aprovechada para construir su vivienda.
Esta es la razón del trabajo de los quemeros. Ellos encuentran valor positivo en lo que las clases altas encuentran valor negativo.

La etapa policial.
Los quemeros entrevistados residen en el Asentamiento 8 de Mayo, ubicado en Barrio Libertador, Partido de General San Martín, Provincia de Buenos Aires. El Barrio está situado a la vera de camino del Buen Ayre, a pocos metros de una de las entradas al Relleno Norte III del CEAMSE.
La acción territorial de asentamiento en esas tierras data del 8 de Mayo de 1998, de modo que sus vecinos no registran cómo era el trabajo quemero antes de esa fecha. Aunque nadie duda que los quemeros existieron desde siempre.
La mayoría de los habitantes del asentamiento original se desempeñaban como quemeros, cirujas o cartoneros.
En los comienzos, cuenta Nora: “Nosotros íbamos de madrugada. Salíamos a las 2 de la mañana, andábamos con las linternas, buscando. Veíamos al policía y nos sepultábamos junto con la basura. Si nos enganchaban ahí adentro nos molían a palos
Entraban de noche al relleno. A escondidas. Buscaban en la basura, recogían objetos de valor, y los traían en bolsas.
En los primeros tiempos, la custodia del relleno estaba a cargo de empresas de seguridad privadas, pero en la medida en que la cantidad de quemeros que ingresaban se fue incrementando, hacia el año 2001, el control del mismo quedó en manos de la policía bonaerense.
” A los tiros nos sacaban”, resume Rosa. La acción policial típica consistía en “cazar” quemeros, golpearlos, quitarles los objetos de valor que hallaran, y luego llevarlos, como castigo, a sitios alejados. Relata Nora: “La policía no nos llevaba a la comisaría cuando nos agarraban. Los agarraban y los abandonaban por San Miguel, por Moreno. Si tenés plata en los bolsillos volvés, en colectivo. De lo contrario caminas. No nos llevaban a una comisaría.” Como ratifica Rosa:” A mi me sacaron la bolsa, piso todo y no nos dio nada. Me dieron un par de palazos. Esto es cuando entrábamos de noche”.
Al cobrar masividad el asedio quemero al relleno, pasó a abarcar otras modalidades. Se agregó la actividad de recolección diurna, contando para ello con la “permeabilidad” de la vigilancia en algunas zonas.
Ramón ratifica: “Simplemente los reprimían, golpeaban y los dejaban. Le sacaban lo poco que podían juntar y tipo castigo los llevaban y los dejaban lejos. De Villa Hidalgo a San Miguel para que hagan todo ese trayecto, en forma de castigo. Aparte que golpeaban. Uno como particular no puede hacer una denuncia porque era privado”
En los “tiempos calientes” del año 2001 se adoptó la modalidad de recuperación directa desde el camión, antes de que este ingrese al relleno, generando de hecho, un espontáneo corte de ruta sobre el camino del Buen Ayre: ”Antes pasaban los camiones y la gente se tiraba arriba. No pasaban… Camión que iba a la quema, camión que atacábamos. Era la única manera era sacar limpio. No permitían entrar allá y si permitían no permitían sacar limpio. Se sacaba a los tiros.”(Lorena)
Desde que recrudeció la situación económica, los quemeros asediaron de distintas maneras su material de trabajo:
a) Por ingreso ilegal al relleno, a diferentas horas, desde distintos lugares. Podía tratarse de ingreso libre, o burlando la vigilancia, o sobornándola, o participándola de las ganancias.
b) Por asedio sistemático a los camiones que ingresaran al relleno. Cuando llegaban camiones “de los buenos”, los atacaban.
c) Por Corte de ruta. La entrada el relleno, sobre el Buen Ayre, a metros de la vivienda de los quemeros, hace que éste sea un recurso de lucha constantemente a mano, y los sitúa, de alguna manera, dentro del marco amplio del movimiento piquetero[10].
d) Por “resistencia” dentro del terreno del relleno, sea escapando de la policía, sea escondiéndose bajo la basura, sea aprovechando el horario nocturno de ingreso, etc. En una oportunidad, al menos, se registró una virtual “toma” (con incendio incluido) de parte del predio.[11]

La violencia que es noticia.
El domingo 14 de Marzo del 2004 Diego Duarte fue con su hermano a “metalear” al relleno. Ingresaron, como siempre, clandestinamente. Al ser descubiertos por la policía, él y su hermano debieron esconderse debajo de la basura. Minutos después, cuando su hermano se levanta para escapar, en el lugar en que estaba su hermano encuentra una montaña de toneladas de basura. Diego Duarte, desde entonces, permanece desaparecido, pese a que ha sido largamente buscado dentro del basural. Entre el dolor y la gravedad del hecho, su hermana ya no calla: “Si no está acá, yo estoy segura que lo sacaron los propios policías y tiraron el cuerpo en cualquier lado… son los mismos que se ensañan con las más de cien personas que entran cada noche a buscar comida o metales. Los corren, les disparan a los pies y regalan golpizas a lo hombres y manoseos a las mujeres. Casi nunca reciben denuncias porque muchos tienen miedo, otros creen que perdieron los derechos por haber entrado sin permiso…”[12]
El 25 de Agosto de 2004, otra víctima cobró notoriedad pública: Omar Viaggi, de 16 años, que logró sobrevivir. “Los vecinos de los alrededores del basural entraron como lo hacen todas las tardes desde hace años a riesgo de caer bajo los disparos que cada tanto, lanzan los empleados de seguridad de la empresa del estado. El miércoles sucedió algo parecido. Los custodios convocaron a la policía de San Martín para detener el avance de la gente. Un suboficial disparó con una 9 milímetros …”[13] “En este sentido, Lorena Pastoriza, secretaria adjunta de la CTA San Martín- Tres de Febrero señaló que ´los disparos fueron ejecutados a los pies de los chicos. Poniendo en práctica una peligrosa modalidad intimidatorio.”[14]
Estos dos hechos, de nítido impacto en los medios de comunicación, dejan a la vista de la opinión pública, la política represiva estatal, y fuerzan al gobierno, a emprender una táctica de control diferente.

La etapa de consenso.
Las autoridades que tienen competencia sobre el predio son: el propio CEAMSE y la Policía Bonaerense[15], dependiente de la Seccional Billinghurst. En la medida que la respuesta represiva resultó insuficiente para contener el conflicto con los quemeros, las autoridades políticas del CEAMSE, fueron intentando la combinación de diversas tácticas. Estas medidas, si bien nunca han cristalizado en un “pacto”, han alcanzado un punto de equilibrio, una especie de modus vivendi. Página 12 lo caracteriza como “acuerdo tácito del que no participa oficialmente la gerencia de la empresa…” [16]
Desde entonces la situación es la siguiente: los quemeros pueden entrar al relleno a sacar objetos de valor los días lunes a sábado de 17,30 a 18,30 horas. La policía se limita a vigilar la entrada, permanencia y salida de los quemeros, pero no reprime más, ni los golpea, ni les roba lo que encontraron. Los quemeros respetan, en general, este horario, aunque hay excepciones. No cortan el camino del Buen Ayre desde fines de 2004. Ni tampoco asedian sistemáticamente a los camiones –aunque siguen produciéndose asaltos desorganizados a camiones-[17].
El principal conflicto que en este momento se les plantea a los quemeros, es que cuando entran, las máquinas del CEAMSE ya taparon la basura, de modo que tienen que escarbar la mezcla de tierra y residuos para encontrar algo. Y cuando lo encuentran, suele estar dañado. Según Rosa “Ellos te dejan pasar cuando esta tapado. Los camiones que van llegando, van pasando a la maquina. Si vos querés tener que ir directamente hasta el VAGIO, pero tenés que cavar. Está todo sucio”.
Simultáneamente, el CEAMSE está impulsando el “Polo Ecológico”. Así se llama a una serie de proyectos de instalación de “Plantas de separación de residuos”, en su mayoría plantas “sociales”[18].
Otro recurso que ha beneficiado esta estrategia es el agotamiento de las zonas de relleno más cercanas a los barrios, lo que obliga a abrir nuevos “frentes de relleno” más alejados, que dificulta la llegada. Como dice Rosa: “10 o 15 minutos caminamos hasta la quema”
Se agrega el hecho de que en los barrios circundantes al relleno, se nota cierta mejoría económica, consistente en que algunos de sus pobladores van consiguiendo ocupaciones informales y transitorias en la construcción, el trabajo doméstico y changas.
Si bien ninguna de estas medidas por sí mismas soluciona el problema, el CEAMSE ha logrado con éxito, durante el último año y medio “descomprimir el conflicto social”[19] que encarnan los quemeros. Esto se ha logrado desde una posición de fuerza, favorable al estado, que solo puede ser mantenida gracias a que “según explicó el presidente del CEAMSE, Carlos Hurst, ´se ha triplicado el gasto en seguridad’ y se ha asignado 70 policías –con carros de asalto y patrulleros- para garantizar la seguridad en el relleno…”[20] De otro modo los quemeros se abalanzarían sin límites sobre la basura disponible.

La violencia latente.
La Estrategia de “descomprimir el conflicto social” implementada por el CEAMSE, contiene las siguientes tácticas:
Permitir de entrada al relleno durante una hora por día.
Tapar la basura antes de que entren los quemeros.
Separar a los quemeros del resto de los trabajadores del relleno (camioneros y personal del CEAMSE)
Alejar los “frentes de relleno” de la zona poblada.
Implementación de Plantas sociales de separación de residuos.
Presencia armada preventiva
Trato amigable con las poblaciones vecinas.
Nos explica Ramón: “Después tenés otra cuestión que es que la descarga la hacen antes que entremos. Entonces ahí las maquinas lo tapan. Como ahora esta el tema de plantas de reciclado, que son 4 plantas sociales mas 3 o 4 privadas, entonces a base de generar trabajo formal, buscan que la gente vaya saliendo de la quema. Que no vaya más.”

Esta estrategia descompresiva, “sin sangre”, se basa, no obstante en un entramado de violencia potencial, que en caso de no existir generaría un automático desborde de los quemeros sobre su objeto de trabajo, la basura. Los quemeros son conscientes de ello: “¿Y ustedes como consiguieron que los dejen entrar? Rosa: A fuerza de cortes de ruta. Muchas veces nos íbamos abajo del puente a esperar a los camiones, bajábamos todo ahí. Cuando nos tapaban las cosas, amenazamos con que íbamos a cortar la ruta por una semana. Entonces dejaron la mercadería limpia, pero ahora empieza de vuelta. “

Ramón sintetiza esa estrategia:” Cuando cambio la seguridad ahí empezaron todos los conflictos. No nos dejan entrar, nos sacaban la mercadería. Los mismos policías nos ensuciaban. Ahora no pasa porque todo eso hubo un proceso, por las golpizas que recibían los compañeros, los abusos, tanto los menores, a las chicas pidiendo sexo para poder entrar, empezamos con los cortes de ruta y todo eso, hoy te dejan entrar. Y si te dejan entrar y no es por nada, la ley que los compañeros tienen que entrar al relleno esta totalmente prohibida. No pueden entrar. Pero a base de todos los conflictos que hubieron anteriormente ahora te dejan entrar. Todo eso a fines del 2004. Ahí apareció el tema de lo reciclado. Esto sirve para ellos para comprimir la violencia, el corte de rutas. Ellos pierden un montón de plata con eso. A partir del 2001 que fue el tema de los saqueos, ahí empezó el tema. Iba muchísima gente, tenias alrededor de mil, mil y pico de personas”


Desecho, propiedad y dominación. La recuperación del valor.
Pero el origen del asedio quemero al valor de la basura, está en la diferenciación clasista de asignación de valor a los residuos. Si la causa es la pobreza, la determinante es la propiedad, confrontada con la necesidad.
El desecho, carente de valor para la clase propietaria, es valioso para los estratos más pobres de los sectores populares. El sistema público de recolección y disposición de desechos, en el contexto de una sociedad capitalista, se convierte en un reproductor de desigualdad, en un obstáculo a la recuperación de valor del residuo. Al punto de tener que cuidar de la basura como si fuera un preciado tesoro que es necesario defender con la policía, la gendarmería, los carros de asalto y los móviles. O más discretamente, por la estrategia de “descompresión” forzada, actualmente en curso.
La actividad recuperadora, por su carácter ecológico, nos beneficia a todos. Si el Estado actuara en defensa del interés general, debería favorecerla. Pero al contrario, por su “complicidad estructural”[21] con las relaciones sociales capitalistas que le dan sentido, el estado oficia de guardián armado, de modo de garantizar que esta práctica no se generalice.

La función recuperadora como reguladora de valor.
La tarea de los quemeros, puede caracterizarse como la de un “recuperador”: algo que era un desecho, el quemero con su trabajo lo reutiliza como recurso, cubriendo una necesidad y reduciendo la escasez .
La reintroducción de materiales recuperados, se efectúa desde los márgenes en los que desenvuelve su vida el quemero. A partir de ahí, el objeto recuperado puede reintroducirse en el mercado. Y el objeto que vuelve al mercado lo hace como valor de cambio. El problema es que en el proceso de recuperación, el objeto recuperado y revalorizado, ha cambiado de propietario. Beneficia al recuperador y no al empresario fabricante original. El complejo estatal CEAMSE/ Policía funciona como un obstáculo a esa redistribución de valor.
Por ejemplo: Una empresa multinacional de productos de higiene desecha una partida de shampoo por un determinado problema. Digamos: Defectos de envasado. Lo entrega al sistema público de recolección y tratamiento de residuos para su “disposición final”. Es decir, para que no vuelva al mercado. Pero los quemeros encuentran ese cargamento de mercadería descartada y la recupera. Como un cargamento excede sus necesidades individuales, los canjean o los venden en el mercado secundario.
La porción de mercado cubierta por la mercadería “defectuosa” recuperada ¿reduce la ganancia potencial de la empresa multinacional que lo fabricó? ¿Cubre el mismo “target” de consumidor? ¿Quién gana con la recuperación de mercadería?

Dejar Comer, o dejar morir.
El CEAMSE y la Policía Bonaerense, en el caso que nos ocupan, actúan como órganos ejecutores de los estados locales: el Gobierno Autónomo de la Ciudad de Buenos Aires y la Provincia de Buenos Aires, o más genéricamente, “el Estado”.
¿Cuál es la función aparente que legitima la intervención estatal? La defensa del interés público, de la Sociedad en su conjunto. Respecto de la basura, esta defensa del interés general se concreta en un servicio público de recolección y disposición de residuos. Este “parece” ser un servicio publico, que el Estado por sí, o a través de concesionarios, nos presta a todos.
Pero la acción represita/disuasiva que el CEAMSE y la policía llevan a cabo en el relleno, con sus 70 efectivos, carros de asalto y móviles demuestra que hay otros intereses que el actor estatal protege.
El Estado, en el relleno, dispone del recurso (comida, materiales reutilizables, etc.) que un estrato de la población pobre necesita ¿Por qué opta por enterrarlo en vez de repartirlo? Al decidir mezclar comida en el relleno, en vez de paliar el hambre de los pobres ¿qué interés defiende el Estado?

Caracterización de la intervención estatal.
El sistema público recolección, tratamiento y disposición de basura, funciona como un complemento a la propiedad en general, y a la propiedad de los medios de producción en particular. Las reglas de funcionamiento y valorización mercantil del capital son celosamente resguardadas por este sistema. Al custodiar la basura, el estado garantiza la reproducción de la dominación clasista. En tal sentido, se corrobora el carácter del estado como un agente de la dominación social.
Esta intervención clasista del estado, a través de sus dos órganos comprometidos en el terreno, el CEAMSE y la Policía, ha ido variando su modo de aplicación.
La aplicación en Argentina, de medidas de ajuste estructural, características del neoliberalismo de la década del 90, generan un deterioro en las condiciones de vida de los sectores populares. A partir de allí, el valor de la basura se configura en problema. Desde entonces distinguimos dos etapas diferenciadas en el modo de intervención estatal. Una etapa represiva y una etapa de consenso. Estos dos modos de ejercicio del poder estatal, son asimilables a la conceptualización gramsciana de ejercicio del poder hegemónico[22]. En la primera etapa, al verse superados los recursos ideológicos y jurídicos de dominación, el estado debe intervenir a través de la pura coerción. Cuando este modo de intervención es divulgado en la esfera pública, este modo de intervención hace crisis. Entonces se van tanteando diversas alternativas, que terminan configurando un modo diferente de ejercicio del poder público, que en forma genérica denominamos de negociación o de consenso. Este consenso tiene como “última ratio” el uso de la violencia. Pero latente, potencial. La actuación cotidiana, en el trato con los quemeros, pasa entonces por las medidas más arriba detalladas: entrada una hora por día, bajo vigilancia, previo enterramiento de los objetos de valor, trato amigable a los pobladores vecinos, integración productiva a través de plantas de separación, etc.
Profundizando un poco más en cómo se va logrando, desde el estado, este consenso, podemos ver una vinculación diferenciada entre el actor público CEAMSE con los quemeros “en masa”por un lado, y con los barrios, las organizaciones y sus líderes por el otro.
A la masa desorganizada, del millar de quemeros que ingresan diariamente al relleno se los somete por lo que Goran Therborn denomina resignación[23], “una forma de obediencia que deriva de las concepciones de la imposibilidad práctica de una alternativa mejor, más que de la fuerza represiva de los poderes existentes.” Como dice Nora “ con que los dejen entrar, la gente se conforma…”
Para los barrios, sus organizaciones y sus dirigentes, en cambio, la concesión debe ser mayor. Porque son actores movilizados, consientes de su poder de lucha. A ellos entonces se les hace una propuesta de integración: las plantas separadoras, el puesto de trabajo, la producción. El proyecto de las plantas de separación de residuos, laboradas por vecinos que dejen el cirujeo, está orientada en este sentido. El estado logra así someter sin violencia a estos grupos. Con el solo proyecto de su “adaptación” al sistema. “Los rasgos opresivos y explotadores del presente se mantienen en la sombra, mientras que toda la luz se proyecta sobre las oportunidades”[24]. En este sentido, “esperan que el trabajo en la planta traiga, entonces, no solo un aumento de los ingresos sino una mayor utilidad social en general, un espacio en la sociedad.”[25]
Finalmente, al tomar estado público la “guerra de la basura”, el estado tiene que jugar un papel también en el proceso de la opinión pública. Además del estado y los marginales, aparece un tercero, uno otro, que es el público. Aquí el conflicto entra el la escena política mayor con un “sentido de representación”. El proyecto del “polo ecológico”, a través de las ambicionadas plantas de separación y reciclaje, es presentado ante toda la sociedad como un cumplimiento, por parte del CEAMSE, de su función de promoción ecológica. No importa que los quemeros se cuenten de a cientos, en tanto que los puestos de trabajo potenciales se cuenten de a decenas. Ante la opinión pública el CEAMSE y el Gobernador de la Provincia aparecen como transformando piqueteros en trabajadores integrados. Se legitiman “los dominadores porque se considera que dominan a favor de los dominados, y porque se considera que esta situación es buena.[26]

Conclusión
Tal como enuncié al comienzo, a través del CEAMSE y la Policía, el Estado, en el relleno sanitario, defiende los intereses estructurales de la sociedad capitalista. O dicho más simplemente, el estado defiende los intereses de la clase dominante.
La apropiación estatal de disvalor (basura) se corresponde con la apropiación privada de valor en el proceso de producción, encaminados ambas a engrosar la ganancia capitalista.
El estado ha pasado de una primera modalidad represiva de intervención, a una segunda etapa, de dominación por consenso.

Vicisitudes de la basura.
Respondidas las preguntas iniciales, el desarrollo del trabajo nos ha generado nuevas inquietudes, que vamos a plantear sucintamente.
El tema de los derechos sobre el residuo. ¿Por qué no puede el estado disponer de ese recurso libremente? ¿Tiene sustento jurídico la negativa estatal a permitir recuperar libremente basura, basada en el argumento de que “no podemos porque la ley no nos lo permite”? ¿Hasta qué punto el problema de la responsabilidad no es un argumento de superficie que encubre la verdadera resistencia a entregar basura, que es la redistribución de valor de los ricos hacia los pobres?
Si la basura es –por negación- propiedad ¿por qué no cargar sobre los propietarios de los medios de producción la obligación de revalorizar el residuo que producen? Y yendo más lejos, dado que de propiedad privada del capital se trata ¿es compatible el capitalismo con el modelo sustentable de tratamiento de basura, llamado “basura cero”? O más en general ¿Cómo se articula la lucha ecológica reivindicativa, con la lucha general contra todo el sistema de dominación y explotación?
El emprendimiento productivo de las Plantas Sociales de Separación de residuos ¿es un proyecto autogestionario? El hecho de que requiera la forma de cooperativa de producción bajo la guarda o tutela del CEAMSE ¿Lo convierte en una alternativa reformista pequeño burguesa[27], o en una apropiación social de los medios del hacer[28], de modo que podamos cambiar el mundo sin tomar el poder?
Este pequeño segmento de los grupos marginales, que en este trabajo llamamos “quemeros”, que componen el estrato más bajo de los sectores populares urbanos ¿en qué medida son asimilables, en la dinámica de la lucha social, a la “clase obrera” tradicional? Si están fuera del mercado, no poseen cultura obrera, carecen de organización sindical y están sumidos en un mundo de necesidades insatisfechas ¿cuál es el potencial alternativo de su lucha? ¿Cómo puede, desde este extremo de los márgenes, plantearse una lucha antisistema?
Dado que el estado se ha venido desenvolviendo hasta ahora, y lo sigue haciendo, en forma explícita al margen de toda legalidad. “La realidad se da de bruces con casi todo el plexo normativo vigente.”[29] ¿Cómo se rearticula el discurso jurídico y político en relación a estas lagunas de legalidad?
El olor a basura, la repugnancia que todos sentimos una vez que arrojamos un objeto al cesto, que desde entonces ha quedado excluido de nuestro universo social. El prejuicio que sostiene el asco por la basura ¿cómo ha sido desmantelado por los quemeros? ¿Qué relación tiene esa trasposición del asco, con el hecho de que dentro del relleno, los quemeros ya no sientan olor? ¿Cuál es la participación del común de la gente en la construcción social de ese asco por la basura? ¿Cuán hipócrita es ese asco? ¿En qué medida esa hipocresía compartida no se transforma en hipocresía política, que nos hace sostener, pasivamente, un sistema político de asignación de valor y disvalor entre pobres y ricos?

En clave de lucha.
Ciertamente el tema de la basura, en las condiciones que lo estudiamos, remite a la lucha social. El análisis de la intervención estatal nos ha llevado a preguntarnos por un conjunto de vicisitudes económicas, políticas, jurídicas y psicológicas que ramifican la investigación del tema, siguiendo las líneas de clivaje que el sistema de dominación vigente nos plantea. En todos los casos, la clave es la lucha.
Raúl Néstor Alvarez. 23.5.06

[1] A los efectos de este trabajo entendemos “por Estado el componente específicamente político de la dominación en una sociedad territorialmente delimitada.” O´Donnell , Guillermo “Apuntes para una teoría del Estado”. O' Donnel, Guillermo, Apuntes para una Teoría del Estado, en Oszlak, Oscar (comp.), Teoría de la Burocracia Estatal, Paidós, Buenos Aires, 1984. Pág. 199.
En particular, el estado capitalista es el aspecto de dominación de la relación social capitalista. O más sencillamente, el aspecto político de la relación capitalista. En esta relación social, a diferencia de los modos de producción precedentes, el poder político está escindido del polo dominante de la relación. El capitalista no detenta poder político.
El aspecto político de esta relación se escinde y se objetiva en instituciones estatales y en derecho. Este último en tanto conjunto de normas jurídicas, está presente en todas las relaciones sociales, marcando lo que pueden y lo que no pueden los sujetos hacer u omitir. El derecho incluye implícitamente la posibilidad de activar la presencia, en esta relación social, de las instituciones estatales.
El aspecto político de la relación social capitalista, objetivado en instituciones estatales, aparece y actúa como una persona: el estado capitalista en sentido estricto.
En tanto que la relación social capitalista, objetivada en derecho, aparece y funciona como un red de juridicidad calcada desde dentro de los vínculos sociales. Cada relación social, desde el punto de vista del derecho positivo, es a la vez una relación jurídica. Y en tanto la sociedad compone una red de relaciones sociales, también compone una red de relaciones jurídicas y de relaciones de poder.
[2] Todas las citas que siguen de Ramón, Rosa, Nora y Lorena corresponden a la entrevista del 20.4.06.
[3] La Nación. 16 de Octubre de 2002. “Más de doscientos cartoneros cortaron la autopista del Buen Ayre.”
[4] En este trabajo utilizamos los términos “basura”, “residuo”, “desecho” y “RSU (residuos sólidos urbanos)” como sinónimos, pese a que técnicamente tienen diferencias de significación entre si.
[5] Código Civil de la República Argentina. Art. 2.607. “Se pierde también (el dominio) desde que se abandone la cosa, aunque otro aún no se la hubiese apropiado.”
[6] “Cuando dejamos nuestra bolsa de residuos en la puerta de nuestra casa, pasamos la custodia y la responsabilidad de ella y de su destino al municipio.” Entonces “Deja de ser nuestra y pasa a ser municipal”. ZEBALLOS DE SISTO, Maria Cristina “Gestión y regulación jurídica de la basura en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires”, en ZEBALLOS DE SISTO, María Cristina y LIBSTER, Mauricio H. “Régimen Jurídico de los residuos en Argentina”. La Ley. Buenos Aires. 2004. Pág. 154.
[7] Ley 25.612 de Gestión Integral de residuos industriales y de actividades de servicio. Artículo 41: “En el ámbito de la responsabilidad extracontractual, no es oponible a terceros la transmisión del dominio o abandono voluntario de los residuos industriales y de actividades de servicio.”
[8] Decreto Ley 9111 de la Provincia de Buenos Aires. Artículo 3: “… la disposición final de los residuos se efectuará exclusivamente por el sistema de relleno sanitario.” Artículo 10: “…queda prohibida la disposición final de la basura mediante su quema o incineración o por cualquier otro sistema no autorizado expresamente por esta ley…” artículo 11: “igualmente prohíbese … la realización de cualquier tipo de tarea de recuperación de residuos, aún por parte de quienes tengan la adjudicación de la concesión por recolección de residuos. Tal prohibición comprende también al denominado CIRUJEO, aún en los terrenos de propiedad de particulares.”
[9] Entendemos por valor de uso “la utilidad de una cosa”, y por valor de cambio “la relación cuantitativa, la proporción en que valores de uso de una clase se cambian por valores de uso de otra”. MARX, Kart. “El Capital.”Libro I. Ediciones Orbis S.A. 1984. Pág. 12.
[10] “… los ejes articuladores que estructuran el espacio común del movimiento piquetero son, en primer lugar, el piquete o corte de ruta, en segundo lugar el funcionamiento asambleario, en tercer lugar la pueblada como horizonte insurreccional, y por último, el trabajo territorial desarrollado a partir de la instalación de una demanda (los planes sociales).”SVAMPA, Maristella y PEREYRA, Sebastián. “Entre la Ruta y el Barrio. La experiencia de las organizaciones piqueteras.”Editorial Biblos. Segunda Edición. Buenos Aires. 2003. Pág. 175.
[11] Infobae del 26.8.04. “Cartoneros fueron desalojados violentamente del predio del CEAMSE”.
[12] Página 12, Domingo 11 de abril de 2004 “Los que van a metalear”. Y “La larga espera entre la basura”.
[13] Página 12, Viernes 27 de Agosto de 2004. “Víctima de la guerra de la basura”.
[14] Boletín CTA “Brutal represión contra familias que buscaban comida”, tomado por http://www.rebelion.org/ el 29.8.04
[15] Dado que el conflicto entre los quemeros y el estado transita por carriles predominantemente “extrajurídicos”, son pocos los casos de judicialización que se registran. Y de los pocos hechos que llegaron a conocimiento del Poder Judicial, su desenlace es poco alentador. Vease al respecto el informe de CORREPI “Argentina: buscar comida en los basurales. Cartoneros, policías y jueces” del 20 de septiembre de 2002. http://www.rebelion.org/argentina/basurales200902.htm
[16] Página 12. 27.8.04. “Víctima de la guerra de la basura”.
[17] Tal es la gravedad del hecho que ha despertado medidas de fuerza de los camioneros. Vease Diario Crónica del 5 de Enero de 2006 “Camioneros que protestan en el CEAMSE cortan el Camino del Buen Ayre”.
[18] A modo ilustrativo véase el documento “Creación de una planta de clasificación de RSU –residuos sólidos urbanos- para la autosustentabilidad de las comunidades de base del Area Reconquista, Provincia de Buenos Aires”. Asociación Civil Proyecto Comunitario 8 de Mayo. Istituto Cooperazione Economica Internazionale (ICEI). Fundación del Sur. Buenos Aires. 2005.



[19] En esos términos lo expresa el presidente del CEAMSE, Carlos Husrt.
[20] Crónica 5.1.06 “Camioneros que protestan en el CEAMSE cortan el camino del Buen Ayre”.
[21] O´DONNELL, Guillermo. Op. Cit. 1, Pág. 219
[22] Tomamos las nociones de coerción y legitimación de THWAYTES REY, Mabel “El Estado: notas sobre su(s) significado(s). http://www.catedras.fsoc.uba.ar/thwaites/est_conc.pdf
[23] THERBORN, Goran. “La ideología del poder y el poder de la Ideología”. Siglo XXI.
[24] THERBORN, Gora. Ibíd. nota 8.
[25] MUCCHIUT, María Fernanda; MOSSINI, Ana y PAZ VILLAGRA, Lourdes. “El problema del cirujeo en el marco del Proyecto de la Planta de residuos sólidos urbanos de la Organización 8 de Mayo”. Año 2005. Trabajo de diagnóstico de Taller Nivel II, Cátedra Del´Alio de la Carrera de Trabajo Social, de la Faculta de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires.
[26] THERBORN, Goran. Ibíd. nota 8.
[27] LUXEMBURGO, Rosa. “Reforma o Revolución”. Editorial Grijalbo. México. 1977. Pág. 73.
[28] HOLLAWAY, John. “Cambiar el mundo sin tomar el poder.” Colección Herramienta. Universidad autónoma de Puebla. Buenos Aires. 2002.
[29] WALSH, Juan Rodrigo. “Los cartoneros y el problema de los residuos sólidos urbanos (RSU) en el área metropolitana.” La ley. 2003-A, 1059

domingo, octubre 01, 2006


  • La persistencia post-dictatorial
    del poder desaparecedor.


    Reseña de
    “Poder y Desaparición.
    Los campos de concentración
    en la Argentina”
    de Pilar Calveiro.

    ¿Qué hace un intelectual cuando no soporta el tormento de su memoria? Escribe. Analiza. Relaciona. Se contradice. Reescribe. Devuelve su trauma en texto, para releerse a si mismo y así darle sentido a su vida. Esto es lo que hace Pilar Calveiro en este trabajo. Ella misma, sobreviviente de Mansión Seré, continúa resistiendo a través de esta obra.
    La hipótesis principal del trabajo es que el campo de concentración es la institución central de un entramado social de poder represivo que se propone desaparecer lo disfuncional. Para ello se aplica un aparato burocrático torturador y asesino, que intenta exterminar a los activistas sociales y aterrotirzar a la sociedad.
    El análisis está enfocado en el campo de concentración en si, pero como este es el centro de un esquema de poder que se aplica a toda la sociedad, permite interpretar el funcionamiento del conjunto social. Hay una continuidad del adentro y el afuera del campo. Aunque el foco de estudio está puesto en el interior de éste.
    ¿Cómo funcionaba un campo de concentración? Expliquémoslo sencillamente. Las fuerzas armadas y de seguridad, como institución, entienden estar en una guerra contra “la subversión”. Toman el poder del estado y reconfiguran un conjunto de elementos preexistentes, montando un nuevo diagrama de poder, que Calveiro llama “Poder Concentratorio” o desaparecedor. En este diagrama existía una división interna del trabajo que fragmenta y burocratiza el quehacer represivo. La operación comienza con la actuación de “la patota” que en base a un dato previo, tiene individualizada una víctima. Llega a su domicilio y la “chupa” (la secuestra). De paso, se apropia de los objetos de valor que encuentra, que hace las veces de botín de guerra. Ya convertido en un “paquete”, la víctima ingresa al campo de concentración. Independientemente de su papel político y social anterior, a partir de ese momento pierde su condición humana y se lo considera un “subversivo”. Es recibido por un “grupo de inteligencia” conformado por oficiales, que mediante sesiones de tortura de tiempo indefinido quiebran al sujeto, lo animalizan, y lo “hacen hablar”. Ya extraída la información buscada, el cuerpo aún vivo de esa persona, es depositado en celdas o cuchas, en algún lugar del campo, junto a otros prisioneros, maniatado y tabicado. Los guardias se encargan de vigilarlo. Durante un tiempo indeterminado que se puede contar en días o en meses. Hasta que le llega “el traslado”. Entonces la víctima es adormecida, transformándose en un “bulto” que transportan los “desaparecedores” hasta algún lugar imprecisable, donde se le da muerte de diversos modos, tratando que el cuerpo no vuelva a aparecer. Todo ello bajo las directivas de un comando de alta jerarquía que da las órdenes y autorizaciones para proceder.
    La máquina desaparecedora funciona fragmentada. Cada grupo hace una parte de la tarea. De modo que nadie se siente responsable del resultado final, esto es, de la muerte del desaparecido. Pero en todos los casos existe una cadena de mando que funciona en base al miedo y la autorización, generando una disciplina que lleva a la muerte de las víctimas y al terror de toda la sociedad.
    Entre las notas características del campo de concentración, Pilar Calveiro destaca:
  • El secreto a voces del terror. Toda la sociedad sabía que este aparato operaba. Pero elegía no ver.
  • Como el objetivo era desaparecer lo disfuncional, la mayoría de las víctimas eran militantes, solo algunos de ellos, miembros de organizaciones guerrilleras. Pero también existieron víctimas casuales, que también contribuían a difundir el terror, dado que mostraban la arbitrariedad del poder.
  • La organización espacial interna del campo coincide con el modelo panóptico, en compartimentos, cuchas y celdas. El mismo campo es un compartimiento de la sociedad.
  • Las víctimas están numeradas. Pierden la subjetividad. Se forman legajos de cada uno. Se registran los movimientos, los traslados, los cambios de guardia. Se cuantifican las operaciones y se comparan los resultados.
  • Las víctimas permanecen encapuchadas, tabicadas e inmobilizadas. El transcurso del tiempo solo se interrumpe para comer, ir al baño, volver a la sesión de tortura o ser trasladado (desaparecido). Toda la estadía en el centro es un anticipo de la muerte.
  • Toda víctima es recibida con una sesión inicial de tortura que puede durar días o semanas.
  • Los represores se conciben como semi-dioses. Son dadores de vida y de muerte. No permiten el suicidio de las víctimas. Suministran atención médica para mantenerlos con vida. Adormecen a los que van a ser ultimados para que no puedan oponerse a la decisión de darles muerte.
  • Se persigue quebrar al hombre, quitar la humanidad, animalizar a la víctima, cosificarla. No basta con darle muerte. Previamente se constituye otra subjetividad de la víctima. En algunos casos se pretende incluso reeducarla.
  • Rige el pensamiento binario. Hay buenos y malos. Hay salvadores de la patria y subversivos. O hay compañeros y represores. El otro, el subversivo, es el enemigo que como tal, solo cabe someterlo y eliminarlo.
  • Los represores son personas normales, arraigadas en la cotidianeidad de lo social, que insertos en la máquina del terror, son burócratas torturadores con día y hora prefijados, bajo órdenes superiores, sistemáticamente deshumanizados. Conviven dos órdenes de la realidad. La represión es institucional pero ilegal. Se chupa al sujeto, pero se garantiza la vida de sus mascotas. Se lo tortura pero no se le pide que revele a quién votó. Los guardias juegan naipes con los presos, y un momento después los maltratan. El gobierno militar esconde los efectos corporales del exterminio. Es un funcionamiento esquizofrénico de las relaciones sociales.
    ¿Así de absoluto es el poder? De ninguna manera. Está plagado de resistencia. Si el poder es una relación, hay dominación de un lado y resistencia del otro. Y en el campo de concentración también hay resistencia: la memoria, el suicidio, la fuga, la solidaridad, la risa, la simulación, la colaboración resistente, son todos los puntos ciegos del poder. En el campo de concentración no hay héroes ni traidores. En el mejor de los casos, hay pequeñas resistencias cotidianas. Porque le poder no puede abarcar todo. Aquí Calveiro cita a Deleuze: el esquema del poder se define por sus puntos de fuga, por lo que se le escapa.
    Pese a que no es el eje del trabajo, la autora se pregunta ¿Qué relación tiene el poder desaparecedor con la sociedad? Porque la red de relaciones de poder abarca toda la sociedad. No solo el campo de concentración. El campo es la institución específica para “desaparecer lo disfuncional”. Así como lo disfuncional es parte de la sociedad, el campo de concentración también lo es. El terror se expande a todos. El poder se muestra arbitrario. Hay también víctimas casuales. Entonces se elige no ver. La sociedad naturaliza el terror y la desaparición. La esquizofrenia social cumple esta función. El campo de concentración expresa la trama social, pero sus efectos se graban en el cuerpo. No existen uno ni dos demonios. Todo forma parte de la misma trama social. La sociedad generó los campos de concentración. Los represores no son una malformación monstruosa, no son otro. Son la sociedad misma. Toda la sociedad es víctima y victimaria. Pero la sociedad no es una, sino una gama de relaciones, en la que no todos tienen el mismo papel, la misma resistencia y la misma responsabilidad.
    Si la memoria es una vía de resistencia contra el poder desaparecedor, la trivialización de la memoria es parte del juego esquizofrénico que tiende a naturalizarlo, a convivir con él. El valor del juicio a las juntas, pese a su limitado alcance, es mostrar a la sociedad la verdad de lo ocurrido. Es hacer aparecer lo negado. Pero la derrota del gobierno militar y el descrédito público de los represores, no es la extinción del poder desaparecedor. Sus efectos perduran. El poder muta. Y subsisten con Menem (el texto fue escrito en 1995).
    Además de una lectura histórico-social, el texto tiene una faceta estética. No solo por la sensorialidad tanática de su prosa, sino por la autoreferencialidad del sentido de la obra. Si los campos clandestinos de concentración son la cara impresentable del aparato terrorista, uno de los puntos de fuga es la memoria. Dar testimonio de lo que pasó es dar lucha al represor. Y como ex desaparecida, eso es lo que hace Pilar Calveiro: resistir la desaparición desde la investigación, la interpretación y la escritura socio-política del campo. Ella es una sobreviviente que da testimonio desde la ciencia social. Esta característica hace que el libro no admita indiferencia y resulte atrapante para el lector.
    El poder desde otra lectura. El involucramiento de la autora con el contenido del relato, lleva al lector a un particular contrato de lectura con ella: al leerlo se torna compañero. El lector queda ubicado en ese lugar. El poder desaparecedor es tan espeluznante, que el enunciatario queda implicado en la resistencia a ese poder. La lógica binaria Víctima/ Represor se cuela en la enunciación, interpela al lector y lo obliga a optar entre el bueno que resiste y el malo que reprime. Esta dicotomía, que la autora rechaza en el plano teórico, parece ser un efecto de escritura no querido ni buscado. Puede considerarselo como una consecuencia discursiva de la noción negativa de poder que adopta el trabajo. Del poder como represión.
    Propongo en cambio, situarse desde otro lugar, traspasando el contrato de lectura tendido por el enunciador. Y pensar el poder foucautianamente, como creador, como algo más deleznable aún que lo que propone Calveiro. Intentar pensarlo desde el lugar que a la generación siguiente, le tocó vivir durante el proceso.
    Las creaturas del proceso. Si existió una generación del 70, víctima preferente del terrorismo de estado, también existió una generación posterior (¿del 80?) cuya relación con el poder desaparecedor es diferente a la que tuvo la generación anterior. A partir de 1976 no solo el aparato represivo, sino también los aparatos ideológicos del estado quedan bajo la dirección del gobierno militar. Aquí ya no hablamos solo del estado, sino de la propia sociedad civil, que al unísono con el poder militar libran (como ellos denominaban) la “batalla ideológica” que constituye subjetividades y produce efectos que -como anuncia la autora- hoy perduran. Desde la revista “Gente” hasta los discursos académicos, pasando por los manuales de instrucción cívica, todos ellos desgranan conceptos políticos y sociales que forman personas nuevas. Los que teníamos 12 años en 1976, fuimos educados en la retórica de la libertad “responsable”, que postula la superioridad de la “verdadera” democracia que era atacada por la “subversión”, que por definición era tramposa y enferma. Las virtudes tranquilizadoras del orden, la belleza aletargante de la disciplina, la rigidez afeitosa de la corporalidad militar. Sentidos ideológicos constitutivos de lo que se dio en llamar la “cría del proceso”.
    ¿Cómo se entiende este trabajo, de Pilar Calveiro, desde la “cría del proceso”? Sería hipócrita consentir sin más el esquema de enunciación que trasunta. Porque los lectores post-setentistas no somos las víctimas del poder desaparecedor, sino su efecto. La víctima tenía una subjetividad previa que fue reprimida por los militares. Los post-setentistas tenemos una subjetividad que es efecto y creación de ese poder. No se reprimió nuestro ser. Ese poder es nuestro ser. No podemos mimetizarnos ahistóricamente con el discurso setentista. Sería acrítico. Suma anestesia. Acrecienta el aletargamiento del terror.
    Fueron múltiples los efectos creativos del poder del proceso. Muchos fueron mediáticos y visibles: el mundial 79, la euforia juvenil del 79, el 2 de Abril del 82. Tuvo concreciones que marcaron hitos en nuestra sociedad: la deuda externa, las autopistas porteñas, los estados de fútbol. Favoreció ciertas modas y estilos de consumo: la moda de los chetos por sobre los pardos, el “deme dos” y la “plata dulce” de la clase media atiborrándose de compras en el exterior. Una creatividad autoritaria, discriminatoria, e hipócrita. Un efecto positivo de los mecanismos del poder que ha fortalecido un entramado social desigual, individualista y apaciguante.
    El gobierno militar cayó en 1983. Pero el poder desaparecedor, como afirma la autora, mutó. Y sus efectos se reproducen cotidianamente en nosotros.

    Reseñado por Raúl N. Alvarez.
    Julio de 2007.