jueves, noviembre 03, 2011


Los basurales de José León Suárez.

De los fusilamientos a la democracia bárbara.

La cuestión de la democracia en el crecimiento de las plantas sociales de separación de basura del Relleno Norte III del CEAMSE.

Raúl N.Alvarez[1].

XII Congreso Nacional y II Latinoamericano de Sociología Jurídica.

Santa Rosa, La Pampa. 3 al 5 de noviembre de 2011.
“Problemas Sociales de Latinoamérica: Desafíos al Campo Jurídico"


Resumen: José León Suárez es un territorio signado por la basurizacion. Tratar a las personas como cosas desechables es lo que llevó a la Revolución Libertadora a ordenar los fusilamientos en 1956. Ese proceso se continúa en la resistencia de los cirujas que siguen bregando por avanzar en la recuperación de residuos. Con apoyo oficial lograron establecer nueve plantas de separación que son manejadas por ellos mismos, a su manera. Lo que me pregunto en este trabajo es si ese modo de gestión, pese a no respetar las formalidades jurídico-institucionales, puede ser considerado democrático. A partir de los aportes conceptuales de Laclau (populismo) y de Alberdi (democracia bárbara) sostengo que en el contexto de beligerancia social y subordinación estatal en que se desarrollan actualmente, estas plantas no solo son una avanzada popular en el campo de las políticas socioambientales, sino que también constituyen un progreso en la dinámica democratizadora de las relaciones sociales.

Introducción.

En mi tesis de maestría[2] desarrollé los conflictos políticos que tienen lugar en José León Suárez en torno a la basura, que administra el CEAMSE. Toda la información y la argumentación de base pueden ser obtenidas allí por los interesados. En este trabajo me ocupo de una particular cuestión: la ponderación acerca del carácter democrático o no del modo de gestión interna de estas organizaciones. A partir del concepto de Populismo de Laclau y de Democracia Bárbara de Alberdi, me pronuncio a favor de considerar profundamente democrático el sentido político de la dinámica interna que estos grupos ponen en práctica.

Los basurales de José León Suarez.

En la zona que nos ocupa, los basurales tienen una larga historia. José León Suárez pasó a la memoria política argentina por decisión de la Revolución Libertadora, cuando fusiló a los mártires peronistas en el basural, en 1956. Estos hechos hoy son conocidos como la “Operación Masacre”, que documentó Rodolfo Walsh[3] y reprodujo Cedrón[4] en el cine. Desde ese hecho, el basural de José León Suárez es símbolo de resistencia popular.

Quizás para eludir esta simbología, el lugar preciso de los fusilamientos del ´56, fue transformado, por el Gobierno de Isabel Perón, en un complejo polideportivo, tapado y deglutido por el entramado urbano. Ahora tiene al lado una escuela, hogares de niños de tránsito, un parque recreativo, y una pista de Atletismo. Solo queda una vaga referencia de aquellas luchas: un pequeño monumento, unas placas, un reducido pedazo de terreno, en el que anualmente, todos los 9 de Junio, distintos sectores del aparato partidario justicialista ponen en escena sus disputas internas.

Pero en la memoria política de la inmensa mayoría de los argentinos, que no pasan diariamente por el lugar, como lo hacemos los vecinos que vivimos en este barrio, el basural de José León Suárez, sigue evocando esa gesta de resistencia popular.

Mucho antes de que Isabel Perón construyera lo que hoy es el CEMEF (Centro Municipal de Educación Física), ese terreno, ubicado en la intersección de Avenida 9 de Julio y Camino de Cintura, había dejado de funcionar como vaciadero. La quema ya se había mudado a Billinghurst, otro barrio pobre del Partido de General San Martín. Uno de mis entrevistados, Adam Guevara, comenzó su oficio de quemero, a los 8 años, cuando la quema estaba ahí, en Billinghurst. Después pasó a Campo de Mayo, a la altura de Ruta 8. Otro de mis entrevistados recuerda haber trabajado allí. Se llama Carlos Fierro, un recuperador de oficio, que en las buenas épocas también trabajó como albañil, para volver a caer, en los 90, en el trabajo cartonero. Ambos fueron dirigentes centrales en el proceso de construcción de las organizaciones socioproductivas que son el objeto de esta investigación.

Cuando se crea el CEAMSE, en 1978, el basural cambia de lugar, y pasa a Bancalari, cruzando el camino del Buen Ayre, frente a Villa Hidalgo. Testimonios del trabajo en ese lugar, me dieron los entrevistados Esteche y Cuqui Pizarro. Desde entonces, al lugar a donde va a parar la basura, se lo sigue llamando “la quema”, por tradición, pero ya no hay más humo. Porque CEAMSE aplica otra técnica que es la del relleno sanitario[5]. Desde 1978 hasta la fecha, los frentes de relleno se fueron moviendo, a medida que se colmaban. De Bancalari se fueron desplazando hacia la zona de José León Suárez, para terminar hoy, en Campo de Mayo. La página de Internet del CEAMSE[6] ilustra adecuadamente los emplazamientos de “la quema” en las últimas décadas. ¿Por qué los quemeros son de José León Suárez? Porque la entrada al relleno, es por el camino del Buen Ayre, en José León Suárez. Y toda la operatoria del mismo se maneja del lado Sur del Río Reconquista, que pertenece a José León Suárez.

En los últimos años, el basural de José León Suárez, volvió a ser noticia. Porque los cirujas que trabajan en el relleno, llamados quemeros, fueron, durante años, reprimidos por la policía para ahuyentarlos del lugar. Como consecuencia, el CEAMSE fue denunciado por los vecinos. Desde entonces, para recomponer su imagen, el CEAMSE dio cabida a las organizaciones sociales del lugar y se instaló en el lugar un polo muy importante de recuperación de residuos.

La basura continúa signando el territorio de José León Suárez. Por eso, cuando se habla del basural de José León Suárez, puede tratarse de muchos sitios distintos, pero su referente simbólico, es siempre el mismo: la basurización: el tratar a las personas y a los materiales, como si fueran desechos sin valor. Sin basura, José León Suárez no sería lo que es.

La basura en José León Suárez, desde los 90.

Cirujas hubo siempre. Y entre los cirujas, siembre hubo también quemeros, que son los cirujas que recolectan directamente sobre el basural. Pero desde mitad de la década de 1990, motivados por las secuelas sociales de la políticas económicas neoliberales, en José León Suárez, el contingente de quemeros comenzó a incrementarse. Esta práctica, que inicialmente fue tolerada por el CEAMSE, al generalizarse, comenzó a ocupar a las autoridades, que promovieron una estrategia de disuasión y represión al trabajo quemero. En la medida que los quemeros se incrementan, y ya se contaban de a cientos, las violencia represiva fue recrudeciendo. Se montó un dispositivo de seguridad sobre el relleno, con decenas de policías armados y patrulleros circulando, que ejercieron la violencia fuera del marco de la ley. Cuando encontraban un quemero le robaban los objetos recolectados y lo sometían a diversas vejaciones como golpizas y traslados ilegales. Desde entonces, el trabajo quemero incluye como una de sus tareas, el enfrentamiento con la policía.

Por momentos, los quemeros lograron organizar sus reclamos de manera más efectiva, mediante el corte del Camino del “Buen Ayre”, haciendo aplicación de un método que ya habían aprendido, ellos o sus vecinos, en la lucha territorial.

El punto más álgido del conflicto se alcanza con la desaparición del quemero Diego Duarte[7], a manos de las fuerzas represivas, en el basural, en marzo de 2004. La noticia fue publicada por Página 12 y luego tomada por los medios de comunicación masivos, transformándose en un tema político de alcance nacional.

Desde entonces, el Estado, encarnado en el terreno, por el CEAMSE, se ve obligado a transformar su política de trato con los quemeros. Sin quitar en ningún momento la base represiva y restrictiva de su posición, el entonces presidente Hurst va a abrir canales de diálogo. Pero no con los quemeros, sino con las organizaciones territoriales de los barrios aledaños, vinculadas a los recuperadores, para dar cabida a emprendimientos organizados de recuperación de basura.

Fue un camino trabajoso, y muy controvertido, en el que participaron innumerable cantidad de grupos locales. El CEAMSE aceptó por primera vez emplear un método de gestión de basura que no consistió en el enterramiento crudo. E intentó darle cabida al empleo de mano de obra ciruja para llevarlo a cabo. Para ello, se creó dentro de la empresa estatal un órgano encargado del reciclaje, la Subgerencia de reciclaje, a cargo de la socióloga y trabajadora Social Marcela Pozzuoli. Una innovación insignificante en cuanto a la cantidad de personal (dado que al comienzo contaba solo con tres personas) pero significativa en cuanto al cambio de orientación de la institución, que fue resistida por toda la línea tecnoburocrática del CEAMSE.

Simultáneamente, para distender parcialmente el conflicto, el CEAMSE permitió a los quemeros ingresar bajo custodia policial, durante una hora por día a cirujear en el relleno.

En este nuevo contexto, y con la finalidad de descomprimir el conflicto social que había estallado en torno a la basura, en José León Suárez, sin bajar el dispositivo represivo, el CEAMSE fue hilvanando una estrategia de integración de los quemeros. En esa acción, el Estado –el CEAMSE- no fue neutral. Favoreció a algunos grupos, los más negociadores, y trató de retardar el avance de los proyectos de los grupos más combativos, que a la vez eran los más organizados y legitimados ante el común de los quemeros.

Luego de este proceso de deliberación conflictiva, plural y desigual, el CEAMSE opta por el proyecto de construir plantas de separación de basura de tipo industrial, que se financiaron con subsidio estatal. Desde entonces se han abierto nueve plantas sociales, que emplean unas 600 personas.

Un segundo impulso a la actividad, vino dado por la inclusión de las plantas en subsidios para emprendimientos productivos, otorgados por el gobierno nacional. 8 de las 9 plantas, desde mayo de 2010 quedaron incluidas en el programa “argentina trabaja” y la restante, la organización “8 de Mayo”, logró verse beneficiada por un subsidio análogo del Ministerio de Trabajo, por la mitad de valor.

Así, los trabajadores de las plantas cobran: a) la “quincena” generada por la venta de material recuperado, que oscila entre los 500 y los 800 pesos según el caso, b) el subsidio de “Argentina trabaja” de $ 1200, aunque solo la mitad de los trabajadores quedó incorporado, y c) la “bolsita” de cosas que recolectan dentro mismo de la planta, y que se llevan a sus casas para usar o vender.

En cuanto a los quemeros, la creación de estas nueve plantas, parece no haberles cambiado mucho la situación. Diariamente siguen ingresando, con acuerdo de la policía y el CEAMSE, varios cientos de quemeros. La violencia policial no ha desaparecido, pero se redujo al mínimo. Las nuevas fuentes de trabajo, se abrieron. Pero quemeros, sigue habiendo.

Relaciones de poder al interior de las plantas.

Cada una de las nueve plantas sociales hoy en funcionamiento, tiene como origen una organización social procedente del territorio aledaño al relleno. Cada una de ellas se hizo fuerte en función de sus particulares recursos: la construcción territorial, la acción directa, el vínculo político, el prestigio de sus dirigentes, la trayectoria en el trabajo cartonero, la experiencia de lucha en conflictos anteriores, o en varios de estos puntos a la vez. Estas capacidades o recursos políticos de estos grupos, fueron eficaces hasta el punto de que cada uno de ellos logró tener su planta. Es su poder político territorial, en sentido amplio, lo que les permite a estos nueve grupos acceder a plantas, así como la insuficiencia de este poder fue lo que obligó a otros grupos, que también pedían plantas, a quedar con las manos vacías.

Pero una vez abierta una planta y puesta a funcionar, las capacidades políticas previas, si bien siguen siendo necesarias, ceden en importancia frente a los requerimientos de gestión práctica y concreta del emprendimiento productivo.

La cuestión de la disciplina se transforma entonces en un asunto de primer orden. Los trabajadores de las plantas sociales, son en general, personas que viven en situación marginal, lo mismo que las organizaciones y que los cartoneros en general. Recordemos las características del trabajo ciruja (Saravi, 1994:182/191) , a saber: relativa facilidad de entrada debido a los bajos requerimientos de capital inicial, carácter familiar del proceso productivo, ilegalidad parcial en que se desenvuelve, bajos niveles de monetización de los intercambios, y carácter de subsistencia, no maximizador de sus finalidades. Todas estas características nos ubican en las antípodas del prototipo de cuerpo dócil y productivo característico del trabajador industrial (Foucault, 2000:141).

El trabajo ciruja, es esencialmente una estrategia de tipo individual o familiar. Se desarrolla fuera de toda fábrica o institución disciplinaria racional. La población marginal, si bien desarrolla otras habilidades, carece, en general de una cultura del trabajo industrial. La línea de producción, el mundo obrero, el hábito de la obediencia, el cumplimiento de horarios estrictos, los requerimientos de intensificación de la producción, son experiencias desconocidas para los cirujas de oficio (Suarez 2001: 54)

Un desafío central, entonces, para el funcionamiento de las plantas sociales es la necesidad inscribir disciplina (Foucault 2000: 141) en sus trabajadores. Esa transformación de una cultura marginal, cazadora, a una disciplina industrial, propia del trabajo en la cinta transportadora, insume la mayor energía política de estos emprendimientos.

No pretendo afirmar en modo alguno que el disciplinamiento de los trabajadores de las plantas sea bueno en sí. Tan solo sostengo que para el diseño cuasi-industrial que el CEAMSE le ha impuesto a estos emprendimientos de recuperación, es funcionalmente necesaria. Pero sumamente difícil de lograr desde el punto de vista cultural.

Distinta hubiera sido la situación, si en vez de avanzarse con el proyecto de plantas de separación del CEAMSE, basadas en la cinta transportadora, se hubiera dado lugar al pedido de los quemeros de entregarles simplemente un espacio y asegurarles la regular provisión de basura de calidad. En ese marco, el aumento de la productividad del trabajo recuperador se hubiera obtenido a partir de pautas, conocimientos y hábitos ya presentes en los recuperadores, por haberlos adquirido en el trabajo cartonero, o quemero. De la manera en que se concretó, en cambio, a partir del diseño industrial/ disciplinario, el problema del orden, la obediencia y la auto-disciplina pasan a ser la cuestión central, de difícil resolución.

Además de la cuestión disciplinaria, otros elementos a tener en cuenta, en el funcionamiento colectivo de las plantas sociales, son:

  • Cada planta es dirigida por un “presidente” que imparte las ordenes acerca de la tarea a realizar. La figura política central, es entonces el “presidente”. Pero sus órdenes son asiduamente discutidas y resistidas por los destinatarios. En general, ejercen esta dirección con una gran permeabilidad a las iniciativas del grupo de vinculación primaria, o grupo de referencia.
  • Existen fenómenos de liderazgo personal, ejercido por los presidentes y/o encargados de las plantas. Pero también hay liderazgos opositores que conspiran contra los primeros.
  • Hay segmentación interna entre los “compañeros” que genera ciertas diferencias de jerarquía interna.
  • Hay un fuerte componente, dentro de cada grupo, de relaciones de tipo primario (amistad, familia, vecindad, acompañamiento en luchas anteriores). Esto da lugar a la formación de subgrupos, que dentro de cada planta, tienen mayor preponderancia. Los llamaré “grupos de referencia”. Algunos los llaman “los viejos”, por llevar más tiempo en la actividad. O “Los de …” tal o cual barrio, en relación al origen territorial común de las personas que lo conforman.
  • Hay permanente rotación de mano de obra de una parte de los trabajadores de las plantas. Muchos de los trabajadores que ingresan, apenas duran algunos días. Sus compañeros lo atribuyen a que ganan poco y “hay que tener estómago para trabajar con la basura.[8]” “cuando empieza a subir el vaporcito, les da asco y se van. Este trabajo no es para cualquiera[9]”. Todas las plantas tienen, en forma casi permanente, un fluctuante de alrededor de un diez por ciento del total de la mano de obra que requieren para funcionar.
  • La sanción disciplinaria por desobediencia, es juzgada e impuesta por el propio presidente, llegando rápidamente al despido directo, que se realiza verbalmente, sin posibilidad de indemnización, ni recurso jurídico alguno.
  • Rara vez los presidentes presentan rendición de cuentas de los ingresos y egresos de dinero, de modo que en general, los trabajadores no pueden relacionar cuantitativamente el rendimiento de su trabajo con el ingreso que perciben. Existe una sospecha generalizada –pero nunca demostrada- de que los presidentes no reparten todo el dinero que ingresa. La excepción podría ser la planta 8 de Mayo, que sí tiene rendición de cuenta quincenal en cartelera. Pero de todos modos, los trabajadores sospecha que existen pagos en negro de proveedores, que no entran en la rendición contable en blanco. Esta sospecha cobró tal importancia que generó desde Diciembre de 2009 un proceso de discusión interna que terminó con el alejamiento del presidente a mitad del año 2010.
  • Todas las plantas registran en su historia, conflictos internos, que toman la forma de rebeliones contra el presidente o los encargados, y que terminan, o bien en su reemplazo, o bien en la expulsión de los referentes del grupo conflictivo.
  • Las plantas funcionan como una bisagra respecto de la ilegalidad. Así como en el trabajo quemero se observa una relación de contigüidad entre los quemeros y el mundo del delito, esta cercanía se da en el ámbito de las Plantas. Muchas plantas toman recuperadores que son ex presos, o que se encuentran en etapa de reinserción bajo el patronato de liberados. En este punto, al igual que el trabajo quemero, el desempeño en las plantas funciona como una alternativa ética a la “mala vida”. Así lo dice Caña: “Para nosotros es un orgullo tener todo esto que tenemos ahora, que nos ganamos la plata honradamente. Porque todos los que estamos acá, casi todos andábamos robando, vendiendo droga, y ahora todos salimos orgullosos, con nuestros hijos que nos ganamos el pan tranquilamente. No tenemos que andar corriendo de la policía…”[10].
  • Tutela general del CEAMSE: a través de la subgerencia de reciclaje, la empresa tiene un rol fundamental en el éxito o fracaso de cada planta, dado que
      • El CEAMSE proporcionó el subsidio para la construcción de 8 de las 9 plantas sociales.
      • El CEAMSE provee la basura que es el insumo básico de las plantas. Y no toda la basura es de igual valor. Hay cargamentos con mayor valor de recuperación, y otros con menor valor, que el CEAMSE asigna según un criterio de premios y castigos discrecional.
      • El CEAMSE juega estratégicamente en el apoyo/ deslegitimación de los presidentes de cada planta. La empresa no se dirige al común de los recuperadores, o a la “asamblea” de éstos, sino que negocia solamente con el presidente.

La cercanía con el mundo de lo ilícito se relaciona también con la importancia que se le asigna, entre las organizaciones, a los que “pisan fuerte”, a los “pesados”, que pasan así a ser un elemento con el que es indispensable[11] contar para la persistencia de cada grupo productivo. La necesidad de contar con este componente simbólico de capacidad de violencia para la autodefensa, refuerza la tendencia a conformar un grupo de referencia al interior de cada planta.

Radicalidad democrática de las plantas sociales.

No debe olvidarse que también existen fuertes elementos democrático radicales en el funcionamiento de las plantas: 1) La posibilidad permanente de destitución de presidentes ante el levantamiento de los trabajadores, 2) la subsistencia de reuniones deliberativas, como ámbito de decisión interno extraordinario, en última instancia, 3) la activación del grupo de recuperadores históricos, en oportunidad de las movilizaciones, que muchas veces va por delante de los propios presidentes, 4) La permeabilidad de los presidentes a las iniciativas del grupo de recuperadores históricos, durante el proceso de trabajo y durante los momentos de movilización. 5) La conciencia, en los grupos de referencia, de que solo con lucha, con activación colectiva y con participación, se consiguen resultados materiales concretos.

¿Es democrática la organización de las plantas?

En este aspecto, el desenvolvimiento de las plantas hacia el interior de cada organización, cabe preguntarse ¿Es democrático su funcionamiento? ¿Tiende a realizar la utopía social de autonomía de los sectores sociales subalternos? ¿Es “popular” el funcionamiento de estas plantas?

Si nos atenemos a la institucionalidad jurídica de estos grupos no vamos a llegar a buen puerto en nuestro análisis. Para acceder a una plata, a cada grupo territorial el CEAMSE le exigió constituirse como Asociación Civil, es decir como ONG sin fines de lucro. Pero este es un ropaje jurídico que no se condice con el funcionamiento real de los grupos. Casi ninguno lleva los libros actualizados de la ONG, y los que los tienen, hacen constar una ínfima cantidad de asociados, que se reducen a las personas de confianza del presidente de la planta. Solo 8 de Mayo está organizada, además, como cooperativa de trabajo, bajo el nombre “Ecomayo”. Pero ésta no es más que un ropaje jurídico que le permite cobrar el subsidio que percibe del ministerio de trabajo. Fuera de este uso, no tiene funcionamiento real.

Si nos atuviéramos a los cánones formales de la ciencia política institucionalista, deberíamos reconocer que internamente las plantas no funcionan como una “democracia”. Es cierto que hay un poder interno concentrado en la figura del presidente, apuntalado por el CEAMSE, que no hay suficiente rendición de cuentas, que no se verifica transparencia alguna en los mecanismos de elección de autoridades, y que entre el común de los trabajadores hay diferenciación de jerarquías y derechos.

Pero esta mirada institucional es insuficiente para evaluar este proceso, dado que aún sin llegar a ser un modelo de autonomía y democracia, las plantas tienen el mérito de lo popular: de haberse construido desde las condiciones sociales en que ello es posible, en resistencia y por oposición a las relaciones de mercado y al modelo de gestión de basura establecido. En lo micro, las plantas construyen pueblo (Laclau, 2005: 122) en cuanto a la identidad de los recuperadores, al haber cultural popular que ponen en práctica y a la consolidación de un proyecto productivo con perspectivas ecológicas sustentables, en la defensa de un bien común (el ambiente, favorable al colectivo social).

El gran aporte que el proyecto de las plantas sociales de separación de basura hace al campo político, es demostrar que es posible plasmar relaciones productivas diferentes, reversoras de las relaciones de producción capitalistas, sustentables desde el punto de vista ambiental, y que ponen en acto los haberes de la cultura popular , por caso, el cirujeo.

Para hacer mi aporte a esta cuestión, voy a tomar conceptos de democracia y de populismo que el pensamiento político argentino ha desarrollado con el objeto de pensar la política a nivel nacional. Como mi objeto de estudio es de nivel micropolítico, me voy a permitir la licencia del traspaso de escala, intentando ponderar si a nivel de las relaciones sociales particulares y localizadas, en el terreno de la basura, en José León Suárez, se dan supuestos análogos que hagan aplicables los conceptos más generales ya reconocidos en la academia.

La democracia bárbara rescatada por Alberdi.

En su obra “Belgrano y sus historiadores” (Alberdi: 1987) hace una crítica directa de la perspectiva de la historia política argentina. Allí describe la democracia bárbara, que sería la democracia del pueblo del interior, de las multitudes incultas que hicieron la revolución democrática, y son el verdadero sustento de la soberanía popular. En ejercicio de esta voluntad soberana, estas masas eligen como sus jefes a los caudillos. Son los favoritos de la democracia en tanto que sus arbitrariedades y violencias son una lógica consecuencia del contexto revolucionario en que emergen.

Al concepto de democracia bárbara, se le contrapone lo que irónicamente llama “la democracia inteligente, es decir, anti popular, la democracia de línea, en una palabra, el ejército, antítesis del pueblo” (Alberdi, 1897: 202): Los porteños, igual que anteriormente los españoles, le atribuyen a ésta el carácter de “democracia bárbara” , para diferenciarla de la “democracia inteligente” que construye desde Buenos Aires, el ejercito de Mitre, por la vía vertical de las armas. Es que “Para Mitre… un Estado Libre es su Ejercito Libertador” (Alberdi, 1987: 208).

“… a qué deben este descrédito –los caudillos-? Sus violencias y su arbitrariedad innegables fueron el pretexto. Vástagos e instrumentos de una revolución fundamental, no podían ser dechados de disciplina,…” (Alberdi, 1897: 196) “ellos y sus violencias son hijos de la democracia… Son la democracia en la forma republicana” (Alberdi, 1897: 202).

Resumiendo esta dicotomía, sostiene que la democracia bárbara es “La democracia del pueblo más numeroso y menos instruido y rico, antítesis de la democracia del ejército de línea y del pueblo instruido y rico que es minoría.” (Alberdi, 1897: 203). Es “la democracia de las multitudes de las campañas” (Alberdi, 1897: 204)

A los efectos de nuestro análisis, podríamos postular que la categoría general de democracia bárbara refiere una forma de representación y organización política, basada en la elección de caudillos, de manera espontánea y no formal, por parte de los más pobres y menos instruidos. Pese a que en su funcionamiento, la democracia bárbara presenta aristas de violencia, arbitrariedad y desapego a la institucionalidad jurídica, esto se explica por el contexto de beligerancia política y social extrema en que tiene lugar.

Esta manera de pensar la democracia en una organización es muy cercana al caso de las plantas sociales en las que se verifican los mismos elementos:

  • Representatividad de los jefes basada en una elección espontanea e informal.
  • Desenvolvimiento no contenido por el marco jurídico, pero aceptado por las bases.
  • Situaciones de violencia y arbitrariedad originadas en la conflictividad del contexto.

Sostengo entonces que esta situación micropolítica de las plantas sociales de separación de basura operadas por cirujas, es análoga a la situación macropolítica rescatada por Alberdi como Democracia Bárbara.

El carácter populista de la construcción de las plantas sociales.

Me parece procedente también, tomar el concepto de populismo, postulado por Laclau, en términos de construcción política. Recordemos que para este autor “el populismo consiste en la presentación de las interpelaciones popular-democráticas como conjunto sintético –antagónico respecto de la ideología dominante”(Laclau, 1978: 201). O más sencillamente: “el populismo es una forma de construir lo político. Siempre que los de abajo se consideran exteriores al sistema, y se oponen al sistema como forma establecida, existe el populismo.” (Laclau, 2007: 142)

El populismo lleva adelante una construcción que recoge las demandas y significados de los sectores subalternos, para articularlos en una síntesis que antagoniza con un otro, que es el bloque de poder. Esta construcción sintético antagónica, al formularse, deja constituido un “nosotros”, el pueblo, que a partir de esta identidad, adquiere capacidad de luchar contra el polo dominante. En la medida en que este antagonismo es discurso, que a la vez comprende la práctica social y económica, la construcción populista es la expresión política de la lucha de clases, y como tal, la vía democrática hacia la emancipación social. Si descomponemos analíticamente el concepto y lo aplicamos a la situación micro de las plantas sociales, podemos encontrar que:

  • La interpelación articulatoria, la síntesis que forma una cadena de equivalencias de esta construcción, es la que llevó adelante el entonces presidente de CEAMSE Carlos Hurst que toma los elementos culturales y políticos ya existentes en los grupos de recuperadores y les da forma de proyectos concretos, llamados “Plantas Sociales”. Estos elementos pasan por la cultura del cirujeo, la experiencia de lucha territorial piquetera, la voluntad de rescatar la pertenencia laboral productiva de sus miembros, y en muchos casos la identificación política con el peronismo.
  • El carácter antagónico de esta construcción está dado por todo lo que tiene de rupturista la experiencia del cirujeo (Alvarez, 2009). La recuperación de residuos rompe con la práctica del enterramiento que es perjudicial para el medio ambiente. Pero básicamente rompe con el fetiche de la basura. Así como la mercancía es el vehículo cosificado que encubre la apropiación de plusvalor por parte del capitalista, dentro del terreno positivo de valor, la basura lo es dentro del terreno de valor negativo. Siempre que hay basura, un capitalista ganó dinero, y si se la entierra, esa apropiación clasista de valor queda encubierta. En este sentido, la recuperación de basura es una ruptura con el discurso hegemónico, que en el ámbito de los residuos, es el discurso del enterramiento sanitario sostenido por el CEAMSE. Cuando el CEAMSE a través de la subgerencia de reciclaje impulsa la instalación de estas plantas, se ve enfrentado en primer lugar, con la propia línea burocrática de la empresa. Pero indirectamente, y como trasfondo social, se ve enfrentado también con la dominación del capital y su concepción basurizante del trato con las personas y los objetos.
  • El “pueblo” constituido en este antagonismo, el sujeto “nosotros” son las propias planta sociales de recuperación, un actor nuevo dentro del escenario de la basura en José León Suárez, que lleva adelante una lucha organizada, montada sobre estos nuevos medios de producción que con las plantas, y orientada en un sentido favorable a la redistribución de ingresos y la preservación del medio ambiente.

No obstante, conviene hacer algunas salvedades. En primer lugar, el CEAMSE, a través de su entonces presidente Carlos Hurst, y su recién creada subgerencia de reciclaje, tiene una actuación “institucional” en el proceso de negociación y selección de los grupos a los que se le van entregar plantas, y de aquellos a los que se intentó obstaculizar. Aquí actuó como un diferenciador, para contener la movilización de los recuperadores. Pero a su vez, esta demanda particular de acceso a la basura y de creación de puestos de trabajo que el CEAMSE articula, tiene una conexión con su contexto macro, que desde 2003 hasta el presente muestra un proceso cada vez más arraigado de construcción de pueblo en torno a las demandas de inclusión social y de recuperación económica. Es decir que el carácter populista de esta construcción tiene un doble anclaje en el escenario micro/ local y en el ámbito macro/ nacional.

Esta manera de entender el proceso de establecimiento de las plantas sociales como proceso de construcción política, permite comprender y aceptar los claroscuros y las impurezas que antes describimos como desfasaje del marco jurídico institucional. Se construyó lo que se pudo, en el contexto en que ello fue posible. Y se lo hizo “desde arriba” (Rajland, 2008: 165), desde el Estado, con una perspectiva progresista de signo popular.

Conclusión:

Las plantas sociales de separación de basura que se han desarrollado hasta el presente en José León Suárez son organizaciones democráticas. El concepto de democracia bárbara de Alberdi puede ser rescatado para explicar las formas políticas que se dan los grupos de resistencia territorial al neoliberalismo, cuando pasan a transformarse en organizaciones socioproductivas alternativas a las empresas capitalistas.

La forma organizativa de estos grupos está en tránsito, va mutando en el proceso de construcción política que los tiene como protagonistas. El punto de llegada puede ser la forma cooperativa prevista en la ley. Pero para llegar hasta ese punto –si es que alguna vez se llega- es necesario atravesar una serie de etapas que se dirimen conflictivamente en condiciones de suma adversidad. Los avances logrados, pese no coincidir aún con el modelo ideal de democracia que reconocido por la academia y establecido por el derecho positivo, deben ser valorados como avances populares orientados hacia una profundización de la democracia en las relaciones sociales, culturales y políticas.

En segundo lugar, por el contenido de su construcción, las plantas sociales pueden ser caracterizadas como una construcción populista, en el sentido democrático radicalizado del término. Son la construcción del populismo posible, en condiciones de extrema adversidad social. Una democracia de adversidad, de trinchera social, en un terreno donde los actores sienten en torno suyo el silbido de las balas, de una manera efectiva y no figurada. De una manera u otra, los recuperadores de basura de José León Suárez siguen aportando contenido popular a la construcción de la democracia argentina.

Raúl Néstor Alvarez. Septiembre de 2011.-


Bibliografía.

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Alvarez, Raúl Néstor. “Relaciones Políticas en el terreno de la basura. El caso de los quemeros y los emprendimientos sociales en el Relleno Norte III del CEAMSE.” Tesis de maestría Idaes - UNSAM, Año 2010.-

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Saraví, Gonzalo Andrés. “Detrás de la basura: cirujas. Notas sobre el sector informal urbano.” En “La informalidad Económica. Ensayos de Antropología Urbana.” De E. Guillermo Quirós y Gonzalo Andrés Saraví. Centro Editor de América Latina. Buenos Aires, año 1994.

Suárez, Francisco M. “Actores sociales de la Gestión de Residuos Sólidos de los Municipios de Malvinas Argentinas y José C. Paz”. Tesis de Maestría en Políticas Ambientales y Territoriales Facultad de Filosofía y Letras Universidad de Buenos Aires. Marzo de 2001.



[1] Abogado (UBA), Licenciado en Ciencia Política (UBA), Profesor en Docencia Superior (UTN). Magister en Ciencia Política (UNSAM). Docente Ayudante de la materia “Teoría del Estado” en la Facultad de Derecho, UBA. lacasilladeraul@yahoo.com.ar

[2] Alvarez, Raúl Néstor. “Relaciones Políticas en el terreno de la basura. El caso de los quemeros y los emprendimientos sociales en el Relleno Norte III del CEAMSE.” UNSAM, Año 2010.-

[3] Walsh, Rodolfo J. “Operación Masacre”. Ediciones de la Flor. Buenos Aires, Febrero de 2000.-

[4] Cedrón Jorge. “Operación Masacre”, Buenos Aires, 1972.-

[5]Laura, Guillermo Domingo. “El Cinturón Ecológico”. Ediciones CEAMSE. Buenos Aires, año 1979.-

[6] www.ceamse.gov.ar

[7] “Un chico desapareció en el CEAMSE y ahora lo buscan entre la basura”. Página 12 del 18.3.04.

[8] Entrevista a Fierro, presidente de la planta de Independencia, del 19 de Marzo de 2010.

[9] Entrevista a Rosales,, presidente de la planta de Soctracon del 29 de Marzo de 2010.

[10] Tomado del film “Río Adentro, una expedición al Reconquista” de Eduardo Anguita.

[11] Entrevista a Walter, recuperador de diversas plantas sociales, hoy encargado en una planta privada, del 5.7.09.