Educar en contextos de encierro.
La lucha entre aparatos del Estado, como expresión de
antagonismos sociales.
El caso de la apertura del CENS 460
en la cárcel de José León Suárez.
XIII CONGRESO NACIONAL Y III LATINOAMERICANO
DE SOCIOLOGÍA JURÍDICA. “Debates
socio-jurídicos
en torno a los
cambios sociales en Latinoamérica”
Universidad Nacional de Río
Negro, Sede Atlántica SASJU
Viedma, Río Negro, Argentina, 8, 9 y 10 de
noviembre de 2012.
Comisión 8: Estado, Políticas Públicas y Derecho.
Introducción.
El Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB) es una
institución con fines represivos tanto explícitos como ocultos.
La apertura de escuelas en las cárceles bonaerenses es una iniciativa de otro aparato
del Estado, externo, que encarna una política contraria a la simple represión y
el exterminio de la población marginal allí encerrada. Dos aparatos del Estado
en un solo contexto, con fines contrapuestos, orígenes distintos, y poderes desiguales.
La consigna represiva “hay que matarlos a todos” choca
con el designio político de “rescatar” seres humanos socialmente constructivos.
La Escuela dentro de la cárcel, es una escuela contra la cárcel, pero sometida
al poder carcelario.
La hipótesis que propongo es que la educación carcelaria
es un campo de enfrentamiento entre
instituciones/aparatos, expresiva de
antagonismos sociales fundamentales. El crecimiento del aparato del Estado educativo implica una
avanzada de un proyecto político emancipatorio, más allá -y gracias a- su contenido disciplinario
escolar. Expresa la avanzada de los
sectores populares sobre el poder, la economía y la cultura, que viene
registrándose a partir del quiebre
social de diciembre de 2001, y de
los progresos políticos populares
logrados desde 2003 a esta parte.
La cárcel, en cambio, es un aparato represivo, con
fines inconfesados, constituido bajo al necesidad de excluir a quienes han
transgredido al pauta de la legalidad. Este dispositivo represivo está manejado
por personas que en una proporción importante piensan que la mejor pauta de tratamiento, para con los
presos, es: “hay que matarlos a todos”.
Cronología
de la apertura de la escuela.
El día 6 de Marzo de 2011 el periodista Horacio Verbitsky,
publicó en el diario Página 12
una denuncia contra los responsables de la Unidad 48 del Servicio Penitenciario
Bonaerense, ubicada en José L. Suárez.
Allí se hacía pública la situación de un interno de esta unidad, a quién el director del penal había mandado
a robar automóviles que luego se desarmaban allí mismo. Por las
noches se lo vestía con uniforme penitenciario, salía a la calle, robaba
algunos vehículos, que entregaba al Jefe penitenciario, y volvía a la Cárcel antes de la mañana siguiente. Por este
servicio cobraba una suma de dinero que percibía su familia. Cuando este
interno se negó a continuar cumpliendo este pacto criminal, un grupo de personas
concurrió a su domicilio y violó a su
esposa como modo de presión. Esto lo
obligó a seguir saliendo a robar, hasta que el medio periodístico se hizo eco
del hecho.
Junto con el caso de este interno se denunciaron otros hechos ilegales:
torturas, disparos, etc. Todas estas situaciones dejan a la vista que en esta
unidad penitenciaria, los derechos humanos –tanto de los presos, como de los no
presos- eran gravemente violados a manos de las autoridades investidas del
poder punitivo público.
Publicada la denuncia en el diario Página 12, la
investigación se cierne sobre la unidad 48. Esto abre un nuevo contexto de
oportunidades, para que el SPB acceda a viabilizar lo que era un proyecto que
en el área de educación ya tenía más de dos años: la apertura de una escuela
primaria y de una escuela secundaria para adultos, en las tres unidades de la
cárcel de José León Suárez.
En esta localidad, el SPB administra tres unidades: “la
46”, donde se filmó al película “leonera”, “la 47” y “la 48”. Las dos primeras
son de seguridad media. Y la cuarta es de máxima y media seguridad, dado que alberga a una
población de presos mayormente condenados.
Desde la cartera educativa la apertura de la escuela
fue encabezada por el Director general de Cultura y educación, el director de
contextos de encierro y la inspectora de educación de adultos de General San
Martín. Se crearon dos escuelas , una
primaria de adultos y una secundaria, institucionalizada bajo la modalidad de
CENS (Centro Educativo de Nivel Secundario) En lo que sigue voy a analizar el caso de la escuela secundaria,
que es el que he seguido y tomado parte.
El
CENS 460
La institución educativa de nivel secundario, creada
en esta coyuntura tan especial, es el CENS 460. Dado que debe funcionar en tres
unidades, colindantes, pero separadas entre sí, se creó una escuela con sede en
la Unidad 48, que cuenta con dos anexos, ubicados en las unidades 47 y 46. Se designó como director al Profesor de
Historia Marcelo Fredes. A cargo de cada anexo se colocó personal
administrativo: un secretario, en la Unidad 48, un preceptor , en la Unidad 47
y otro preceptor en la Unidad 46. Estos
tienen a su cargo, además de los quehaceres propios de sus cargos, el ejercicio
de tareas de gestión educativa, y sobre todo de coordinación con las
autoridades de los respectivos cuerpos del SPB en cada unidad.
Los edificios en los que se abrió esta escuela,
pertenecen a la infraestructura interna de cada unidad del SPB. Es decir que
para ingresar a ellos hay que entrar a la cárcel propiamente dicha. Se deben
pasar los sucesivos puestos y barreras de control, las puertas de los
alambrados perimetrales, el portón de muro perimetral de 8 metros de altura, y una puerta de seguridad interior, para
recién entonces ingresar a la unidad propiamente dicha.
Este particular distribución del espacio, en un lugar
donde el uso del teléfono celular está prohibido, hace que la comunicación
entre los distintos anexos de la escuela sea sumamente dificultosa. Trasladarse
de un anexo a otro implica no solo caminar entre 500 y 1000 metros, sino que se deben traspasar
varios puestos de control y seguridad, tanto para salir como para entrar. De
modo que pasar desde la escuela de una unidad a la otra, puede demorar unos 20
a 30 minutos.
Inicialmente se abrieron dos primeros años en cada
unidad. Es decir, se comenzó con 6 cursos en total, en un plan de bachillerato
de adultos, orientado en ciencias sociales, de tres años de duración. En el año 2012 se abrieron
otros tres segundos años, cada uno en el anexo de su respectiva unidad
carcelaria.
La
relación de la Escuela con el SPB.
El servicio penitenciario es la entidad conveniente
con la DGCE, que demanda el servicio educativo, y suministra el espacio físico
donde funciona la escuela. En el momento político en que la escuela fue
abierta, el SPB aparece pidiendo la apertura, como si este fuera un proyecto
propio. Pero lo cierto es que los antecedentes indican lo contrario, dado que
desde dos años atrás la cartera de educación lo estaba instando, y el SPB no
brindaba las condiciones materiales e institucionales para hacerlo realidad.
Producida la denuncia periodística, convertida la Unidad 48 en la más desprestigiada
de las unidades carcelarias de la provincia, el SPB no pudo resistir más la
apertura de la escuela, y la escuela se abrió.
Pero esta tensión inicial, este enfrentamiento de estrategias opuestas,
operó no solo antes y durante la apertura, sino también a lo largo de todo el período de consolidación de la
institución escolar. Hay una “lucha de
poderes” que se expresa en innumerables
conductas del servicio penitenciario. En particular pueden detallarse las
siguientes:
a)
Demora
en “bajar” a los alumnos: el SPB es el que tiene que traer a los internos
desde sus pabellones hasta la escuela. Estos no pueden concurrir solos, sino
que para atravesar los pasillos, puertas, rejas y candados que separan sus
pabellones de la escuela, deben ser conducidos por agentes penitenciarios. Rara vez los alumnos logran llegar a la
escuela en horario, siendo común una demora de entre 10 y 60 minutos al día.
b)
Distorsión
de información: cuando
faltan alumnos, muchas veces el personal directivo pregunta a los agentes
penitenciarios el motivo. Estos dan una explicación imputable al alumno, como
por ejemplo “fulano y mengano no quisieron venir”. Pero cuando el Docente sale
a recorrer los pabellones, junto al personal penitenciario y toma contacto con
los internos, estos suelen expresar otras situaciones, no imputables a los
alumnos sino al SPB, por el cual no pudieron asistir a clase, como por ejemplo,
que no los fueron a buscar, o que nos los dejaron salir por estas sancionados.
c)
Sanciones
disciplinarias del SPB.
Más allá de las conocidas denuncias de torturas y vejámenes a que son sometidos
los presos bonaerenses, existen medidas disciplinarias “reglamentarias” que
afectan gravemente el dictado de clases. Por ejemplo, si un pabellón está
siendo requisado (inspeccionado) por el Servicio o si fue objeto de castigos,
los alumnos no pueden concurrir a clase. Por ejemplo, si en un pabellón hubo un
hecho de violencia entre internos, el SPB suele disponer el cierre del pabellón
(le llaman “quedar engomados”) con lo que ningún interno puede concurrir a la
escuela mientras dure la sanción, que puede ser un día, una semana, un mes…
d)
Prioridad
de las visitas y otros quehaceres penitenciarios. Para el SPB la educación formal de los internos no
es una prioridad. Entonces, si hay, por ejemplo, un día de visitas, que los
internos reciben familiares, se suspenden las clases. O si existen otras
actividades culturales, deportivas o religiosas, que tienen lugar en la unidad, estas son consideradas en igualdad de condiciones
que la escuela. Así por ejemplo, la práctica de un deporte, ejercicio de oraciones religiosas, la
realización de cursos de cultura general, etc. tienen para el SPB el mismo
rango que la escuela, pese a que la educación impartida por ésta es legalmente
obligatoria, y los demás cursos y actividades no lo son.
e)
El
argumento de la disciplina, aplicado variablemente. Diversas prácticas típicamente escolares pueden
verse influídas por los requerimientos
de orden y seguridad internos dispuestos
al arbitrio del SPB. Por ejemplo, la posibilidad de tomar mate en clase, o de
concurrir a estudiar a la biblioteca escolar, o el uso de computadoras, quedan
supeditados a la decisión del SPB. “Los termos para tomar mate son un arma
porque cuando entrás a un pabellón lo primero que te tiran es el agua caliente
del mate”. Son argumentos que rigen la conducta interna de la escuela, que
quedan en manos del SPB.
f)
El
traslado de los alumnos a otras unidades. Por motivos que se desconocen, el SPB va rotando su
población por distintas unidades carcelarias. La mayoría de los presos, durante
su estadía, han conocido varias unidades. Estos traslados se producen en
cualquier momento del año, cortando abruptamente el proceso de formación y aprendizaje de los alumnos. Luego de cada
traslado, el interno puede no conseguir vacantes en la nueva escuela. O
encontrarse con que los planes de estudios son distintos, materias diferentes,
otros profesores, etc. Todo ello perjudica el proceso de aprendizaje y la
continuidad de los estudios.
g)
“Acá
cada día es diferente”.
Otro rasgo del ejercicio de autoridad del SPB es la variación constante e
imprevisible. Criterios de funcionamiento acordados con un oficial pueden no
ser válidos al día siguiente con otro, o con el mismo guardia. Un día los alumnos son traídos a la escuela
antes del horario de clase. Y al día siguiente ningún agente se levanta para ir
a recorrer los pabellones hasta que el director de la escuela no lo reclama
expresamente. La política de cambio constante por parte del SPB genera una
sensación de incertidumbre y angustia constante en los presos, por un lado, y
por otro, agrega dificultades al desenvolvimiento planificado de la institución
educativa.
h)
Red
de poder tumbero:
Se suma a la actuación del “Servicio”, las estructuras y redes de autoridad
existentes entre los mismos presos, que funcionan toleradas y apoyadas por el
propio Servicio. Así, por ejemplo, cada pabellón, suele tener un interno como
referente, que “pisa fuerte” entre los internos de ese lugar. Un liderazgo
basado en la capacidad de ejercicio de violencia física (más efectiva que
latente) que se pone en escena en las múltiples peleas que tienen lugar entre
presos. Estos enfrentamientos nos se llevan a cabo mediante golpes de puño,
sino que los internos se encuentran generalmente armados con “facas” que son
trozos metálicos afilados de alto poder cortante. La mayoría de los presos
presenta en su cuerpo muestras de haber recibido diversos cortes.
i)
Ambiente
tumbero: El tipo de
liderazgo entre los presos de cada pabellón influye directamente sobre todos los
internos del mismo, y afecta directamente la posibilidad de concurrencia de los
presos a la escuela, la realización de tareas “domiciliarias” en el pabellón y
la posibilidad de Estudiar. Muchas veces los alumnos manifiestan no haber
podido estudiar porque el ambiente en su pabellón no se lo ha permitido “Sabe
qué , Profe, acá siempre hay que tener cuidado que no se le escape la
tortuga”. Los internos suelen
experimentar un sentimiento de tormento psicológico en el que se mezcla le
poder punitivo interno del servicio, los requerimientos de la estructura de
autoridad interna de los presos, sus problemas familiares personales, y la
angustia de su situación procesal. De ahí que sea tan común que un alumno se
excuse de no haber realizado sus tareas porque “tengo muchos problemas, muchas
cosas en la cabeza, profe. “ Dentro de los pabellones suele haber lo que podríamos denominar una “atmosfera
tumbera” que perjudica el estudio,
y la asistencia a clase.
j)
La
envidia, es otro factor
que perjudica la escolaridad. Muchos alumnos cuentan que los compañeros del
pabellón y los pequeños jefes presos, a los que están sometidos, no ven con
buenos ojos que ellos concurran a la escuela y estudien. Esto hace que
obstaculicen la salida del pabellón y las actividades escolares en general. Se
suma a ello una particular percepción de parte de los suboficiales (la inmensa
mayoría de los agentes) del servicio penitenciario, que no tienen el secundario
terminado. Muchos de ellos quieren cursar la escuela secundaria, pero no lo
pueden hacer en el CENS 460, porque este es un servicio educativo exclusivo
para internos, no para miembros del servicio. Esto los mueve a pensar que el
derecho a la educación es “para los delincuentes” y no para las personas que
trabajan, reforzando el discurso derechista cree que “los derechos humanos son solo para los
delincuentes”.
k)
El
individualismo: El preso
común, el preso social que está entre rejas por haber cometidos delitos contra
la propiedad, en general presenta una ideología individualista. Frente al
tratamiento, análisis y discusión de problemas sociales y políticos, la
contestación más sincera que recibí de un alumno fue la siguiente: “Mire,
Profe, está todo bien con lo que Usté dice de los problemas sociales, pero
¿sabe qué? Yo agarro, me pongo un caño en la cintura, salgo… y no tengo más
problema”. El robo es una salida individual a un problema colectivo como es la
desigualdad social. Esta mentalidad individualista, calcada de la de las clases
dominantes, pero surgida del espacio de la marginalidad social, es un obstáculo
al funcionamiento de la escuela como institución, y al desenvolvimiento del
proceso de aprendizaje como cuestión social y política que vincula al alumno
con la sociedad de la que ese conocimiento procede. El SPB, con su gestión,
mantiene vivo este individualismo competitivo entre los internos, con el
sentido estratégico de impedir la generación de movimientos colectivos de los
que están privados de libertad.
l)
Espacios
conquistados: Cuando se
inicia la actividad escolar, en Abril de 2011, los espacios de la escuela
estaban siendo utilizados con otros fines por personal del servicio y por
grupos de presos que tenían asignadas actividades allí. Por ejemplo, el
edificio de la escuela en la Unidad 48 era utilizado por un grupo de presos par
atener allí las visitas de sus familias, y las aulas hacían las veces de
habitaciones, por turnos, para mantener visitas íntimas (relaciones sexuales)
con sus parejas. Al abrirse la escuela, estos presos debieron ceder o compartir
el lugar con la institución educativa. Implicó una resistencia, una puja, por
el espacio, que si bien formalmente le correspondía a la escuela, en los
hechos, obligó a los educadores a “poner el cuerpo”, para acceder al lugar.
m)
Los
“kioscos” penitenciarios:
Se llama Kioscos a los negocios ilícitos que se establecen en el funcionamiento
cotidiano de la cárcel. Puede tratarse del suministro de determinados bienes de
consumo tanto legales como ilegales, tales como drogas, y alcohol. O puede
tratarse de negociaciones remuneradas para acceder en condiciones
preferenciales a “beneficios”, como por ejemplo, la posibilidad de mantener
“visitas íntimas” en lugares más cómodos y adecuados. La institución escolar,
al irrumpir en la arquitectura y los espacios penitenciarios, al entremezclarse
con la circulación y el funcionamiento de la institución penitenciaria, en
varios casos pudo haber interferido estos negocios, con la consiguiente
generación de resistencias, de parte de los agentes del SPB y de los presos que
lo administraban y/o usufructuaban.
Dos
aparatos que expresan fuerzas sociales antagónicas.
Parto de pensar el estado como una relación social de
dominación, es decir como el aspecto de poder insto en todo vínculo social (Thwaytes
Rey, 1999: 4). El Estado es
la condensación material de estas relaciones sociales de poder, que toman
cuerpo en una organización, de personas encargadas de ejercer el monopolio de
la violencia, para lo cual están dotadas de medios materiales. Estas personas,
su organización, el entramado de poder social en que se insertan, los medios de
que disponen y su forma jurídica,
conforman lo que se conocen como aparatos del Estado (Poulantzas,
2008: 154). O en la jerga
institucionalista, las “instituciones” (Abal Medina, 2010: 55).
Por su naturaleza de relación social, los aparatos del
Estado, que aparecen como “instituciones neutrales”, son corporización de
fuerzas sociales. No están por encima de la sociedad. Esta es solo su manera de
presentarse, de legitimarse. Pero en esencia, si se descorre el velo de su apariencia
jurídica (Holloway, 1994: 108) lo que se encuentra son relaciones sociales
antagónicas, desiguales, en las que unos sectores intentan volcar la relación
de fuerzas en su favor, y en contra de otros sectores. Por esta naturaleza
antagónica de las relaciones sociales, los propios aparatos del Estado, en tanto condensan estas
relaciones, también presentan antagonismos al interior suyo y entre distintos
aparatos también.
En el caso que nos ocupa, el aparato carcelario es la
expresión límite del poder de coerción que el Estado monopoliza. ¿Qué fuerza
social, qué actores y sectores sociales representa? Esta materialización no es
mecánica. No “representa” a ninguna clase ni fracción de clase de manera
directa. Pero sí pone en práctica políticas que favorecen a los sectores
dominantes de la estructura social argentina. A los grupos que por su posición
dominante están interesados en mantener la desigualdad social actual, y su
necesario producto, la marginalidad. En el SPB se encarnan la orientación de
aquellos sectores sociales que reclaman “mano dura” con los delincuentes, y en
general, las tendencias autoritarias que propugnan la separación y eliminación
de aquellos que se valen de la vía ilegal para obtener los bienes materiales de
los que el mercado los priva.
La escuela, por otra parte, es un aparato del Estado de tipo ideológico.
Si bien se maneja básicamente por la ideología (Althusser, 1970: 9), su función
no es necesariamente reproductiva, sino que puede expresar resistencias. Desde
el inicio del Gobierno de Néstor Kirchner (2003/2007) la educación ha sido uno
de los campos preferenciales de políticas de inclusión, característicos del
proceso de “recuperación del Estado” (Abal Medina, 2010: 124) Más allá del
carácter capitalista de esta tendencia, la “recuperación” del aparato de Estado
educativo, tiene lugar aquí una construcción popular (Laclau 2005: 151) que da
cabida a las demandas de incorporación y distribución de beneficios a sectores
populares , tanto asalariados como marginales. La movilización de sectores
sociales marginales por excelencia, que antagonizó más innovadoramente contra
las políticas de ajuste neoliberal, fueron los conocidos “piqueteros” (Svampa,
2003: 175), una de cuyas demandas siempre fue de tipo educativa. El crecimiento
del aparato educativo, desde 2003, es consecuencia de las luchas populares contra el
neoliberalismo educativo, y se plasma en la llamada “democracia pedagógica” (Puiggróss, 2007) de la nueva corriente
político educativa. Esta cobra forma jurídica a través de la Ley de Educación Nacional
y de la Ley de Educación Provincial, que en sus artículos 55 y 50, respectivamente,
consagran el derecho a la educación en contextos de encierro.
¿Por qué la educación en contexto de encierro se
conecta con las reivindicaciones participativas contra el neoliberalismo?
Porque los que están encerrados en las cárceles son las víctimas sociales del
neoliberalismo. Son los presos de la política económica ortodoxa, que los ubica
en los márgenes externos, tanto del mercado como del Estado.
La educación en contextos de encierro beneficia a los
sectores sociales marginales, cuyos intereses, desde el punto de vista
educativo, consagra la Ley de Educación Nacional. De modo que el crecimiento,
mejoramiento y recuperación de la escuela pública, si bien no los representa
directamente, sí encarna los intereses de los grupos subalternos movilizados en
reclamo de una mejora en sus condiciones de vida, tanto material como
simbólica.
En el conflicto puntual que nos ocupa, entre el aparato educativo y el aparato carcelario, la escuela cumple una
función de avanzada popular, como expansora ideológica de alternativas
emancipatorias, favorable a los sectores populares y progresistas. La cárcel en
cambio, cumple una función represiva, favorable a los sectores dominantes y
conservadores. El antagonismo social básico de capitalismo argentino, que
produce la marginación de inmensas masas poblacionales, es lo que mueve el
conflicto escuela/ cárcel que estamos analizando.
Esto no quiere decir que podamos extraer conclusiones
simplificadoras como “Hay que cerrar las cárceles”. Ni que estemos calificando
automáticamente a los integrantes del SPB como “represores” y a los docentes
como “liberadores”. Sino tan solo se trata de vincular el caso puntual con el
trasfondo macro y micro político de las luchas sociales de la Argentina que nos
toca vivir.
Es
válido preguntarse, en este terreno de lucha ¿por qué el servicio penitenciario
permite el establecimiento de la escuela y por qué en algunos casos hasta
impulsa el incremento de la matrícula escolar? Más que impulsar estos avances
de la educación pública en el encierro, el poder penitenciario les da cabida
cuando no tiene mejor alternativa para sostener la situación. La apertura de esta escuelas ha sido
altamente resistida por el SPB. Luego, ante las denuncia por las graves
violaciones a los derechos humanos que aquí se cometen, la apertura de la
escuela sirve para mejorar la imagen externa del SPB, y con ello, amortiguar la avanzada en su
contra. Al inicio del ciclo lectivo
2012, la dirección de las Unidades 46 y 47 impulsó la matriculación más elevada
posible de alumnos en el CENS 460 ¿Cambiaron su orientación estratégica? No. Es
el mismo poder penitenciario que con estos números mejora su imagen. Y esta
mejora le permite seguir cometiendo hechos atroces y aberrantes como los que
tuvieron lugar a comienzos de 2012.
Al
rescate de una disciplina de la resistencia.
¿Cuánto tiene de aquella escuela normalista y
autoritaria, la actual escuela pública, extendida a los contextos de encierro?
Una vez que la crítica a la educación disciplinaria (Fouault, 2005: 152) dejó a
la vista el signo político de la escuela tradicional, y luego de que los sectores populares ganaran la batalla
por la educación pública integradora ¿La escuela actual, de 2012, es la misma
escuela normalista disciplinaria que creó Sarmiento? ¿Mantiene el mismo signo
político regresivo la disciplina aplicada a la educación pública?
Algunos conceptos, como el de la disciplina y su
crítica, cambian de sentido según se transforman las relaciones sociales en las
que se insertan. La crítica antidisciplinaria al modo Foucaulteano, es propia
de la sociedad capitalista disciplinaria. Pero en la periferia del capitalismo
global, algunos dispositivos cambian su
orientación estratégica. El modo como la estructura social capitalista pretende
controlar la resistencia de la población marginal, ya no es la disciplina. Las
estrategias de subordinación de la población marginal parecen más bien
orientarse hacia la represión, la indiferencia menguante y la medicalización. Se
orientan básicamente a “dejar morir”. Con ello se condicen los índices elevados
de mortalidad infantil, reducción de los promedios de expectativa de vida y
degradación sanitaria a que se ven sometidos los marginales. Otro modo de
morigerar su conflictividad es la droga, el alcohol y una batería de drogas permitidas o no, que
circulan cada vez con mayor intensidad. Solo con posterioridad, para aquellos
“pibes chorros” que intentan la vía ilícita para sortear los obstáculos que le
presenta el sistema, se aplica la represión abierta y sistemática, cuya
institución central es la cárcel. Cuando no queda en manos de algún agente
policial, la decisión privada de dejar actuar al “gatillo fácil”.
La resistencia, en cambio, contra los modos dominantes
de producción y marginación, requiere, de parte de los sectores populares
marginales, la acción participativa y militante de la lucha territorial
organizada. Esta “militancia”, implica un disciplinamiento, una autoresponsabilización,
una conciencia ideológica que estos sectores no adquieren naturalmente. Es la
acción política la que fecunda este terreno y genera activistas que luchan por
transformar la situación de marginalidad de la que proceden. Esta transformación
es “disciplinaria”, en el sentido de generar una conciencia, una ética, unos
hábitos, una destreza física, que son
contrarios a los caminos de la droga, el delito, y la resignación. Pero es un
disciplinamiento antiautoritario, que rompe con el orden social establecido. La
educación pública, en tanto escuela disciplinaria alternativa, tiene aquí un
aporte productivo que hacer. Generando hábitos, propiciando experiencias,
favoreciendo organizaciones y desarrollando deliberaciones de ideas que lejos
de ratificar, cuestionan profundamente las condiciones estructurales de la
marginalidad en que el capitalismo argentino y global colocan a estos grupos
sociales.
En el terreno de la marginalidad, y puntualmente en la
cárcel, el guardapolvo blanco
sarmientino simboliza la lucha resistente disciplinaria contra la dominación
desigualadora del capital. Blanco sobre negro, dos ropajes encontraste de los
agentes de aparatos del estado distintos, dan vida, “entre rejas”, a una lucha
emancipatoria en la que los poderes conservadores se encuentran a la defensiva
y en retroceso.
Conclusión.
En este análisis intenté explicar el sentido político
de la práctica docente en una institución tan cuestionada como el sistema
carcelario bonaerense.
Si la escuela trabajara para la cárcel, quienes
enseñamos en este ámbito nos veríamos ante un gran problema ético. Dictar
clases en un espacio donde la deshumanización y
la tortura son un medio cotidiano de control doméstico, donde los
propios dominados establecen entre sí jerarquías y conflictos que suelen llevar
a la muerte, es una vivencia muy difícil de procesar.
Pero si entendemos que la escuela es una alternativa
que los actores sociales de la democracia plantean como contenido para quienes están privados de su libertad,
la relación cárcel/ escuela, cobra el
sentido de una lucha política. Y en ese campo de lucha, entre rejas y pupitres,
la práctica docente recobra un sentido orgánico de práctica intelectual
transformadora que impulsa una reconfiguración igualitaria de las relaciones
sociales.
Bibliografía:
Abal
Medina, Juan Manuel. “El Estado”. En “Manual de Ciencia Política” del mismo
autor. Editorial Eudeba, Buenos Aires, año 2010.
Foucault,
Michel. “Las redes del poder”. (Texto desgrabado de la
conferencia pronunciada en 1976 en Brasil. Publicada en la revista anarquista
Barbarie, N°4 y 5, (1981-2), San Salvador de Bahía, Brasil).
Publicado en ” Estado, Política e Ideología” Rajland, Beatriz y Campione,
Daniel – Compiladores. Editorial Estudio. Buenos Aires, 2005.
Holloway, John: “La ciudadanía y la
separación de lo político y lo económico” Ediciones Fichas temáticas de
cuadernos del Sur. Buenos Aires, año 1994.
Puiggróss, Adriana. “No bajemos los
brazos”. En “Anales de Educación Común” nro. 7. La Plata. Septiembre de 2007. http://abc.gov.ar/lainstitucion/revistacomponents/revista/default.cfm?IdP=12&page=Editorial
Svampa, Maristella y Pereyra, Sebastián.
“Entre la Ruta y el Barrio. La experiencia de las organizaciones piqueteras.”
Editorial Biblos. Buenos Aires, año 2003.
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