Ecología Política de la Basura.
Ecología Política de la Basura.
El carácter eco-político de las luchas sociales
por la recuperación de residuos
en el Area Metropolitana Buenos Aires.
11° CONGRESO NACIONAL
DE CIENCIA POLÍTICA
"La política en movimiento.
"La política en movimiento.
Estados, democracias y
diversidades regionales"
Paraná, 17 al 20 de julio de 2013.
Paraná, 17 al 20 de julio de 2013.
Area Teoría y Filosofía Política
Reflexiones
teóricas sobre los movimientos sociales y la protesta
Raúl N.Alvarez[1].
lacasilladeraul@yahoo.com.ar
Resumen Introductorio:
En este trabajo
intento aplicar al terreno de la basura los conceptos básicos de la ecología política
de raíz marxista.
Se trata de una
aplicación sumativa, en la que no profundizo las diferencias entre los autores.
Al contrario, intento valorar los
aportes plurales de cada uno de ellos, para así tornar productivo el conjunto
de las contribuciones de este campo intelectual, al análisis de la basura.
La perspectiva
del trabajo es fundamentalmente teórica, aunque particularizada al caso de la
basura en el Area Metropolitana de Buenos Aires (AMBA).
La hipótesis que
sostengo es que así como la economía ecológica es una cuestión política, la
basura, en tanto relación social antagónica por la desapropiación de
materiales, también es una cuestión política.
La lucha de los
recuperadores antagoniza con el poder normalizador y con el Estado capitalista,
dando lugar a la creación de valor por fuera de las relaciones sociales
capitalistas.
Ecología Política.
A partir de la
práctica contestataria al orden social ecológico imperante, se ha desarrollado
un pensamiento crítico de la economía y de la política, que algunos dan en
llamar “ecología política”. Desde la perspectiva económica, esta corriente se
denomina economía ecológica. A continuación voy a presentar de manera resumida
sus principales aportes.
Metabolismo Social:
El medio ambiente construido. Las relaciones
sociales se desenvuelven en una dinámica
que consiste en flujos de materiales y
energías (Martínez Aller, 2011: 2). Estos flujos circulan de manera desigual en
un entramado relacional que comprende a las personas, y también a la naturaleza. Se genera así un
medio ambiente construido socialmente (Altvater, 2011: 6), una especie de
segunda naturaleza (O´Connor, 2002: 38), que ya no es puramente física y
biológica, sino que se encuentra socialmente mediada de una manera desigual.
Por ejemplo, el suelo ya no se reduce a su composición biofísica, sino que es
depositario y productor en función de relaciones sociales, dando lugar a algo
nuevo, que es la tierra, objeto de apropiación, intercambio y explotación. En
términos semejantes, puede pensarse el “territorio” como una “relación social
mediada y moldeada y por la materialidad
del espacio” (Merlinsky, 2011: 14)
Totalidad
sociedad naturaleza. La no externalidad. Retomando la
noción marxista de totalidad, como el conjunto que explica el desempeño de cada
una de las partes, la ecología política propone pensar la implicación ecología/
sociedad como una totalidad, de la que lo económico y lo político no son más
que un aspecto (Altvater, 2011: 16). Esa totalidad implica y explica los
distintos aspectos de las relaciones sociales. Al contrario, la economía,
basada en una perspectiva clásica, intenta presentar los efectos ambientalmente
perjudiciales de la economía capitalista como externalidades, como fallos de
mercado. Por externalidad se entiende aquellos efectos que no pueden ser
cuantificados en relaciones de intercambio mercantil, por ejemplo el carácter
finito de los bienes naturales y los efectos contaminantes del capitalismo.
Habría, según esta postura un fallo de mercado, algo que el mercado erró, que no puede resolver. Otros consideran que lo
que se da es más bien un fallo de gobierno, es decir, una externalidad negativa
que la regulación estatal no alcanzó a regular correctamente, pero que sería
corregible. En cambio, desde la economía ecológica, se postula que la
contaminación y el agotamiento de recursos no son un fallo, una externalidad,
sino un modo de funcionamiento normal de la economía capitalista. No es un
error corregible, sino una característica estructurante y sistémica de la
economía mercantil (Martínez Aller, 2008: 10).
Inconmensurabilidad.
No transaccionalidad. La contabilidad
capitalista centrada en la cuantificación de valores de cambio, no es apta para
ponderar los aspectos ecológicos de las relaciones sociales (Martínez Aller,
1995: 54). No se puede cuantificar cuánto vale agotar un bien natural o
contaminarlo, porque no tiene reemplazo. No basta al respecto orientarse por el
costo marginal de producción, ni por el servicio de su saneamiento, dado que
implica transferir problemas ambientales y de escacés a generaciones futuras,
que como aún no existen, no pueden prestar su consentimiento. Postergar la
asunción de daños ambientales para el futuro implica cargar sobre generaciones
por venir, importantes costos económicos, sin pedirles su consentimiento (Martínez
Aller, 1995: 60). No es una transacción contractual, sino una imposición
forzada.
Niveles
de la economía. No basta con el tradicional
estudio de las finanzas, la producción, la inversión y el consumo para
comprender la economía. Esa es una visión cuantitativa que no considera la
cuestión ambiental. Para una visión completa de la economía ecológica debe
pensarse que la economía tiene tres niveles: por encima de todo, su emergente
más visible es el nivel de las finanzas, de las representaciones de valor de
cambio. Por debajo encontramos la
economía del la producción, centrada en la inversión y el consumo. Pero en
profundidad, debe contemplarse también el nivel ecológico, que consiste en el
flujo de materiales y energías que los otros niveles dan por supuesto. Flujos
que, dado el carácter agotable de la naturaleza, no pueden ser cuantificados y
contabilizados (Martinez Aller, 2008: 3).
Entropía
capitalista. La economía capitalista no se orienta
hacia un equilibrio de mercado sino que tiende a agotar recursos y a acumular
desechos (Altvater, 2011: 20). De modo que si en vez de cuantificar valores de
cambio, centramos la atención en el flujo de materiales y energía que tienen
lugar en el seno de relaciones sociales de explotación y dominación, vemos que
detrás de la supuesta mano invisible del mercado, lo que hay realmente es una
lucha social por la apropiación de estos flujos. El capitalismo por su propia
esencia, orientada a la ganancia, es incompatible con el equilibrio sociedad/
ambiente. No es posible un capitalismo sustentable.
Condiciones
de producción. Marx teorizó la relación sociedad /
naturaleza en términos de condiciones de producción. Según él hay tres tipos de
condiciones: las condiciones personales de producción, es decir, el trabajo
humano; las condiciones naturales de producción, es decir, el ambiente; y las
condiciones generales comunitarias de producción, es decir, la infraestructura
espacial urbana. La característica de estas “condiciones de producción” es que
no pueden ser producidas por la relación social capitalista, sino que son un
requisito para que éstas tengan lugar. De modo que la provisión de las
condiciones de producción no la realiza el mercado, quedando como proveedor de éstas el Estado (O´Connor,
2002:38)
Segunda
contradicción. La cuestión ambiental se presenta
como una segunda contradicción del capitalismo. La primer contradicción, que da
lugar a la conocida lucha de clases, en términos marxistas, es el antagonismo
entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones sociales de
producción. O dicho en otros términos, el choque entre el carácter social de la
producción y el carácter privado de la apropiación. La segunda contradicción
capitalista (O´Connor, 2002: 29) Se da por el lado de las condiciones de
producción. La expansión capitalista, orientada por la expectativa de ganancia
privada, desatiende la reproducción de las condiciones de producción. El
capital intenta apropiarse y explotar la naturaleza, sin tener en cuenta el agotamiento de recursos y la
contaminación. Aquí el choque se produce con otro actor, que ya no es la clase
obrera, sino los movimientos sociales.
El
ecologismo de los pobres. Si bien existen
movimientos sociales ambientalistas que demandan en función de principios
éticos contra el capitalismo, ha surgido otro actor en la lucha contra el
capital, que es el llamado ecologismo de los pobres. Se trata de grupos humanos
perjudicados por la explotación y contaminación capitalista de la naturaleza,
para los cuales la ecología no es una cuestión abstracta sino un asunto
concreto de supervivencia, dado que en esas condiciones ambientales degradadas,
corren riesgo de perecer (Martinez Aller, 2011: 6). Por eso luchan y enfrentan
al capital.
Por
qué es política la ecología. Si no puede
cuantificarse el aspecto ambientalmente negativo de la producción capitalista
¿cómo valorar y definir cuál ha de ser el curso a seguir en el despliegue de la
producción social? Aparecen, en las propias luchas, diversos “lenguajes de
valoración” (Martinez Aller, 2011: 18). Se trata de discursos no crematísticos,
centrados en otros saberes y otras creencias (Borón, 2011: 11). Cuando el
ecologismo de los pobres hace oír sus reclamos, lo hace desde su cultura y
desde su palabra. La función del intelectual crítico es justamente intentar
articular una síntesis de éstos en términos de praxis, de acción colectiva con
sentido emancipatorio, que no se limite a entender el mundo sino que avance
hacia su transformación en su sentido favorable a los oprimidos. Como no hay un
criterio “positivo” u “objetivo” en el cual basar la relación sociedad/
naturaleza, toda decisión que se tome al respecto es controversial, objeto de
lucha y deliberación. Y en definitiva, adopta un carácter político. Dejar hacer
al capital, es una decisión política del Estado capitalista. Revolucionarlo
también lo es.
La basura en el AMBA.
La política de
gestión de basura domiciliaria en el
AMBA fue fijada durante la última dictadura militar. Desde el 1 de Enero de
1978 se prohibió la incineración de residuos , se estableció su disposición
inicial en bolsas de nylon y el sistema
del relleno sanitario. Se creó una empresa estatal interjurisdiccional, perteneciente
a la Ciudad y a la Provincia de Buenos Aires, encargada de gestionarla, llamada
CEAMSE (Schamber, 2010: 6). El proyecto inicial era evitar el smog y rellenar
terrenos bajos con basura. Se abrieron rellenos sanitarios en varios lugares:
Villa Domínico, Gonzalez Catán, Ensenada y Zona Norte (primero Bancalari,
después José León Suárez, ahora Campo de Mayo).
El Area
Metropolitana comprende 34 municipios y la Ciudad de Buenos Aries (Zamorano,
2008), de modo que se extiende desde Magdalena en el Sur, hasta el Tigre hacia
el Norte, abarcando la totalidad del Conurbano Bonaerense. Los cuatro rellenos
sanitarios de CEAMSE se ubican en la jurisdicción provincial, de modo que la
Ciudad capital no entierra sus residuos en su territorio, sino que los deriva a
la periferia bonaerense.
Además del
circuito de la basura domiciliaria, existen otros dos grandes circuitos de
basura. Unos es el de los residuos peligrosos o especiales. Y otro es el de los
basurales a cielo abierto.
Los residuos de
establecimientos industriales, comerciales y de servicios, en tanto no sean
peligrosos, son enterrados o dispuestos en los rellenos sanitarios junto con
los residuos domiciliarios, dado que se consideran asimilables. En cambio los
residuos que presentan peligrosidad en diversos grados tienen establecido, por
distintas leyes, reglas especiales de disposición, acondicionamiento,
tratamiento, depósito y/o destrucción. Casos especiales de residuos peligrosos
son también los residuos patogénicos, los nucleares, y los de buques y
aeronaves. Todos ellos tienen reglas especiales que salen del caso que
analizamos. Nuestra mirada está puesta en los residuos domiciliarios y en los
no domiciliarios asimilables.
Pero además, existe
un importante circuito ilegal de gestión de residuos. Desde que existe
normativa sobre gestión de residuos, existen crónicas, endémicas y
generalizadas violaciones a estas normas. El “sistema” de la basura funciona,
necesariamente, con un porcentaje significativo de flujo de materiales que pasa
por fuera de los canales oficiales de gestión. En este circuito “ilegal” de la
basura, se destacan dos modalidades. Una son los basurales a cielo abierto
(Shammah, 2009: 57), que no son legales, que no siguen las normas del relleno
sanitario, pero de los que existen cientos en el AMBA. El otro circuito ilegal
es el desvío ilegal y encubierto de residuos peligrosos o especiales, a los
rellenos del CEAMSE o a los basurales clandestinos. Así, es común encontrar
residuos químicos o biológicos en los rellenos del CEAMSE, que se supone, solo
trata desechos ambientalmente inocuos.
En
los primeros años del siglo XXI, el sistema entra en crisis. En Villa Domínico, González Catán y Ensenada
surgen importantes movimientos vecinales que atribuyen contaminación y daños en
la salud, a la operatoria de los rellenos sanitarios. Denuncian al CEAMSE. Pero
el CEAMSE tiene el conocimiento técnico y forma parte del poder del Estado. Las
pruebas de contaminación se tornan dudosas. Pero los resultados en los cuerpos
de las víctimas son irrefutables. En Villa Domínico se forman las “Madres de
las Torres”, que son madres de niños enfermos por la contaminación atribuida al
relleno. En González Catán, Partido de La Matanza, también surgen desmesurados
índices de ciertas enfermedades atribuidas al depósito de basura del CEAMSE. El
formato de la protesta en estos tres lugares, es el de la asamblea
multisectorial, o Ciudadana.
Un
cuarto conflicto que se le suma al CEAMSE, se sitúa en la zona norte, en José
León Suárez. Allí el reclamo procede de población marginal asentada en las cercanías
del relleno, que ha hecho de la recuperación de residuos en la quema su modo de
vida. Lo que reclaman es que les permitan acceder al material de trabajo. Y su
herramienta es el corte de ruta, típico del repertorio piquetero.
Las luchas por la recuperación.
Hacia el año
2001, al generalizarse las negativas consecuencias socioeconómicas de la
aplicación de políticas neoliberales, el AMBA registra la multiplicación de la
actividad ciruja. La recuperación de residuos pasa a ser una opción de vida
para decenas de miles de personas. Los “cartoneros” se transforman en un
personaje insoslayable, ocupan el centro
de la escena y ganan la voz como actor social y político.
Desde el Estado,
los Gobiernos se ven obligados a intentar una respuesta política a este nuevo
cuadro de situación, en el que la impugnación ambiental ataca la técnica del
relleno, y el reclamo social incrementa la actividad de recuperación de
residuos.
A partir del año
2002 en adelante se dictan una serie de leyes, a nivel Nacional, Provincial y
de la CABA, que dan un giro en la política oficial de gestión de basura. Se lo
llama GIRSU (gestión integral de residuos sólidos urbanos). Consiste en la
misma política anterior centrada en el relleno sanitario, con el agregado de acciones oficiales orientadas a la reducción
del volumen de residuos a enterrar, el impulso al reciclaje, la reutilización y
la minimización. Dentro de este nuevo marco jurídico, la actividad de los
recuperadores gana cierta legalidad. Son reconocidos, en cierta medida, como
integrantes del cuadro de situación de la basura. En este sentido, se trataría
de una gestión “integral”, porque incluiría el reciclaje.
Desde entonces
ha habido algunas acciones significativas a favor de la actividad recuperadora
de los cirujas. En el relleno Norte III de CEAMSE se les permite ingresar una
hora diaria a recolectar en el basural. En el mismo lugar se formó un polo de
reciclaje de basura cruda, que ocupa 600 trabajadores distribuidos en 9 plantas
que se cogestionan entre el CEAMSE y organizaciones sociales. En la Ciudad de
Buenos Aires, algunas cooperativas lograron acceder también a centros de acopio
y plantas de separación, aunque partiendo de residuos ya previamente separados.
Los cartoneros de a pie fueron registrados y en muchos casos incorporados al
sistema oficial de gestión. Incluso muchos de ellos cobran subsidios que
los oficializan en su función. Los 34
municipios bonaerenses se encuentran en un proceso lento pero irreversible, de
deliberación en cuanto a qué hacer con su basura. Muchos intentan planes (por
ahora solo testimoniales) de separación en origen y de reciclado.
Todos los
avances que se dieron a favor de la actividad recuperadora de los sectores
sociales marginales, han sido conquistados mediante la lucha social de estos
grupos. Y en todos los casos, su puesta en práctica implicó, desde el Gobierno,
un cambio en el perfil de relación Estado/ Sociedad. La perspectiva liberal
privatista, indiferente a la pobreza, tuvo que ser dejada de lado, y
reemplazada por alguna nueva forma de intervención estatal orientada
políticamente hacia la “inclusión” social. No se cambia las relaciones sociales
estructurales de la sociedad capitalista. Pero sí cambian las configuraciones
de poder, dentro de esa estructura, en un sentido menos perjudicial para los
sectores más postergados.
Basura como desapropiación. El papel del Estado y el
poder normalizador.
La primera y
permanente actitud del Estado hacia los cirujas, tiende a ser de carácter
represivo. El ejemplo más nítido lo expuso en su momento el actual Jefe de
Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires cuando sostuvo que los cartoneros “roban”
la basura[2].
Esta actitud represiva y discriminatoria es el fondo permanente contra el que luchan los recuperadores por sus conquistas.
Si lo que piden
es basura, y la basura es algo que supuestamente carece de valor ¿por qué no se
la dan? ¿Por qué se monta sobre la basura un dispositivo armado de seguridad,
como si se tratara de un tesoro? ¿Por qué se reprime a los cartoneros como si
fueran delincuentes?
Propongo una
mirada teórica crítica para fundamentar la respuesta (Alvarez, 2011: 105). Intento
pensar la basura dentro del marco de la estructura social capitalista que la
genera. El papel de la basura en las relaciones de producción. La relación
entre basura y propiedad privada podría ser una clave explicativa de las
situaciones paradojales por las que atraviesan los recuperadores en su lucha.
1) La basura es una
relación social de desapropiación. Como objeto de
relaciones sociales, la basura debe ser desfetichizada. No se trata de objetos
con características negativas. Sino de una relación social inversamente
complementaria a la propiedad privada. Lo característico de la relación de propiedad es facultar al dueño de la cosa
a repeler al conjunto erga omnes de la sociedad, en el uso y disfrute exclusivo
de la misma. Con la basura ocurre lo contrario. El dueño privado, una vez que
ha obtenido del objeto los beneficios que le interesan, en vez de quedarse con
los restos materiales que son perjudiciales, los descarga en el colectivo de la
sociedad a través de la basura. Si los objetos de valor positivos son
apropiados, los de valor negativos son desapropiados. Ambas relaciones, por la
positividad y por la negatividad, tienden a beneficiar al mismo polo de propietarios
privados, en perjuicio de los no propietarios de bienes. En la medida que la
propiedad privada es el ámbito de acumulación de plusvalor, la basura funciona
como el flujo de materiales de valor negativo que se “socializa” a través de la
gestión estatal de residuos.
2)
La
basura implica un poder normalizador. Norma es una
mixtura de precepto jurídico y ley científico biológica (Foucault, 2000: 310).
El orden social y la “higiene” capitalista se hacen carne en los sujetos
mediante la internalización de normas de este tipo. Los sujetos quedan así
“normalizados” por un orden que en buena medida produce su subjetividad. Este
encarnizamiento de la norma bio-higiénica de la basura, se expresa en la
sensación de “asco” por la basura. El asco es una construcción social
normalizadora que funciona estructuralmente pero se vive subjetiva e
individualmente. Las cosas que no sirven, que desordenan, que ensucian son excluidas
de la vida cotidiana y confluyen en la llamada “basura”. Pero esta
“basurización” de objetos, no se basa en el valor de uso de este bien, sino en
la apreciación subjetiva de quien decide botarlo como basura. De ahí que en la
llamada “basura” conviven una cantidad de materiales y objetos útiles aún, pero
desechados, a partir de una lógica sesgada simbólicamente por el consumismo
capitalista. La recuperación de basura requiere traspasar esa pauta
normalizadora que excluyó a los objetos como basura. Requiere desandar la
relación social en la que fueron producidos, para poder aprovechar su valor de
uso remanente. Los cirujas hacen de esta labor su medio de vida. Transgreden el
poder normalizador insto en la basura. Por eso
se les hace extensiva, a sus personas, el carácter de basura social. Son
castigados con la estigmatización y la discriminación. Se los discrimina por
haber transgredido la pauta normalizadora.
3) El Estado no es
neutral, favorece al capital cuando gestiona la basura.
El papel del Estado es el de funcionar como ámbito colectivo de desapropiación
de basura, de modo que no perjudiquen a la clase de los propietarios privados,
sino que deban ser cargados por el conjunto de la sociedad. La gestión de
basura por parte del Estado, por
definición es perdidosa, porque es una función subsidiaria de la acumulación
capitalista. Cuando los recuperadores urbanos rescatan objetos de la basura, se
los reapropian y hacen de ellos sus medios de subsistencia, están contrariando
la lógica capitalista de la basura. La recuperación informal cuestiona y transgrede la división en clases
poseedoras/ desposeídas de la sociedad capitalista.
La lucha que
llevan adelante los recuperadores, en distintos lugares, por acceder al
material de trabajo, y para que se les reconozca la función social
ambiental que cumplen, es una acción que contraviene el poder normalizador, va
a contramano del carácter capitalista del Estado, e implica una reapropiación
de valor por fuera de las relaciones de producción capitalistas. Desde este punto de vista, la lucha cartonera
y ciruja tiene un carácter emancipatorio y ambientalista que antagoniza con la
lógica de acumulación capitalista.
En tanto que las
luchas ciudadanas territorializadas en contra de los depósitos de basura, al
oponerse al modo en que el Estado capitalista gestiona la basura, lo hacen
desde una modalidad de acción democrática participativa, en defensa de un bien
colectivo, como es el ambiente y en
contra de la orientación capitalista de las relaciones sociales dominantes.
Confluencia de conceptos.
El esquema
conceptual que planteo para analizar los conflictos en torno a la Basura en el
Area Metropolitana Bonaerense, es compatible con los enunciados de la ecología
política explicados al comienzo.
El metabolismo social del capitalismo
argentino es el que ha llevado a la construcción de esta segunda naturaleza, este artificio ambiental, que son los rellenos
sanitarios, y sus complementos necesarios, los basurales y circuitos clandestinos. La basura se
genera, se acumula y se gestiona siguiendo un criterio beneficioso para el funcionamiento
capitalista de nuestra sociedad. Esto nos obliga a desnaturalizar el paisaje.
Donde antes solo veíamos montañas de
desechos, si profundizamos un poco más, podemos detectar la huella del capital,
que una vez apropiado de las ganancia, socializa en perjuicio de colectivo
social, los residuos. No es natural el basural. En otro contexto social, podría
no generarse basura y asignar el flujo de energías y materiales de otro modo. El
basural , el relleno, no es solo un terreno colmado de basura, sino el asiento
material que las relaciones sociales capitalistas asignan como destino para el
flujo de materiales que son incapaces de transformar, un “territorio basura” (Shammah 2009:22) signado por relaciones de basurización.
La acumulación
de basuras no procesables, que no se reintroducen en el flujo de materiales y
energías de la sociedad capitalista, son el testimonio activo de la unidad
existente entre sociedad y naturaleza. El proyecto sanitarista de enterramiento
de residuos pretendía tratar la basura como algo externalizable. Bastaba enterrarla para hacerla desaparecer. Pero
la basura no desaparece bajo la tierra. Los objetos y materiales siguen estando
ahí, por años, décadas, siglos, etc. Y
están activos. Retroactúan sobre el aire, el agua, el suelo, y en definitiva,
sobre las mismas relaciones sociales que le dieron origen.
Una visión
parcial de esta utopía externalizadora de la basura lo constituye la
exportación permanente de residuos de la Ciudad de Buenos Aires hacia el
conurbano. Una actitud de colonialismo interno, que da por supuesto que llevar
la basura lejos, a otro barrio, a otro municipio, es una solución aceptable a
la gestión de residuos. Pero no hay un afuera natural. Sociedad y naturaleza
forman un mismo ambiente en el que debemos convivir.
Si la basura
contamina, o si se forman depósitos fuera de los circuitos establecidos, no se
debe a que haya fallado el mercado o
que los funcionarios no hayan cumplido correctamente su función. La lógica capitalista,
tanto en el área del consumo (residuos domiciliarios), como en el de producción
(residuos industriales) es la que lleva a la basurización de ciertos flujos de
objetos y de personas. La basura no es defeco, sino una consecuencia
sistemática de la acumulación capitalista.
Lo que se hace
actualmente en el AMBA es acumular restos materiales en rellenos sanitarios,
que al no descomponerse ni sintetizarse, en algún momento deberán ser retirados
y reprocesados. Un ejemplo en este sentido es la demanda de los vecinos de González
Catán de que sea retirada la basura del relleno emplazado en su localidad.
Mientras continúe la técnica del relleno sanitario, se seguirá cargando esa
tarea reparadora sobre generaciones futuras. A las que nos se les ha consultado
nada al respecto. No hay aquí una transacción sino una imposición de
cargas de una generación a otra.
Mientras tanto
los cálculos sobre costos económicos de “gestionar” la basura hacia el
enterramiento, no son completos ni pueden serlo. No puede calcularse el costo
de la contaminación de los cursos de agua, de la degradación del aire o de los
suelos. Por eso, la contaminación no es calculable a valores de mercado. Se
trata de dimensiones no compatibles entre sí, que por lo tanto son inconmensurables.
¿En qué nivel de
la economía se ubica la basura como relación social? ¿En el de la economía
financiera, en el de la producción o en el del flujo de materiales y energías?
La basura se ubica a mitad de camino de los dos últimos niveles de la economía. Porque es generada por la producción y por
el consumo que alimenta esa producción. Pero su depósito en basurales, afecta
directamente el flujo de materiales y energías del medio ambiente socialmente
modificado.
La entropía del capital lo orienta a la
apropiación privada de bienes, por un lado y a la acumulación de desechos y
agotamiento de recursos por el otro. Si se incluye la basura en el esquema
analítico de la crítica entrópica al capital, puede ampliarse este horizonte
conceptual, que se extiende a ambas banda de la valorización del capital.
Cuando hablamos de valores de mercado positivos, la lógica capitalista pasa por
al apropiación de bienes. Pero cuando se trata de objetos de valor negativo, su
tendencia es a la desapropiación, es decir a la enajenación de éstos en las
esfera social o pública, gestionada por el Estado. Los objetos basurizados, de
valor de cambio negativo, son “socializados”, convertidos en pasivos públicos.
No hay “equilibrio” sino acumulación diferencial de flujos y materiales, a
favor del capital, cuando son de valor positivo. y en la esfera pública/ social, cuando son valorizados negativamente. La entropía
capitalista conlleva el par conceptual basura/mercancía como cosificación de
las relaciones de desapropiación/ apropiación.


Insumos Desechos


Residuo

Apropiación
Desapropiación
Derecho
de propiedad Der.
de abandono.
Las relaciones
de basurización pueden operar tanto en
el ámbito de la circulación mercantil, como en la provisión estatal de las
condiciones socioambientales de producción. La desigualdad de la estructura
social capitalista hace que muchos objetos desapropiados como basura por los
sectores sociales más altos, al mantener cierto valor de uso, tiendan a ser
reapropiados por sectores sociales más bajos, que sí le encuentran un valor
positivo. Por ejemplo, los excedentes de producción defectuosa, cercana al
vencimiento, o con defectos de empaquetamiento, tiene un valor negativo para
las empresas que lo producen o comercializan, y un valor positivo para los
recuperadores urbanos, que tratan de apropiárselos para su uso o intercambio. Aquí
el Estado tiende a intervenir, mediante la legislación y mediante la acción
policial, en defensa de los intereses del capital, orientándose a limitar esta reapropiación
de residuos por parte de los recuperadores. Es una intervención procapitalista,
en el momento de la circulación de bienes. En otros casos, cuando se trata de
grandes flujos de residuos urbanos o industriales, que hasta los propios
recuperadores tienden a considerarlos como “basura”, lo que hace el Estado es
gestionarlos para garantizar la continuidad de la vida social. No podría
desenvolverse un mercado capitalista si
los residuos de la producción y del consumo no fueran retirados del espacio de
desenvolvimiento cotidiano. En esto consiste el “manejo” de residuos, en la
provisión de las condiciones de
producción, que no puede ser provista por el mercado, sino que queda a
cargo del Estado. Hipotéticamente, si las relaciones de producción dominantes
no fueran capitalistas, este servicio debería ser prestado igualmente. Lo que
es probable es que si estas relaciones sociales no fueran relaciones de
explotación, el flujo de materiales y energías no debería generar residuos que
no fueran a su vez insumos productivos.
La segunda contradicción del capitalismo,
tiene como uno de sus principales exponentes la acumulación de basura. De
basura domiciliaria e industrial, y de residuos en general. Toda la
contaminación es reductible, conceptualmente a la idea de basura. Son objetos,
materiales o partículas, desapropiados en el flujos acuáticos, atmosféricos, o
terrestres. Si la segunda contradicción del capital es el límite que la
naturaleza presenta al desarrollo capitalista, uno de esos límites es la
acumulación de basura producida por la acumulación de capital. Si hay basura,
es porque hay un capital que lucró con ella, en la esfera de la producción o de
la reproducción. Esa basura capitalista se vuelve como una muralla pringosa y
maloliente al desarrollo del capital.
En las luchas
por la recuperación de basura que se libran en el AMBA hay dos fuerzas o
sectores sociales de carácter popular y por lo tanto, anticapitalistas. Por un
lado, los recuperadores, provenientes de la población marginal, que encontró en
la basura su medio de vida. Su acción recuperadora de objetos y materiales
contraviene la lógica capitalista, y por lo tanto se desenvuelve en un
enfrentamiento con el Estado y la legislación capitalista. Son los “pobres” del
llamado “ecologismo de los pobres”. Su
lucha se orienta a la subsistencia. No antagonizan con el capital y el Estado
por una cuestión ética valorativa y altruista, sino en defensa de su
subsistencia económica. El otro actor, los movimientos ambientales contra la
basura, como los de González Catán, Villa Domínico y Ensenada, no son movidos
por “cirujas” sino por “vecinos” más asimilables al ecologismo tradicional, de
poblaciones socialmente integradas, que defienden una perspectiva político
valorativa de tipo altruista.
Conclusión: La ecología de la basura es una cuestión
política.
La llegada de
esta confluencia de relatos, sobre la ecología política y sobre la basura, lo
que plantea es justamente el carácter político antagónico de la basura. No se
trata de objetos, sino de un resto material que cosifica (Lukacs, 1970 [1923]:
23) relaciones de producción y de consumo capitalistas. Si descosificamos la
basura, lo que hallamos son relaciones sociales de desapropiación de objetos.
Relaciones sociales de basurización de objetos y de personas, que por lo tanto
son desiguales y antagónicas. No se trata entonces de basura, sino de conglomerados de personas, enfrentados entre sí
por su distinta posición en las relaciones de apropiación/ desapropiación de
objetos. No es basura, es antagonismo,
y como tal, una construcción social de poder. Los sujetos que la descosifican no son desempleados o
lumpenproletarios abriendo el camino de formaciones políticas bonapartistas.
Son nuevos sujetos que entablan nuevas relaciones sociales, que construyen nuevos territorios, más allá
del dominio del capital. La basura, cuando se descorre el velo y queda a la
vista el fetiche, desde los márgenes exteriores del mercado, también forja las
armas que le darán muerte al capital.
Raúl
Néstor Alvarez.
Bibliografía:
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[1] Abogado (UBA), Licenciado en Ciencia Política (UBA), Profesor en
Docencia Superior (UTN). Magister en Ciencia Política (UNSAM). Docente Ayudante
de la materia “Teoría del Estado” en la Facultad de Derecho, UBA. lacasilladeraul@yahoo.com.ar
[2] “Todos apuntan contra Macri. El empresario prometió “meter presos” a
los cartoneros porque “se roban la basura” de la calle. Desde diversos sectores
criticaron su “desconocimiento de la emergencia social”. Página 12 del 11 de
Enero de 2008.